‘El jardín de los Finzi-Contini’, de Giorgo Bassani

EDUARDO SUÁREZ FERNÁNDEZ-MIRANDA.

“La capilla funeraria de los Finzi-Contini ya estaba más o menos como está ahora, mucho tiempo después de que nadie se ocupe directamente de ella. Medio hundida en la vegetación silvestre, con las superficies de sus mármoles policromados, en su origen lisos y brillantes, convertidas en opacas por la acumulación de polvo ceniciento, deteriorado el techo y los escalones exteriores por obra de heladas y solaneras, ya entonces se había transformado en algo rico y maravilloso, como cualquier objeto sumergido durante mucho tiempo”.

Il giardino dei Finzi-Contini, de Giorgio Bassani (Bolonia, 1916-Roma, 2000), fue publicada por la editorial turinesa «Einaudi» en 1962. Ese mismo año consiguió el prestigioso Premio Letterario Viareggio-Rèpaci. La intención del escritor italiano no fue, únicamente, plasmar la trágica situación de los judios la Italia de finales de los años treinta, en la ciudad de Ferrara, uno de los temas de la novela, sino evitar que su vida quedara postergada por el olvido.

La editorial barcelonesa «Acantilado» ha venido publicando, hasta ahora, cuatro de los seis volúmenes que componen ese magnífico fresco italiano que es: La novela de Ferrara. Giorgio Bassani presenta en El jardín de los Finzi-Contini, a una familia judía de rancio abolengo: “Llevan una vida apartada en su lujosa villa, rodeada por un jardín majestuoso. Alberto y su hermana Micòl, los hijos de la familia, deciden invitar a algunos amigos a su casa. (…) El protagonista de la historia, un joven judío de clase media, accede así a esta hermética comunidad en cuyas reuniones convergen la política y la vida privada, y aflora el amor entre el muchacho y la joven Micòl”.

La novela se inicia con un viaje dominical de Giorgio, a unas tumbas etruscas, grandes, macizas, imponentes de verdad: “Una especie de templo entre oriental y antiguo, como los que podían verse en las escenografías de Aida o de Nabucco. (…) El que había encargado la construcción a un conocido profesor de arquitectura resultó ser Moisè Finzi-Contini, bisabuelo paterno de Alberto y Micòl”.

Por ese poder evocador que tienen determinados lugares, surgen, en la mente del narrador, el recuerdo de aquellas personas que fueron tan importantes en su pasado: el profesor Ermanno, la señora Olga, Alberto y, sobre todo Micòl, uno de los personajes más enigmáticos de la literatura italiana.

Con la adaptación al cine de El jardín de los Finzi-Contini, bajo la dirección de Vittorio de Sica, la novela de Giorgio Bassani alcanzó gran popularidad en Italia. El propio Bassani intervino, en un principio, en la redacción del guión cinematográfico. La novela se ha transformado, también, en la ópera The Garden of the Finzi-Continis, con libreto de Michael Korie.

Bajo el auspicio de Giorgio Bassani, la editorial Feltrinelli, donde trabajaba como asesor, publicó el gran clásico italiano Il Gattopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, novela que había sido rechazada por «Einaudi».

Se cumplen 40 años de la publicación de El jardín de los Finzi-Contini, una extraordinaria novela donde se entrelaza “la suerte individual y colectiva de Italia” y que cumple con aquellas palabras de William Faulkner: “El pasado no es pasado, porque nunca muere”.

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