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La banda sonora de “En el camino”, de Jack Kerouac

En el camino es la novela más aclamada del poeta y novelista beat Jack Kerouac, quien según la leyenda la escribió en un sostenido esfuerzo de conciencia (y según algunas versiones, con varias dosis de estimulantes) durante 3 semanas, en abril de 1951. Su influencia en la narrativa estadunidense y en la literatura mundial no es menor: la poética de Kerouac, basada en la musicalidad de la frase y en interrumpir lo menos posible el hilo de las palabras con estorbosos signos de puntuación, fueron legados señeros para muchos otros artistas y escritores.
Pero otra forma de disfrutar de la novela es asomarse a la escucha de la música, que a ratos se transforma en un personaje más en el recorrido de costa a costa que emprenden Dean Moriarty y Sal Paradise: ambientada en los años 40 del siglo pasado, en plena efusión musical del jazz, la novela de Kerouac también se deja tocar por la fuerza y emoción de las bandas de la época.
La escena musical de Los Ángeles forma el “ruido de fondo” de algunas secciones, al igual que los discos de vinilo durante las fiestas, las rocolas, y la explosión de bop que conforma el correlato sonoro de una expresión vital. Podemos escuchar el “cuerno” de Miles Davis sonando junto al del trágico Charlie Parker en momentos, pero también a Red Norvo y Dexter Gordon, quienes aparecen como fantasmas o referencias en las peripecias de los personajes.

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Una lista de reproducción de YouTube permite ahora que nos enganchemos en la cadencia de la batería, en los juegos de ida y vuelta de saxofones y trompetas, mientras las páginas de En el camino se van llenando de humo y nuestros ojos se transportan a un momento señero en la literatura universal: aquel en el que la novela se liberó de sus cadenas miméticas, tan cercanas a la retórica tradicional, para dejarse contagiar por el ritmo reconocible pero inclasificable de la frase coloquial, del tren de conciencia, de la emoción vuelta gesto y palabra.
El propio Kerouac advierte en diversos ensayos y poemas respecto de la “prosa espontánea” que: “El tiempo ser de la esencia en la pureza de la palabra, trazar lenguaje es flujo imperturbable desde la mente de las secretas ideas-palabras personales, soplando (como en el músico de jazz) sobre el sujeto o la imagen”.
Esta declaración permite al lector advertir también la exigencia que se requiere de él o de ella: al pasar los ojos por las palabras y decodificarlas en frases, escenas y capítulos, no debemos pasar por alto que la obra de Kerouac está pensada para ser una partitura musical más que un libro tradicional, en la cual el lector asume el papel de “ejecutante”, como un músico que no solamente toca las notas que el pentagrama le indica, sino que añade a ellas su propio ritmo, su propia expresión y cadencia. Embriagadora sensación de la lectura atenta y la escucha sin moderación: legado —no el único ni el menor— del gran Jack Kerouac.

*Imágenes: 1) Wikimedia Commons; 2) CPB films

 
 

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