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Título: Diario de gasolinera.
Autor: Roberto Moreno.
Pasaban los primeros días de aquel caluroso verano, un viaje en mente con mis amigos me hizo necesitar mas dinero del que podía permitirme, por aquel entonces a mis diecisiete años todavía andaba metido de lleno en mis estudios y no tenia mas ingresos que algún billete bajo manga que mi abuela me regalaba por mis buenas notas, seguido de un guiño cariñoso y un beso enorme de los que dejan huella de carmín. Como no podía ser de otra manera, para mi padres fue sencillo. La mejor manera de que consiguiera el dinero seria trabajando ese verano. Me pareció una muy buena idea, porque era lo mas parecido a un –Si que puedes hacer ese viaje. Y era justo lo que yo quería escuchar. Lo que no imaginaba es que esa decisión cambiaria mi vida completamente. -He hablado con un amigo mio y este lunes empiezas a trabajar en su gasolinera, me dijo mi padre varios días después con una sonrisa. Había conseguido su propósito, yo sabría lo que era ganar el dinero que me hacia falta y así empezar a valorar las cosas desde un punto de vista mas adulto. Llegó el día tan esperado. Con mi uniforme azul y ninguna preocupación empecé a trabajar. La verdad es que era bastante divertido, pasaba ocho horas hablando con gente, con los mas jóvenes de sus motos y con las personas mas mayores de otras cosas dispares, y sin saber muy bien porque, me contaban cosas que a mi no me hacia falta saber. Fueron pasando los días hasta que llegó el mas soleado de aquel verano. Estaba sentado encima de aquel viejo surtidor cuando escuche el rugir de un potente motor. Habían pasado los días suficientes para saber que ese rugir era un coche de gasolina con muchos caballos, quizá demasiados. Casi sin pensar giré la cabeza y lo vi llegar, era un increíble Toyota Célica GT azul brillante. Se detuvo a cinco metros de mi, dispuesto a repostar, cuando de repente se abrió la puerta y un precioso zapato rojo de tacón se poso sobre el suelo. Era la antesala de lo que estaba apunto de ocurrir, casi duró un suspiro y tenia ante mi la mujer mas hermosa que jamás había visto. Su vestido jugaba con el viento como si lo estuviera esperando, su piel tenía un color bronceado perfecto, su pelo castaño con mechas rubias ondulaba al son de sus paso, empezó a caminar hacia mi, recuerdo el pensamiento que tuve en ese momento y recordé que ni en mis sueños, había logrado imaginar una mujer tan hermosa. Caminaba lenta pero segura, se movía de aquí, allí, a mi, imposible de leer, sin preocuparse, se hizo dueña del ritmo de mis suspiros, y la brisa moría de envidia mientras ella brillaba en el espejo de mis ojos, era la ladrona del fuego. Todavía no se si tuve tiempo de respirar cuando ya pasaba por mi lado sin decir nada, escondida detrás de unas gafas de sol oscuras que no me dejaron ver sus ojos, dejando tras de si un halo de su estremecedor perfume que me dejo cautivado. Pasados varios segundo salí del trance y me dispuse a poner la gasolina, me recreé mirando el coche pero pronto volvió aquella misteriosa mujer. Caminaba como si no le hiciera falta tocar el suelo de los mortales y llevaba un paquete de Camel en la mano, se detuvo en la puerta, terminé de repostar y me dio las gracias con una sonrisa enorme. Fue en ese momento cuando me fijé en sus labios; eran perfectos, más grandes que la mayoría y estoy seguro que si hablaran por si solos te dirían que los besaras. Arrancó… hizo rugir de nuevo el coche y se marchó rompiendo el aire a su paso. Después de aquello llegué a pensar que había sido un sueño. Una semana mas tarde tuve la suerte de coincidir con ella, allí estaba su coche, ese sonido que nunca olvidaré y sonreí, porque todas las conexiones de aquel adolescente estaban esperando capturar la mayor parte de imágenes para guardarlas en la memoria y fantasear con el recuerdo de sus encantos. Ésta vez estaba preparado, sabía a lo que me enfrentaba y, estaba dispuesto a vivirlo intensamente. Y allí estaba, llevaba otro vestido diferente pero más bonito que el primero, nadie en aquel pueblo tenía vestidos así. Era más que elegante, era sublime, como si la moda hubiera sido inventada para ella. Se dirigía hacia mi, esta vez puse mi mejor sonrisa y le dije –Buenos días. A lo que me contestó con un precioso “Buenos días” acompañado de su sonrisa. Volvió a dejar rastro de su perfume y caminó por mi lado. Recuerdo que me detuve a inspirar su paso cerrando los ojos, cada pizca de información daría color mas tarde a mis fantasías. Esta vez algo me sorprendió, no llenó el depósito y solo puso una cantidad ridícula de gasolina; me llamó la atención porque era evidente que aquella mujer no tenia ningún problema para permitirse todos los caprichos que quisiera, y como no, poder llenar el tanque. Volvió de nuevo con su paquete de Camel en la mano derecha, volvió a sonreírme y sin decir nada se subió al coche y se marchó. Lo que no entendí muy bien, fue lo extraño de los días posteriores en los que no falló ni uno solo en venir a poner la misma cantidad ridícula de gasolina, comprar su paquete de tabaco favorito y pasar por mi lado; unas veces en silencio, otras hablando con su móvil, y otras sonriendo sin más excusa. Un día tras otro, siempre en el mismo sitio y a horas dispares, convirtiéndose en un deseo, en una ilusión, en una necesidad. Pasadas un par de semanas el día salió nublado, ella olvidó sus gafas oscuras sobre el asiento del coche. Se dirigió hacia mí como cada día, segura de si misma, creyéndose a salvo con la mirada escondida. No tardó en darse cuenta del error cuando a tres metros de mi, me miró a los ojos fijamente y encontró los míos clavados en los suyos, una mueca de preocupación se adivinó en sus labios y rápidamente la disimuló dibujando una sonrisa. Todo ello sin dejar de mirarme ni un solo segundo. Cuando estaba apunto de pasar por mi lado, no se de donde saqué el valor necesario pero sin pensar le dije –Tienes unos ojos preciosos. En ese momento ella dejó de caminar en seco, inspiró aire, sonrió y me enamoró diciendo –Yo vengo todos los días, solo para ver los tuyos…
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