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«Paraíso perdido»: triunfo de la desobediencia frente a la tiranía de Dios

Horacio Otheguy Riveira.

Primera parte: El ángel caído. El más adorado por el Señor es castigado con dureza. En escena, desciende lentamente Satanás en la piel de una bella mujer. El desarrollo de la función, dividida en varias partes, avanza sembrado de monólogos interesantes que discurren con un lenguaje rico en matices, a veces cargante sin llegar a desvincularnos; la propuesta se mantiene viva y el debate frente al poema épico del inglés John Milton (Londres, 1608-1674) va creciendo en voluptuosidad, crítica social de los referentes religiosos, metáforas varias, símbolos que surgen de una mirada contraria a quien ponía en la picota el orden establecido —republicano frente a un gobierno monárquico—, pensador inquieto, transgresor políticamente inquietante. En síntesis, un desobediente a la doctrina que intenta abordar «lo divino» desde una perspectiva de gran belleza en el lenguaje, de polémica prestancia, pero en definitiva en busca de un acercamiento a la importancia de Dios, su figura, la luz que irradia frente al desobediente Satanás con su corte de demonios.

En este otro Paraíso perdido, de Helena Tornero y Andrés Lima, la cosa no va por ahí, muestran un evidente enfado con Dios y lo exhiben de diversas maneras: ciego como el propio Milton (que dictaba su texto), ciego como Hamm, el tirano de Samuel Beckett en Fin de partie, y sarcástico como un gángster de Chicago, whisky y tabaco, piernas cruzadas… En cambio, Satanás —asumido por una mujer— es más humano, valiente para desobedecer a pesar del previsible castigo, ante el cual Él se burla sin piedad. Esta bella versión del diablo por excelencia se alía con Eva, le ofrece la temida manzana, y decide dejar de ser costilla de Adán para ser ella misma y convertir en regocijo todo el placer que los cánones sagrados prohíben. Y, en un bellísimo desnudo integral frente al público, proferir gritos en defensa de la mujer, víctima histórica y presente de todos los dogmas que invocan a la divinidad como incuestionablemente patriarcal.

Paraíso perdido ofrece un juego escénico siempre interesante. Logra llegar a buen puerto una aventura dada por imposible; otro hallazgo de Andrés Lima, que vuelve a crear espacio teatral a un material en principio demasiado alejado de las posibilidades escénicas. A pesar de entrar en momentos de confusión y densidad bastante farragosa, las buenas artes de la puesta en escena permiten hallazgos audiovisuales sumamente atractivos para que toda blasfemia sea poca, y agnósticos y ateos festejen —junto a creyentes con espíritu crítico— una visión tan insólita como gratificante de un teatro de ideas político-religiosas dignas de admiración artística e ideológica.

Hay mucho y muy valioso dentro de esta caja de sorpresas, también contradicciones y temas que se apuntan y no se desarrollan. Como lo perfecto es enemigo de lo bueno, las flaquezas se cuentan dentro de un Anima Mundi a la altura de los espectáculos más logrados de este director, incansable buscador de senderos.

Comienzo con el ángel caído, castigado por desobedecer. Un Satanás interpretado estupendamente por Cristina Plazas, quien domina un texto muy denso con cuerpo y voz cautivadores, tanto en el vigor como en el dolor.

Foto de arriba: un Dios ciego para poder andar con un cuerpo desarticulado, viejo y enclenque que discute e impone cuanto puede. Foto de abajo: Dios es un tipo fácilmente confundible con un gánster de película americana; cercano, irónico y terrible.
Adán y Eva llegan al Paraíso y bailan mientras canta Fred Astaire  Cheek to Cheek (Heaven. I´m in heaven…). La feliz pareja descubrirá el amor, y sus intérpretes se irán despojando hasta quedar desnudos por completo en situaciones de notable lucimiento (Lucía Juárez y Rubén de Eguía).
Satanás declama junto a Culpa y Muerte (Laura Font y María Codony, respectivamente): voces musicales que entrelazan reflexiones y sentimientos, al margen de los libros sagrados.
Pere Arquilluè enriquece al sinuoso personaje de Dios: sus recursos son tantos que logra ser cara y cruz del todopoderoso, un tipo del que se burla sutilmente o se aferra. A sabiendas de que Dios es el mayor actor de todos los tiempos, narcisista extremo que no admite competencia.
«Me eduqué agnóstico, y creo en la capacidad de la duda. Satanás me reta hoy a hacerle preguntas a ese que se llama Dios, creador, autor. Hoy el teatro se mira en el espejo del mito, como los antiguos. Y John Milton, este ciego inmortal nos guía en estas tinieblas. Porque para los que no obedecemos se nos reservan las tinieblas. Para los que creemos que la manzana, ya sea de la bruja de Blancanieves o del Demonio, está muy buena. Y el pecado original extraordinario. Y Dios lo sabe. (Andrés Lima)

 

Basada en el poema épico Paraíso perdido de John Milton

Con texto y dramaturgia de Helena Tornero y Andrés Lima

Dirigido por Andrés Lima

Reparto (por orden alfabético)

Pere Arquillué Dios

María Codony Muerte

Rubén de Eguía Adán

Laura Font Culpa

Lucía Juárez Eva

Cristina Plazas Satanás

Escenografía y vestuario Beatriz San Juan

Iluminación Valentín Álvarez (AAI)

Vestuario Anna Tusell

Música original Jaume Manresa

Video creación Miquel Àngel Raió

Caracterización Cécile Kretschmar

Ayudante de dirección Laura Ortega

Ayudante de vestuario Amaranta Albornoz

Coproducción Centro Dramático Nacional, Teatre Romea y Grec 2022 Festival de Barcelona

TEATRO MARÍA GUERRERO: HASTA EL 18 DE JUNIO 2023

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Otras creaciones de Andrés Lima:

Shock. El cóndor y el puma.

Shock II. La tormenta y la guerra.

Prostitución.

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One thought on “«Paraíso perdido»: triunfo de la desobediencia frente a la tiranía de Dios

  • castigo, de dios, ante un juicio utópico. fiIN.

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