"El sabor del cloro", de Bastien Vivès

En la precisión con que dichos gestos quedan reflejados en las viñetas reside el mayor valor de El sabor del cloro. A veces parece como si Vivès estuviera reproduciendo fotografías tomadas a bañistas en movimiento, tal es la exactitud en la posición de las piernas, la forma de doblar el codo o de inclinar la mano. Lo mismo podemos decir de los gestos que delatan el acercamiento de la pareja protagonista: unas manos apenas tendidas que no se atreven a tocar, una sonrisa ambigua, un torso que se impulsa impaciente hacia la superficie para coger aire, deseoso de volver cuanto antes a ese espacio de indecisión romántica que ambos personajes han creado bajo el agua.

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