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Los caracoles de Patricia Highsmith

Por Silvia Pato (@SilviaP3)
La estadounidense Patricia Highsmith (1921-1995) fue una de las escritoras de suspense más famosa del siglo XX. Comenzó a escribir siendo una niña y no dejó de hacerlo hasta su muerte. En total, su obra supera una treintena de novelas, ocho colecciones de cuentos, ensayos y textos diversos, además de una gran cantidad de material sin publicar.

Fuente: Wikimedia/By Open Media Ltd (Open Media Ltd) [CC BY-SA 3.0]
Seguramente, uno de los motivos que aumentó su popularidad fue la adaptación cinematográfica que Alfred Hitchcock realizó de su primera novela publicada, Extraños en un tren (1950). Ella tenía 28 años y vendió los derechos de la novela a un abogado por 7.500 dólares. Lo que descubrió después fue que detrás de ese letrado se escondía el mítico director de cine. Sin embargo, aunque esta jugada le saliera bien a Hitchcok, posteriormente, se encontró con un problema. Ningún escritor quería adaptar semejante novela de una autora desconocida. Entre los muchos que recharazon encargarse del guión se encontraban Thorton Wilder y John Steinbeck, hasta que hubo otro que, al fin, aceptó: Raymon Chandler, aunque los encontronazos entre director y guionista desde ese momento estuvieron servidos.
Cinco años después, apareció uno de los mayores éxitos de Highsmith: El talento de Mr. Ripley, primero de una serie protagonizada por el emblemático personaje que da título a la obra, y con el que ganó el Gran Premio de Literatura Policíaca. Esta novela también fue llevada al cine en numerosas ocasiones.
Pero si hay una curiosidad biográfica que asombra a todo aquel que la descubre cuando se habla de Highsmith es su pasión por los caracoles. Y no, no en lo que respecta a degustarlos, sino que los convirtió en sus mascotas.
Esta amante de los animales tuvo seis gatos a los que adoraba, pero no eran los únicos. Un día, cuando descubrió en una pescadería a un par de caracoles entrelazados, quedó tan fascinada que decidió adoptarlos como mascotas. Lo que podía parecer  una simple anécdota no quedó ahí. La escritora montó en el jardín de su casa un criadero de caracoles y llegó a contar con trescientos ejemplares.
Highsmith no ocultaba su pasión. Le transmitían tranquilidad y los prefería antes que a las personas, e incluso llegó a presentarse a algún evento social con un bolso de mano lleno de lechuga y un centenar de caracoles dando cuenta de ella. Cuando se mudó a Francia, pesaba la prohibición de introducirlos en el país; aunque consiguió saltársela, por su cuenta y riesgo, metiéndolos de contrabando escondidos en sus ropas, bajo su pecho, para lo que tuvo que hacer un montón de viajes, ya que los portaba de docena en docena. Imagínense.
Fuentes: Sin embargo, El Cultural
 
 
 

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