Delicada melodía meiji
Por Jesús Villaverde Sánchez. La bailarina. Ôgai Mori. Editorial Impedimenta. 80 páginas. 9’95 €. Japón posee una delicadeza especial. Su
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Leer másPor Recaredo Veredas. En estos tiempos apáticos, o de posicionamiento fácil y blando, alivia el coraje de escritoras
Leer másPor Antonio J. Ubero. 1974. David Peace. Editorial Alba. 454 páginas. 19’50 €. En esta nueva edad de oro de la novela
Leer másCelso Castro está dispuesto a demostrarnos, libro tras libro, que es capaz de dar un paso más en el lenguaje
Leer másPor José Vaccaro Ruiz. Fantasmas de Kensington. J. D. Álvarez. Neverland Ediciones. Aranjuez, 2011. La novela de J. D. Álvarez se
Leer másPor Jesús Villaverde Sánchez. Un amor único. Johanna Adorján. Seix Barral. 160 páginas. 16’50 €. “El 13 de octubre de
Leer más«Los espejos son portadores de malas noticias», pensó Abraham Setrakian, de pie bajo la lámpara verde y fluorescente de la pared, con su mirada fija en el espejo del baño. El anciano estaba contemplando un cristal aún más viejo que él. Los bordes estaban ennegrecidos por los años, y una podredumbre se deslizaba cada vez más hacia el centro. Hacia su reflejo. Hacia él.
Morirás pronto.
Leer másA la entrada de la Venta Vargas, por donde antes aparcaban los coches, le han puesto una estatua. Dicen que es él, pero no se le parece. Además de no reír tampoco canta y ni siquiera tararea. Por si fuera poco, hay veces que a la estatua le falta algún trozo y sé bien que son gitanos quienes los arrancan para luego venderlos. Surgen de lo oscuro y pegan pellizcos a un bronce que por ley no pertenece a nadie más que a
ellos. «Al rico camarón de la bahía, al rico camarón de la bahía», vocean con mucho soniquete. «Al rico camarón de la bahía, lo pesco de noche y lo vendo de día».
Por Jesús Villaverde Sánchez. Década. Phaidon Press. 512 páginas. 39’95 €. Todo fotógrafo o encargado del apartado de imagen siempre
Leer másHabla de los clientes habituales. Están todos sentados en fila, como pajarracos feos y encorvados, con las miradas humedecidas en alcohol. Susurran con la copa frente a la boca y parecen regodearse en algo, nunca sabrás en qué. Algunos tienen trabajos, hijos, cónyuges, coches e hipotecas, mientras que otros viven con sus padres o bien en moteles de paso y subsisten gracias a una ayuda del gobierno; una curiosa mezcla de clases característica de las partes de Hollywood desprovistas de focos reflectores y de ilusionismo.
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