“Informe para derrocar al lobo feroz”, de Pilar Abuja

PORQUE HEMOS DERROCADO AL LOBO FEROZ

Por Marina Tapia.

Con este verso final se cierra Informe para derrocar al lobo feroz, de Pilar Abuja, impecablemente editado por Sabina Editorial este 2024, un libro que estremece por la dureza de lo que cuenta, pero que, a la vez, guarda cierta contención, va midiendo su carga para que el mensaje no se diluya y no caiga en una anécdota: es un poemario realizado a conciencia. Sorprenderá a quienes lo lean esta confesionalidad tan cuidada, este dibujar poco a poco aportando los elementos precisos en cada poema-capítulo. Vamos siguiendo esta brutal historia con una mirada conmovida y absorta en el hilo de lo que se va desarrollando. Tenemos un sentimiento de repulsión ante lo expuesto, pero nunca se abusa del sensacionalismo, ya que la voz poética no se recrea en lo escabroso y eso es justamente lo que hace que este trágico relato cale hondo y se aloje en nuestra conciencia. Finalizada su lectura, deseamos ser partícipes de un cambio, de un movimiento para que una situación tan cruda y tan repetida -y lamentablente tan silenciada- como el incesto no tenga cabida en nuestra sociedad.

Libros así, tan valientes y que no dudan en utilizar con sutileza el imaginario de los cuentos, en hacer un guiño a la conocida historia de Caperucita Roja, textos tan lúcidos y equilibrados para comunicar los horrores vividos por niñas y niños son de agradecer en estos momentos. No es extraño oír experiencias de personas conocidas que han sufrido esta forma de abuso sexual y maltrato. Por eso, poner sobre el papel −a través de la poesía y con la voz justa que despliega Pilar Abuja− es motivo de reconocimiento.

El conjunto, de alguna manera, se asemeja a un “diario de vida”. En la contraportada se nos dice de la autora: “A modo de informe, reescribe el cuento tradicional del lobo feroz en una original prosa poética”. Se despliega una literatura híbrida, que ha buscado su propio cauce de expresión, y que utiliza sutiles imágenes poéticas, diálogos y notas de pensamiento que van armando un puzle con el que completamos los espacios en blanco, los silencios, todo lo no dicho. Quizá la palabra no sea suficiente para apresar el inmenso y largo dolor que experimentan las niñas, niños y adolescentes que viven situaciones totalmente injustas y condenables. Considero imprescindible recalcar que el daño producido por un adulto cercano, por un miembro de la familia a la que se pertenece, genera una herida difícilmente restañable. En la narración, podemos percibir el oleaje de sensaciones de culpa, de cuestionamientos internos, de rechazo y confrontación que viven quienes han sufrido el delito de un incesto.

Y la autora ha querido dar un orden a los angustiosos hechos a los que nos acerca. El texto se divide en cuatro partes: “Los indicios”, “La evidencia”, “Pérdida, Desarraigo e Invocaciones” y “Epílogo”. Y a cada compendio se le asignan años, una manera muy efectiva de plasmar la verosimilitud de lo que se cuenta.

Interesante son las citas que Abuja escoge para abrir el libro (de Bibiana Collado Cabrera, de Alejandra Pizarnik, de Gioconda Belli y de Emily Dickinson); citas de mujeres escritoras que nos dan un norte y nos abren un umbral para acercarnos a la verdad de este poemario. Y, cómo no estremecernos al recordar que la grandísima poeta Emily Dickinson, que sufrió incesto en la infancia y también en la edad adulta, dejó escrito: “Mi Mensaje ha de ser dicho”.

Como ya he expuesto, Pilar despliega los elementos precisos, muchos muy concretos y plásticos: las estanterías con libros de colores, las cenas de navidad, la muñeca sin sexo, la banqueta para llegar al armario. A través de ellos los lectores estaremos más cerca del ambiente turbio que envuelve las escenas.

Y quiero rescatar algunos versos del libro a modo de invitación a su lectura: “No importa qué mundos has querido construir / porque no existen. / Y mi verdad está aquí./ Mírame ahora.”, “No hay cazador que me saque / de su vientre negro. Su disfraz/ es perfecto. No me creen”, “Ella también es la tripa del lobo. / Y sin voz./ Sola. Silencio”, “Desconocía la perversidad fácil, gratuita / que nace en los nidos pequeños y familiares./ No sabía de la deslealtad pérfida, insondable”.

Es de destacar la creación de neologismos como “nopecho” o “nopechoaún”, “nobosque”, “nopasanada”, muy acordes con la narración y la etapa vital en la que se enmarca.

Tememos, junto a la expresión poética, la llamada de esa voz feroz desde el fondo de una habitación en penumbra, siempre flanqueada por una puerta velada que no puede cerrarse para apartar su mal. El universo de la infancia está muy bien retratado a través de palabras claves salpicadas en los momentos precisos: hadas, dragones, juegos de mesa, meriendas. Una naturalidad inquietante que no se excede, que solo pretende ser efectiva para comunicar el dolor, la tensión, el desasosiego experimentado.

Este trabajo vale no sólo como un ejercicio de sanación personal (belleza catártica), como una publicación necesaria, sino que nos conectará especialmente con el mundo de Blanca Varela, Piedad Bonnett o Alejandra Pizarnik, que no dudaron en reflejar los elementos de tensión, en plantear los vértices del dolor e invitarnos a un ejercicio colectivo de reconocimiento y cambio.

Recomiendo la lectura de “Informe para derrotar al lobo feroz”, en especial en estas fechas en las que la violencia sexual masculina contra las mujeres y la violencia de las atrocidades bélicas, que tienen una raíz común por su capacidad de destruir vidas, se transforman en cifras, noticias y olvido.

 

 

 

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