Mientras Otros Duermen de Fernando Samalea
MIENTRAS OTROS DUERMEN
FERNANDO SAMALEA
EDITORIAL: SUDAMERICANA
BIOGRAFÍAS – MEMORIAS
PÁGINAS: 576
Por Juliano Ortiz
Este es un libro de sonidos. Sonidos que vienen desde la infancia y mutan, una vez adolescente joven adulto, en forma de hombre baterista, hombre músico, hombre artista. El sonido acá se transforma en palabra continuando la primera parte de la biografía de Fernando Samalea, (Qué es un long play), que es la historia de Charly García, de Gustavo Cerati, de Calamaro, del rock argentino y más allá.
Samalea abre las puertas del período comprendido entre 1997 y 2010, para contar con sencillez, con alegre melancolía, lo que la memoria le dicta en imágenes que retrata cariñosamente, a modo de cronista. Las páginas dejan al lector la extraordinaria vida simple y agradecida que Fernando muestra, sin entrar en la oscuridad de los personajes. A pesar de ello, es un libro intimista y sincero.
“La música es una necesidad. Después de la comida, el aire, el agua y la calefacción, la música es la siguiente cosa necesaria en la vida. Simplemente, tocar un tema es un lujo”, dijo Keith Richards, idea que se cuela por cada anécdota que el autor respira, suda, emociona, y rememora en su oficio de escritor con detalles, con una juvenil mirada que no se desentiende nunca de lo que pasó, de lo bueno y de lo malo, con sus extravagancias, con sus exageraciones, con ese modo encendido que nunca se apaga. En ningún momento Fernando baja la guardia y se pone el traje de moralista, de juez, ni muerde las heridas ni las miserias de sus amigos, de los que ya no están, prefiere el humor, el recuerdo feliz en las horas más duras.
“Mientras otros duermen”, título llano pero atrapante, calza perfecto para describir esos años, como si todo alrededor de Samalea hubiera sido un constante vivir, un permanente ir y venir entre discos, guitarras, viajes, drogas, tragos, chicas, bandoneones, baterías, hoteles, groupies, canciones y más canciones.
“Se cerraron las cortinas. Una bola de espejitos comenzó a girar en el techo y se encendieron reflectores rojos, verdes y azules al ritmo de la canción “Night Fever” de Bee Gees. Abriéndose de repente un telón plateado, ingresó a la sala una negra escultural, vistiendo solo un guardapolvo blanco y tacos altos. “Hola, mi nombre es Solange”, dijo con gracia. Mostrando dientes perfectos, hizo un gesto pícaro con la lengua, para girar sobre sí misma, desabrocharse lentamente el delantal y dejar a la vista sus dotes por breves segundos. Se retiró dando pasos de baile, no sin antes aclarar que “estaría dispuesta para todo lo que deseásemos”.
Así, entre recuerdos de instantes propios como si fuera una película de Almodóvar, o entre diálogos de voces que son testimonio de una etapa alocada, festiva, con límites difusos pero con un sentimiento de amistad y compañerismo como solo el mundo de la música puede crear, así, el libro es una novela dinámica, pero también es un fiel relato, una crónica visual de lectura activa, como si Samalea hubiera sido un invitado especial, de primera fila, a todas esas partes de la religión musical y artística que se generaba.
Fernando Samalea es baterista y bandoneonista. Fue miembro de Fricción, Clap, A Tirador Láser, Sexteto Irreal e IKV, entre otras tantas formaciones de rock & pop. Fue el socio creativo que más le duró a Charly García. Como solista, editó 12 discos. En 2010 obtuvo el Premio Gardel al «Mejor álbum instrumental» con «Primicia». “Qué es un long play” fue su primer libro.