«La vuelta de Nora»: la heroína del XIX regresa convertida en una dama de hierro
Por Horacio Otheguy Riveira
Lucas Hnath (Orlando, Florida) estrenó en 2017 «Casa de muñecas 2», aquí titulada «La vuelta de Nora». Contaba con 35 años. Fue un gran éxito en Nueva York, lo que le permitió recorrer mundo. Esta versión española resulta admirable en su concepción escénica e interpretación, pero también muy valiosa ideológicamente por las contradicciones que afloran en quien fue la heroína que en 1879, de la mano del mayor dramaturgo de la época, Henrik Ibsen, daba el primer portazo de la historia a un matrimonio donde fue humillada por su marido. Aquel contexto se transforma en otro, 15 años después. No se aclara la fecha exacta y la puesta en escena es ambigua, ligeramente antigua, moderadamente contemporánea. Lo cierto es que aún Nora depende de su marido, ya que sólo él puede solicitar el divorcio sin dar explicaciones, y ella en cambio tendría que demostrar una serie de agravios indemostrables.
Entonces hubo un núcleo familiar en el que el banquero era un tipo insaciable y moralista acérrimo, fiel a las presiones sociales de su ambiente, y ella una «muñeca» que ansiaba convertirse en mujer. Ahora regresa rica, altiva, pidiendo ese divorcio porque está en peligro social en manos de un juez que la quiere ver destruida. Hombres y leyes a por ella una vez más. Ahora es un modelo libertario para miles de mujeres. Su pontificado se postula a través de libros que la han hecho rica. Este imposible a comienzos del siglo XX (cuando se sabe que las mujeres escritoras se defendían con seudónimos masculinos) tiene la mirada de un autor de ahora, y tal vez por eso cambia profundamente el perfil encantador de aquel personaje que se convertía en una serena fiera dispuesta a abandonar marido, hijos y confort económico para buscarse a sí misma. Una revolucionaria que nos dejaba con el portazo en la cara, preguntándonos qué será de ella. Nuestra amada Nora que ha tenido múltiples versiones teatrales en todos los idiomas y varias películas, y convertido su autor en material de estudio.
La que ahora regresa es una mujer muy fría, incapaz de empatizar con los personajes que encuentra en la casa a la que llega pidiendo ayuda: una hija igualmente fría y altiva, valiente en la defensa de sus intereses. Una niñera que se ocupó de sus tres hijos y que fue auténtica madre suya, y Torvald, el menospreciado marido, «un hombre bueno que me ahoga».
Lo que varía fundamentalmente es que el personaje socialmente despreciable de la primera obra, es aquí un pobre hombre feliz como un niño hasta que vuelve a ver a su esposa, de quien no se divorció. Indignada, ella le pide ese divorcio… pero descubre un mundo sórdido, macabro e inusualmente tierno a la vez, que vuelve a descompaginarla.
A partir de ese momento la trama deambula en una cuerda muy peligrosa, pero sumamente interesante, salvada hasta el momento final, con una serie de aportes argumentales bien cargados de acción dramática. Se habla todo el tiempo, con pocas o nulas acciones físicas, pero entre sorpresas hilvanadas con acierto, el atractivo crece, se desarrolla con rigor en la dirección de actores y mucho calor humano en los cuatro intérpretes, con lo que se nos ofrece una panorámica contradictoria que enriquece la propuesta.
Nora es una feminista acérrima, egocéntrica, que defiende la causa de las mujeres en la variada lucha por sus propios intereses, que en sus libros deplora la cárcel del matrimonio y otras dependencias emocionales, pero es incapaz de empatizar, de ponerse en lugar de quienes la amaron y aun están dispuestos a jugársela por ella, lo mismo un hombre que dos mujeres cercanas. Tiene un punto antipática, como todo revolucionario que plantea situaciones incómodas, y al mismo tiempo enlaza con una necesidad de demostrar que no sólo ha podido salir adelante, sino que lo ha hecho con sobrehumano esfuerzo (estuvo dos años en una cabaña sin hablar con nadie). Pero esta suficiencia que deplora la «condescendencia» masculina la presenta como un ser que sólo atiende sus propias necesidades, por muy justas que por momentos parezcan.
A su lado, el marido, por el contrario, ya no da muestra alguna de aquel del siglo XIX, muestra una vulnerabilidad que entonces no tenía, una especie de eterno adolescente que no ha podido estar con otra mujer en 15 años, ni siquiera cuando parecía volver a casarse, y no pudo «porque tuve miedo».
Esta Casa de Muñecas 2 carece de la exaltación feminista que se esperaba. En cambio, ofrece una mirada en la que los cuatro personajes presentes luchan por sobrevivir en medio de un llamativo desamparo, y en el centro de todos, la grandeza de la protagonista consiste en exhibir su fortaleza y su debilidad: fuerte para seguir luchando en las peores condiciones y muy débil, muy cobarde, para relajarse y amar, más allá de su imperiosa necesidad de amarse a sí misma.
La niñera y la hija son personajes nuevos, cada una con escenas importantes para el desarrollo de una función que el director Andrés Lima enmarca en una atmósfera austera muy valiosa, un ambiente casi policiaco, de serie negra escandinava (los personajes originales son noruegos), y en el que los intérpretes brillan con vigoroso talento. Toda la pieza está estructurada en sucesión de escenas con dos personajes; escenas que unen la intensidad emotiva con la carga ideológica, logrando una sobresaliente armonía. Y en ella, las tres actrices y el único actor encuentran la cadencia justa para exhibir los ángulos fascinantes de sus complejos personajes.
Cabe preguntarse: ¿Cómo puede resultar este espectáculo para quienes no conocen el original de Ibsen? Pues creo que mucho más rico en sugerencias y posibilidades de debatir los urticantes temas que aquí se plantean. Sin prejuicios ni presupuestos históricos.
NOTA AL MARGEN En este mismo escenario se presentó Casa de muñecas en una versión inolvidable que rompió el esquema tradicional con que se conocía la obra, con unos protagonistas físicamente atípicos: Amparo Baró y José María Pou. Sucedió en 1983, con dirección de José María Morera y adaptación de Ana Diosdado.
LA VUELTA DE NORA. Casa de muñecas 2.
Autor: Lucas Hnath
Traducción: Verónica Huerta
Ayudante Dirección: Laura Ortega
Productor Ejecutivo: Nicolás Belmonte
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan
Sonido: Jaume Manresa
Iluminación: Valentín Álvarez
Ayudante Iluminación: Manolo Ramírez
Producción: Andrés Belmonte
Diseño gráfico: María La Cartelera
Diseño Web: Bazinga Studio
Decorados: Mambo Decorados SL
Jefe Técnico: David González
Gerente: Afonso Montón
Técnico Iluminación: Xavi Blanco
Sastra: Pura Fernández
Secretaría: Eva Sánchez
Del 25 de abril al 23 de junio Teatro Bellas Artes de Madrid
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Nora, 1959: brillante ejercicio del teatro español
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