«Sigue a la liebre blanca»: negra y criminal en torno a un amor prohibido

Por Horacio Otheguy Riveira

La audacia para afrontar temas marginales con la sexualidad por bandera en una sociedad, aún muy hipócrita, es una constante en la Compañía PasoAzorín Teatro. Tiene una trayectoria muy amplia con variedad de temas que incluyen comprometidas visiones sobre la guerra civil española, y por otro lado hilarantes comedias en torno a familias disfuncionales o dramedias que indagan en una compleja marginalidad; ahora se atreven con la versión extendida de una obra breve en su día muy aplaudida en estas páginas.

En efecto, dentro del espectáculo integrado por cinco piezas (El síndrome de los agujeros negros), la última  de ellas, El jardín salvaje, trata un conflicto amoroso entre mujeres con rica densidad a la que le viene muy bien un mayor desarrollo para incrementar su estructura dramática, aportando mayores matices, profundizando en la intriga psicológica. Intercambio de armas de fuego en un desencuentro pasional con el protagonismo de una joven que fue feliz descubriendo su sexualidad en brazos de su cuidadora.

Versión extendida, pero a su vez nueva pieza que en un tiempo mayor de duración incorpora a un tercer personaje, pues Sigue a la liebre blanca evoca situaciones nuevas del pasado y hace del presente un turbulento melodrama enfocado desde la luminosa oscuridad de seres rotos por una pasión imposible. El autor-director Ramón Paso con la protagonista de entonces, Inés Kerzan se han confabulado para seguir indagando en la sexualidad de una menor, en las emociones intensas de entonces y muchos años después, tropezando con otras relaciones necesarias para ser ella misma y borrar las huellas carnales y espirituales de un olor, una cadencia, una voz, unas caricias que la dejaron atrapada en una cárcel que solo un arma puede derribar: una pistola que va de mano en mano, de una manera trágica en aquel Jardín salvaje de 2016, ahora revisitado con un final muy distinto, realzando el vigoroso amor de quien se resiste a dejar de ser la pequeña Alicia en el país de las maravillosas caricias de su dulce acompañante, un pintora enamorada de las deliciosas bailarinas del impresionista Degas que ella misma copia en lienzos y reconstruye en su imaginación.

Una representación intensa donde las chicas que Degas homenajeó a partir de 1870 están muy presentes, acariciadas, teñidas, exhibidas por una iluminación de Carlos Alzueta que acota estados anímicos, de la  penumbra sensual a la claridad que nunca llega a destruir por completo los amorosos enlaces.

El vestuario también tiene singular importancia porque aporta simbólica expresividad en la austera, casi asexual, prestancia de Inés Kerzan (a quien muchas veces hemos visto de irresistible belleza o candorosa sensualidad, y que acaba de lucir en Sueños de seductor, y lo sigue haciendo en El móvil, aún en cartel en el mismo teatro). Interpreta ahora un personaje en constante lucha con lo posible y lo imposible, lo correcto y lo socialmente prohibido, la culpa y la búsqueda de sosiego en un nuevo amor que sobrevive mal entre  sus pesadillas.

Aquel ensueño de juventud irrumpe en su agitada vida años después; Alicia regresa a la vida de Belén con mucha energía, dispuesta a recuperar la felicidad perdida.

Vanessa Ruiz logra componer un doble juego, pues afina con envolvente voluptuosidad el pasado, y asume  con rigor a la mujer del presente. Lo hace con transiciones sutiles a través de una notable  expresividad corporal, eficazmente dirigida por otra actriz de la PasoAzorín, Ángela Peirat. El tercer personaje —con pocas pero muy significativas apariciones— está muy bien interpretado por María C. Petri, ingenua y transparente víctima de una situación límite en gran medida ajena.

Todos a una para crear una atmósfera turbadora, propia de un drama planteado con valentía, ya que, ante las abundantes crónicas de sucesos tratadas con sensacionalismo inaudito, es necesario forjar ficciones que propicien el debate en torno a un tema que a todos, directa o indirectamente nos atañe.

De izquierda a derecha: Inés Kerzan en un gran trabajo de alta tensión de principio a fin; Vanessa Ruiz empuñando un arma, desesperada de amor y celos; María C. Petri, tan dulce, sensual e impotente ante una violencia inesperada.

 

[…] Belén.                  ¿Has oído hablar de Alicia Liddle?

Alicia.                  No. ¿A qué clase va?

(Belén la abraza con mucha ternura y la besa en los labios. Se apasionan, pero, pronto, Belén lo corta. Continúan los besos pequeños y los mimos.)

Belén.                  Es la protagonista de Alicia en el País de las Maravillas. ¿Sabes? El escritor, Lewis Carroll, estaba enamorado de una niña. Alicia Liddle.

Alicia.                  ¡Entonces no somos las primeras!

Belén.                  No. No lo somos. Escribió Alicia… para ella. Visitaba a la familia y…

Alicia.                  ¿Sus padres y el escritor eran amigos?

Belén.                  No diría yo que fuesen amigos precisamente. Iba de visita a la casa. Y le contaba historias a Alicia.

Alicia.                  ¿Qué historias?

Belén.                  ¿Qué historias?

Alicia.                  Sí, ¿qué historias le contaba?

Belén.                  Le hablaba de una niña que veía un conejo blanco y lo seguía hasta una madriguera…

Alicia.                  ¡Yo también veo conejos!

Belén.                  Lo sé. En la Luna.

Alicia.                  Conejitos en la Luna. Es precioso.

Belén.                  Es muy bonito, aunque, ¿sabes?, a mí siempre me ha dado la sensación de que más que un conejo, era una liebre.

Alicia.                  ¿Qué más da?

Belén.                  Son animales distintos.

Alicia.                  A lo mejor, lo que yo he visto en la Luna era una liebre.

Belén.                  A lo mejor…

Alicia.                  (Levantándose y jugando) Huy, mira, ahí… ¡Una liebre! Voy a perseguirla… ¡Es preciosa! La estoy persiguiendo, Belén. ¿Me ves? ¿Me ves persiguiendo a la liebre hasta su casita?

Belén.                  Te veo.

Alicia.                  ¡Es rosa!

Belén.                  No, no es rosa.

(Alicia se mueve por el estudio, persiguiendo a la liebre, bailando y jugando.)

Alicia.                  ¡La he cogido!

(Alicia se acerca a Belén, acariciando una liebre imaginaria, que parece estar en su regazo.)

Alicia.                  Creo que me gustan más las liebres que los conejos.

Belén.                  A mí también.

Alicia.                  Son más especiales.

Belén.                  Como tú.

Alicia.                  Como tú. Tú eres especial.

Belén.                  Y tú eres un bombón.

Alicia.                  ¿Y qué bombón soy?

Belén.                  Uno con naranja al final. […]

Dramaturgia y dirección: Ramón Paso
Intérpretes: Inés Kerzan, Vanessa Ruiz, María C. Petri

Dirección de producción: Inés Kerzan
Diseño de iluminación: Carlos Alzueta
Espacio escénico: Ines Kerzán
Vestuario: Ángela Peirat y Sandra Pedraz Decker
Prensa y comunicación: María Díaz
Asesora de movimiento: Ángela Peirat
Ayudante de dirección: Ainhoa Quintana
Ayudante de producción: Sandra Pedraz Decker y Alicia Rueda
Producción: Paso Azorín Teatro

TEATRO LARA SALA LOLA MEMBRIVES 

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