Cincuenta y dos

Por MIGUEL ÁNGEL MONTANARO. Él era un señorón de Logroño, roñoso y huraño. Un tipo cañí de los de antaño. De la época de Maricastaña, vamos. Ya en el otoño de sus años viajó a Peñíscola; y allí, esa mañana, la divisó entre los bañistas de la playa, como a una muñeca...