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«Los guapos», una vuelta al barrio con o sin rencor

Hada Torrijos Suelves

El debut del cineasta y escritor David Trueba como director de escena y dramaturgo con Los guapos en el María Guerrero de Madrid propone al espectador una vuelta al pasado, un debate todavía hoy muy utilizado en el panorama artístico sobre los que se van y los que se quedan, que ya Antonio Buero Vallejo plasmó con maestría en su obra El tragaluz (1967).

Pablo, uno de los dos protagonistas, interpretado por Vito Sanz, es abogado y acaba de ganar un juicio en Estrasburgo que ha sido muy mediático, lo que le ha otorgado un gran prestigio. En el otro lado, Nuria, a quien da vida Anna Alarcón, llama a su amigo de la infancia para que le ayude con un asunto legal, a pesar de no haberse visto en veinte años.

Los guapos es la historia de un reencuentro, muchos años después, en el mismo bar donde ambos pasaron parte de su adolescencia jugando al Flipper, flirteando y convirtiéndose en adultos, mientras el contexto social ya estaba, en su momento, decidiendo el futuro de ambos.

Nuria y Pablo, con trayectorias vitales diferentes, a lo largo de la hora y media de función, irán encontrando sus puntos en común a través de los recuerdos, el amor y la amistad. Todo ello pasando por la reconstrucción de un pasado que, en algunos momentos, empiezan a recordar de manera diferente: conversaciones que no llegaron a tener, confesiones ocultas o un amor de verano que siempre fue imposible que llegara a triunfar, porque “no pegaban ni con cola”. Y también es la historia de un rencor, un rencor convertido en envidia, donde el que se fue triunfó, pero la que se quedó jamás fue premiada, por no tener las mismas oportunidades. Esta dualidad es probablemente la intrahistoria que plasma Trueba, esa dicotomía social que termina construyendo el éxito de uno y el fracaso de otra.

Cabe resaltar ambas interpretaciones, tanto la de Vito Sanz como la de Anna Alarcón que, juntos, llevan al espectador a lugares del pasado olvidados con una gran verdad, aunque sus personajes estén construidos grosso modo sobre los estereotipos del bueno y la malota. Un pequeño espacio para la intimidad de sus yoes del pasado es lo que el público verá sobre las tablas.

Al final, la obra refleja eso de “el tiempo pone a cada uno en su lugar” y aquello de “el tiempo es la verdad”. Con el avance de la función, iremos viendo cómo Nuria dudará de Pablo e incluso le retará porque él no quiere ayudarle desde un primer momento, por no ser el caso propuesto su especialidad jurídica. Sin embargo, un giro final que, por otra parte, se va construyendo desde el inicio, otorgará al espectador la luz necesaria para saber que, en muchas ocasiones, es importante cerrar etapas, tener esas conversaciones y echar la vista atrás para reconstruir lo que nunca llegó a ser.

Un ejercicio de memoria propia e histórica sobre la bifurcación de los caminos vitales, un sendero de recuerdos en un pasado que sigue latente para ambos en cuanto cruzan las miradas.

 

 

 

Texto y dirección David Trueba

Reparto Anna Alarcón y Vito Sanz

Escenografía y vestuario Beatriz San Juan

Iluminación Pedro Yagüe

Música y espacio sonoro Iñaki Estrada

Asesoría de movimiento Carla Tovias

Ayudante de dirección Aina Tur

Ayudante de escenografía y vestuario Arantxa Melero

Ayudante de iluminación Paloma Cavilla

Realización de escenografía Mambo Decorados y Sfumato Pintura Escénica

Diseño de cartel Equipo SOPA

Producción Centro Dramático Nacional y Bitò

Se puede ver en el teatro María Guerrero hasta el 9 de junio, de martes a domingo a las 20.00h.

Tras su paso por el CDN, podrá verse en el Festival Temporal Alta de Girona y, a final de año, en la Sala Beckett de Barcelona. La obra iniciará gira por España a partir de enero de 2025.

 

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