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Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – I

 

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Por Pablo Hernández Blanco @pabsthewhite.

Escucha Sad Bastard Music en Spotify

Desde tiempo inmemorial la música se ha encargado diligentemente de recordarnos lo miserable que puede llegar a ser el ser humano. Lo inexplicable, sin embargo, es el por qué no podemos dejar de escucharla, convirtiéndonos en víctimas conscientes de una especie de masoquismo musical, cuando en principio dicho acto no puede sino causarnos un daño enorme. ¿Por qué hurgar en la herida en vez de dejar que esta cicatrice lo antes posible? Heaven knows I’m miserable now, como cantaba Morrissey pero, ¿por qué la necesidad de recordárnoslo una y otra vez? ¿Por qué escuchamos música deprimente, hecha por y para cabrones tristes?

Es posible que sea porque siempre queda el consuelo de saber que hay alguien ahí fuera que lo está pasando tan mal (o peor) que tú, y la música para eso es infalible: ya te saque o te hunda aún más, lo importante es la conexión que crea entre el artista y el oyente. Es más fácil identificarse y ser comprensivo con alguien que las está pasando canutas que con alguien que, sin motivo aparente, tiene una estúpida sonrisa de oreja a oreja e irradia felicidad.

Porque algo tiene la tristeza. Algo tiene ese estado de melancolía que, de vez en cuando, nos sacude sin previo aviso y arremete contra nosotros cual boxeador enfurecido, sin misericordia. En la película Alta fidelidad, (basada en la novela homónima de Nick Hornby), su protagonista y narrador, interpretado por  John Cusack, comienza la película con el siguiente monólogo:

«What came first, the music or the misery? People worry about kids playing with guns, or watching violent videos, that some sort of culture of violence will take them over. Nobody worries about kids listening to thousands, literally thousands of songs about heartbreak, rejection, pain, misery and loss. Did I listen to pop music because I was miserable? Or was I miserable because I listened to pop music?»

La pregunta que se hace, cómo no, es intrínsecamente retórica, pero en cualquier caso explica muy bien la conexión (natural y necesaria) que hay entre tristeza y música, destacando el modo en que estas dos se nutren la una de la otra en una especie de perversa simbiosis. El presente artículo –sin pretensión alguna de ser omniabarcante, y a la espera de sus aportaciones y comentarios– es una aproximación a algunas de las canciones que mejor han sabido manifestar estos sentimientos –mal de amores, rechazo, dolor, miseria, pérdida y un largo etcétera–, desde clásicos del soul o del folk de los 60 y 70, pasando por el slowcore de principios de los 90 hasta canciones más recientes de las dos últimas décadas.

¿Que por qué nos cautiva tanto la tristeza? La respuesta no es tan esquiva o complicada como podría parecer a primera vista: me imagino que se debe a que, en el fondo, sencillamente muestra nuestro lado más humano de la forma más honesta. La felicidad se puede fingir con facilidad, pero la tristeza siempre es sincera; la tristeza, en efecto, nunca miente.

 

1. Antony & the Johnsons – «Hope There’s Someone» – I Am A Bird Now (2005)

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When I die, will I go?

«Hope There’s Someone» es en esencia una especie de plegaria ante el miedo a la muerte.  No en vano, Antony canta como si todos sus amigos hubiesen muerto y él fuera el próximo en la cola. La canción es emocionante de principio a fin, en parte debido a esa voz de Antony, —descrita como una voz que se halla entre lo masculino y lo femenino, entre la inocencia infantil y la madurez cansada, etérea a la par que terrenal–, hasta que finalmente llega ese intenso piano, pura catarsis, rodeado de voces fantasmales como provenientes del inframundo, y luego todo enmudece y Antony suelta un lamento apenas susurrado con el que la canción acaba en clave de incertidumbre. Ante todo, «Hope There’s Someone» es universal porque aborda, con impactante sensibilidad, un tema que a todos nos afecta: el ineludible miedo a morir solos. El miedo a morir terriblemente solos, sin nadie a nuestro lado.

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2. Beck – «Guess I’m Doing Fine» – Sea Change (2002)

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It’s only tears that I’m crying.

No hay nada como una ruptura sentimental para sacar lo mejor de uno mismo con el paso del tiempo, de modo que no es casualidad que muchos músicos hayan publicado algunos de sus mejores discos tras sufrir un sonado desastre amoroso: Bob Dylan con Blood On The Tracks, Bruce Springsteen con Tunnel Of Love, Tom Petty con Wildflower, etc. La historia de la música está repleta de ejemplos, y Sea Change de Beck es uno de los más recientes: la ruptura se produjo tras descubrir que su novia de nueve años le había sido infiel durante tiempo, momento tras el que dio un inesperado giro a su carrera. Supongo que estoy bien, nos dice Beck, pero todos sabemos (sí, también él) que no es así ni mucho menos: está destrozado, irremediablemente perdido, y el dolor le ha sumido en la peor depresión posible. Al menos le queda la música, refugio único en el que cobijarse; y de algún modo todos le agradecemos, a escondidas, que así haya sido.

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3. Big Star – «Holocaust» – Third/Sister Lovers (1978)

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Your mother’s dead, you’re on your own.

Con esta angustiosa pieza, escalofriante y cubierta de un fantasmagórico pesimismo, Alex Chilton nos muestra a la depresión de la forma más cruda posible, ofreciendo al oyente un vistazo a su deteriorado estado mental de entonces. Lejos del característico sonido power-pop del Big Star de los dos primeros discos, «Holocaust» es una canción cuyo impacto emocional es difícil de superar, una canción tan hermosa como dañina que, moviéndose con la lentitud de una apisonadora, conforma una lánguida radiografía musical de una persona rota y desamparada: un holocausto andante al que nada ni nadie pueden ayudar, un alma perdida sin remedio. Escucharla mata poco a poco, como un entierro en vida.

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4. Bob Dylan – «If You See Her, Say Hello» – Blood on the Tracks (1975)

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If you get close to her, kiss her once for me.

Quizá la canción más emotiva del doloroso Blood On The Tracks, un álbum inspirado en gran parte por el divorcio de su entonces mujer Sara Lowndes (por mucho que Dylan mantuviera –¿jocosamente?– que se inspiró en los cuentos de Chéjov), «If You See Her, Say Hello» es un estudio en carne viva de la pérdida del ser amado, marcado de ternura y arrepentimiento. No hay rencor ni sentimientos de venganza por lo vivido; al contrario, el cantautor le desea todo lo mejor: And though our separation, it pierced me to the heart / She still lives inside of me, we’ve never been apart. Pero Dylan se da cuenta de que está más solo que nunca y con el corazón hecho trizas, y lo único que desea es volver con ella: If she’s passing back this way, I’m not that hard to find / Tell her she can look me up if she’s got the time.

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5. Bon Iver – «Skinny Love» – For Emma, Forever Ago (2007)

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Come on skinny love, just last the year. 

Te deja la novia y te vas con el corazón roto a una cabaña perdida en los bosques de Wisconsin a recomponer las piezas y a escapar del mundo. Necesitas hibernar y purgar tus fantasmas. Compones canciones en la soledad más íntima y oscura, bajo los síntomas de la mononucleosis, y plasmas tus sentimientos más hondos por medio de canciones que luego publicarás por tu cuenta bajo el nombre artístico de Bon Iver. Esta es la inverosímil historia de Justin Vernon, y«Skinny Love» su sincero manifiesto en el que lamenta un amor tóxico y frágil que a nadie beneficia, un amor flacucho y maltrecho, al que el cantante trata de aferrarse desesperada, inútilmente, como clavo ardiendo. La sinceridad de Vernon resulta desgarradora y su falsetto ideal para la expresión de un amor fatal que tarde o temprano tenía que acabar –forzadamente– para bien de los dos. La conclusión, al final, es clara: el amor es una mierda, más aún cuando te dejas engañar por él.

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6. Bonnie “Prince” Billy – «I See A Darkness» – I See A Darkness (1999)

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Did you know how much I loved you?.

Miedo a la soledad y desidia ante lo inevitable son los temas centrales de esta sombría canción, envuelto todo ello bajo un aura de resaca existencial. Con tono ominoso, Will Oldham, entre medio susurros y lamentos, nos avisa que no hay esperanza ni sentido, sólo oscuridad. Pero, a pesar de todo, incluso ésta parece tener su particular trascendencia; y puede que, a fin de cuentas, haya alguien que te pueda salvar de tu propia oscuridad y sacarte de toda la mierda asfixiante a tu alrededor: Is there any hope that somehow you can save me from this darkness?, se pregunta. La canción se desliza agotadamente, a oscuras, como un deprimido que apenas puede levantarse de la cama, hasta que alcanza el estribillo y de repente parece hacerse la luz, aun de manera fugaz. Mención especial merece también la fiel versión que hizo Johnny Cash, en su disco American III: Solitary Man.

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7. Bruce Springsteen – «Nebraska» – Nebraska (1982)

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Well sir I guess there’s just a meanness in this world.

¿Qué se puede esperar de una canción en la que sentencian a su protagonista a morir en la silla eléctrica por matar a once personas? En Nebraska Springsteen nos ofreció la versión más honesta de sí mismo y sorprendió al mundo con un álbum sórdido, desnudo y gris. Tal y como hizo Sherwood Anderson en Winesburg, Ohio, Springsteen se convierte aquí en maestro narrador de un mosaico de tristes historias venidas de la América profunda, con sus desilusiones y miserias, personajes desamparados y sueños quebrantados. En este caso nos cuenta una historia desoladora, la historia real de Charles Starkweather y su novia Caril Ann Fugate, que juntos cometieron una serie de asesinatos durante ocho días a finales de 1958. Bajo la influencia de Flannery O’Connor y de Malas tierras, Springsteen nos ofrece un retrato de la violencia tan certero como escalofriante.

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8. Carissa’s Wierd –  «They’ll Only Miss You When You Leave» – Songs About Leaving (2002)

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Not another sunrise, another dry stale taste in your mouth.

Este disco es la  banda sonora perfecta para un suicidio colectivo, y la canción en cuestión una de sus doce cuchillas de afeitar. Destila miseria emocional y patetismo, bañado en una bella melancolía, con ese piano descendiente, un violín intensamente dramático y cierta urgencia de por medio. A pesar de todo, sueña extrañamente reconfortante, casi como si incitase a un indoloro y dulce sueño eterno. A día de hoy Carissa’s Wierd (i.e. ese grupo en el que estuvo el cantante de Band of Horses antes de que Band of Horses siquiera existiese) permanecen como uno de los secretos mejor guardados del panorama musical americano de la década pasada, y es una pena porque su música, si bien parece estar minuciosamente confeccionada para suicidas depresivos al borde de la locura, tiene un algo cautivador difícil de describir.

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9. Cat Power – «Colors and the Kids» – Moon Pix (1998)

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Yellow hair, you are a funny bear.

De Chan Marshall, aka Cat Power, es harta conocida su lucha contra la depresión y la bebida que tanto le marcaron durante finales de los 90 y principios de la década pasada. Ese tormento queda patente en «Colors and the Kids», sencilla pieza de gran lirismo, amarrada a la nostalgia de un pasado (When we were teenagers, we wanted to be the sky / Now all we want is to go to red places / And try to stay outta hell) que sigue persiguiendo a la cantante sin cesar. Preciosa y triste, se trata de una de las mejores canciones del catálogo de Cat Power y sin duda una de sus interpretaciones más sentidas, gracias a una sencilla melodía y cadencia lenta con la que arranca toda una cascada de sentimientos, no sin antes recordarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor.   

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10. The Cure – «Pictures Of You» – Disintegration (1989)

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You were bigger and brighter and whiter than the snow.

Hacer una lista de este tipo y que faltase The Cure, grupo versado donde los haya en el complejo arte de la depresión y la tristeza, sería el acabose definitivo. La inspiración para «Pictures Of You» en teoría le vino a Robert Smith cuando su casa se incendió y, al día siguiente, encontró fotos de su mujer entre las cenizas. De manera prominente vemos a un Robert Smith afligido, metido de lleno en su torbellino gótico de melancolía y pesar, y una bonita melodía en base a los que que construye una de los grandes clásicos de la década de los 80. Eso sí, ignoren su reluciente superficie de brillantina, porque la canción es triste sin mesura: una cosa es no superar la ruptura con tu ex, y otra muy distinta el obsesionarte tanto con sus fotos que empiezas a estar al borde de la alucinaciones: I’ve been looking for so long at these pictures of you that I almost believe that they’re real. Ay, Robert; puede que estés enloqueciendo pero, de alguna manera, todos nos sentimos identificados.

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11. Daniel Johnston – «Some Things Last A Long Time» – 1990 (1990)

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The colors are bright, bright as ever.

Con una serie de simples acordes al piano y su singular voz, Daniel Johnston consigue dejarnos  mudos, destrozados. La moraleja es clara, según él: algunas cosas duran mucho tiempo, incluso a veces una vida entera (como el amor que profesa por esa chica a la que canta, a la que recuerda una y otra vez que su foto sigue colgada en la pared), pero todo -todo, sin excepción- se acabará algún día. En último término, «Some Things Last A Long Time» se revela como algo extrañamente conmovedor, casi como si estuviéramos ante un niño pequeño que predica una verdad profunda y universal, capaz de abrirnos los ojos a todos.

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12. Eels – «Elizabeth On The Bathroom Floor» – Electro-Shock Blues (1998)

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But waking up is harder when you wanna die.

Pocos músicos han tenido una vida tan jodida como Mark Oliver Everett y, a su vez, pocos han logrado vivir para contarlo. En 1982 murió su padre de un ataque al corazón; en 1996 se suicidó su hermana Elizabeth (de la que trata esta canción), y dos años después murió su madre de cáncer de pulmón. Tal y como escribe en Cosas que los nietos deberían saber (si no lo han leído, háganse un favor):

«I found Liz, indeed, asleep on the blue-and-white tiles of the bathroom floor, having just ingested a bottle of pills, the empty bottle lying on the floor next to her with the lid nearby. I yelled at her to wake up, slapped her face, peeled her eyes open, yelled again, right up against her ear. Nothing. I ordered my mom to call an ambulance»

Elizabeth no murió entonces, sino poco después; la canción trata sobre su primer intento de suicidio. My life is shit and piss, había escrito en su diario. Es estremecedor: el darse cuenta de que, de la noche a la mañana, has pasado a ser el único miembro vivo que queda de tu familia, iniciando lo que parece ser el principio del fin aunque –contra todo pronóstico– realmente sea todo lo contrario.

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13. Elliott Smith – «Between the Bars» – Either/Or (1997)

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Drink up one more time and I’ll make you mine.

Prácticamente cualquiera de sus canciones habría valido para estar en esta lista (de hecho la lista entera podría consistir en canciones suyas exclusivamente), pero quizá esta sea su más conocida, y no sin razón. Como si la botella de Johnnie Walker le estuviese hablando (Drink up with me now / and forget all about / the pressure of days / Do what I say / and I’ll make you okay / and drive them away / the images stuck in your head), Smith nos narra cómo el alcohol trata de convencerle de que le ayudará a ahuyentar todos sus problemas. Como retrato de la adicción –de un alcohólico empedernido, derrotado y sin metas– y del poder destructivo del alcohol, la canción es tan emotiva como estremecedora, con una melodía engañosamente tierna bajo la que late la dureza de la materia. Teniendo en cuenta la vida atormentada que llevó Smith, es difícil no ver los rasgos autobiográficos de la canción e interpretarla como un grito contenido de auxilio.

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14. Fabrizio de André – «Il Testamento Di Tito» – La buona novella (1970)

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Nella pietá che non cede al rancore / Madre, ho imparato l’amore.

Mientras agoniza clavado en la cruz junto a Jesucristo, el ladrón Tito recuerda cómo la sociedad le condenó desde sus inicios a una vida llena de pobreza y crimen sin jamás ofrecerle alternativa alguna. A lo largo de diez largos versos, Tito examina cada uno de los diez mandamientos al tiempo que desengrana cada uno de ellos, denunciando la doble moral y las mentiras de una sociedad –y religión– que en teoría predica dichas normas. De André forjó aquí el que probablemente sea el mejor disco sobre la vida de Jesucristo jamás hecho por un anarquista (¡ja!), y «Il Testamento Di Tito», siendo una de sus mejores canciones, resulta triste no tanto por el tono sino por el mensaje que conlleva: el de la debilidad y la hipocresía humanas.

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15. Fleetwood Mac – «Songbird» – Rumours (1975)

 

For you, there’ll be no more crying.

Pocas veces las constantes fricciones sentimentales entre los miembros de una banda han dado tanto juego. En clave de humor, Chuck Klosterman explicó la situación entre los miembros de Fleetwood Mac sucintamente:

«Nearly every song on Rumours is about breaking up with people, as it was written and recorded while (a) guitarist-songwriter Lindsey Buckingham ended a lengthy romance with shawl-clad singer Stevie Nicks, (b) bassist John McVie divorced singer-keyboardist Christine McVie, and (c) drummer Mick Fleetwood began mentally preparing himself to nail Stevie»

Por tanto, separaciones, rupturas y adioses son los temas que conjuntamente hilan Rumours, uno de los discos más vendidos de todos los tiempos. El caso de Fleetwood Mac es excepcional, desde luego, pero lo que está claro es que si no hubiese sido por eso la música no habría sido la que es. Cantada por Christine McVie al piano, «Songbird» es una preciosa canción de amor, aunque también se podría interpretar como un adiós inevitable. En todo caso, resulta ser una de las canciones más “amables” que versen sobre una ruptura.

 

Continua en «Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – II»

 

 

2 thoughts on “Sad bastard music: 45 canciones para llorar desconsoladamente – I

  • Creo que el hecho de que nos guste escuchar canciones deprimentes se debe a una especie de programación autodestructiva inherente a las personas. Nos gusta recrearnos en nuestras heridas, y si algo duele, hacerlo más profundo y doloroso con los medios que tengamos. La música es uno muy bueno, ya que los acordes y las letras nos llevan a dimensiones de tristeza en las que tal ves no nos encontrábamos, pero con las que terminamos o bien identificándonos, o haciendo nuestras.
    No por nada no suena tan llamativo escuchar canciones deprimentes cuando estamos felices, por muy buena que la canción sea.
    Me encantan Pictures of you y Guess I’m doing fine. Espero ver la segunda parte pronto 🙂

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