Relato ‘El Hombre Analógico’: Capítulo I, parte V – Autosemblanza de Tertuliano y paroxismo ciudadano. Carta de reclamación

DANIEL FUENTES.

A la atención del personal metropolitano, a las fuerzas vivas que correspondiere, o a quienquiera que tomare decisiones en esta santa casa; me encomiendo de todo corazón a la buena voluntad de quien correspondiere recibilla, y ruego u ordeno cuan encarecidamente ser pueda, a quien no estando en posición de tomar decisión alguna, que se limite a elevar esta mi queja a una autoridad competente:

Item. El nombre de pila que obra en mi acta bautismal es Cayo Tertuliano Augústulo Sánchez Zumalacárregui, con cédula de identidad 8858005005883002/32, natural de Valmaraíso, lugar ignoto en las Vascongadas y, como recordarán los lectores de la Historia, de infausta memoria; y de cuyo nombre no tengo más remedio que acordarme cada vez que tengo que mentarle la madre a la administración. Todos mis antepasados sirvieron a la patria en ocasión singular, extendiendo la gloria inmarcesible de Nuestra Gloriosa Nación por todo lo descubierto del mundo, a cuyo servicio recibieron heridas. Y como sin duda ignora la canalla que se emplea en las cloacas de la red Metropolitana, gente baja y soez de grapadora y fotocopia, las heridas recibidas en buena guerra, antes dan honra que la quitan. 

Item. En lo político, y sobre todo en lo estético, soy tradicionalista y legitimista. Al mismo tiempo, soy miembro supernumerario de la sufrida clase media; soy neokantiano y puntual, circunstancias, todas las tres, que me convierten en pequeño burgués desterrado. El personaje de ficción con el que más me identifico, es, por cierto, el rey de bastos —tachó el párrafo entero, porque le pareció improcedente y además no se sintió identificado con el rey de bastos cuando lo volvió a leer—.

Item. Por la presente, quiero manifestar, de forma enérgica e indispensable, mi desacuerdo con la creciente precarización del servicio de la red metropolita, el menoscabo de efectivos, la depauperación de la urbanidad toda, y, por ende, de la rampante deshumanización del planeta tierra —se pensó lo del adjetivo “indispensable”, pero decidió corregirlo más tarde—. 

Por consiguiente, expongo:

Item. Si ustedes no cumplen indisolublemente con las cláusulas implícitas o explícitas del contrato social al uso, este modesto servidor de la patria considerará muy mucho  cesar en su ejemplar probidad ciudadana, rehusar cualquier ejercicio cívico, darme de baja en la horda productora  y enrolarme  descarnadamente en  la caterva del  lumpen proletariado: dejaré de observar los términos del contrato social y presentaré, con harto dolor de corazón, mi renuncia unilateral e irrevocable como presidente de la comunidad de vecinos, cesaré en mis obligaciones de contribuyente, y, en su caso, solicitaré las prestaciones por desempleo que me correspondieren en razón de mis años de servicio, que no serán muy pocas.

Ítem. De persistir en esta su actitud más propia de gente descomunal y soberbia que de humanos seres,  a fe mía de usuario  y neokantiano, que enviaré  puntualmente a mis padrinos para exigir una satisfacción de mi honor, al amanecer y en el claro de un bosque, dejando, como es preceptivo entre caballeros, la elección de las armas a su sabor. 

Por Dios, por la patria y el Rey

Lucharon nuestros padres.
Por Dios, por la patria y el Rey
Lucharemos nosotros también.

En espera atenta de su respuesta y sin otro particular de relieve que comunicarles, se despide cordial y humildemente, suyo afectísimo,

Cayo Tertuliano Augústulo Sánchez Zumalacárregui,

Presidente plenipotenciario de Comunidad de Vecinos y Padre Putativo

Y Buen vasallo a la espera de mejor señor.

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