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«IRMA VEP»: Un parque de atracciones para cinéfilos

Por Gerardo Gonzalo.

Este pasado verano, HBO Max estrenó la miniserie Irma Vep, de Olivier Assayas. Una historia que nos cuenta las peripecias del rodaje de una serie de televisión, que adapta una nueva versión del clásico del cine mudo francés, Los Vampiros (Louis Feuillade, 1915)

Recuerdo que hace 12 años vi la película de Feuillade. Nada más y nada menos que 420 minutos de cine mudo. Pero lo recuerdo con agrado, y dentro del contexto y la mirada condescendiente que a veces hay que tener con el cine de esta época, la película resultaba bastante entretenida, no dejaban de pasar cosas. Se trataba de un film dividido en 10 episodios (¿una serie? ¿será esta la primera serie?), que nos contaba las aventuras de una banda de criminales. Acción y entretenimiento, con escenas casi inverosímiles para la época donde, por ejemplo, se escalaban edificios, trenes pasaban por encima de los actores, había grandes saltos desde ventanas, y todo ello salpicado de bastantes dosis de sadismo y violencia. Su protagonista principal era Musidora, una actriz y mujer de gran singularidad para la época, que interpretaba el papel principal, Irma Vep.

Ahora, el muy productivo y ecléctico realizador francés Olivier Assayas, ha tomado como referencia la obra de Feuillade, pero no tanto buscando una recreación de la historia, convertida aquí en una mera excusa, sino como una forma de acercarse, partiendo de este mito fundacional del cine, tanto a este arte como a la propia vida. Así, Assayas nos introduce en el rodaje de la serie, y aunque lo acompaña en paralelo con las secuencias originales de 1915, la intención del director, es sobre todo sumergirnos en las derivas personales y profesionales de todos los integrantes de la ficción y transmitirnos la pasión por el cine, tomando como eje la presencia en la producción de una estrella de cine internacional, que anhela alcanzar cierto prestigio como actriz, interpretando el papel protagonista de la peli original.

Ya en 1996, el realizador francés nos presentó una especie de boceto audaz e ingenioso,  que en 2022 desarrolla de un modo más convencional. Protagonizado por su entonces pareja Maggie Cheung, Assayas elaboraba un valiente e interesante ejercicio de metacine. Fresco, vigoroso, con un final que es pura vanguardia, es el germen y la base de la serie que nos ocupa.

Assayas compone un relato trepidante, a veces caótico y otras emocionante, de lo que es un rodaje y de todo lo que lo rodea. Lo hace sustentado en dos superlativas interpretaciones, las que realizan Alicia Vikander, la protagonista, y el director de la serie, interpretado por Vincent Macaigne. Ambos arropados por un elenco de personajes arquetípicos y un contexto plagado de circunstancias  dispares, donde se entremezclan el cine, el arte, la pasión, el negocio, los egos, etc. En resumen, un retrato vital de lo que supone levantar una serie y de las grandezas y miserias por las que pasan sus artífices.

Alicia Vikander, en el papel de estrella hollywoodiense integrada en una producción europea, está espléndida. Guapa, atractiva y seductora, encarna a una actriz muy profesional, moderna, sofisticada, transmitiendo un estado de casi permanente tensión sexual, que además de lidiar con un momento personal complejo, está intentando determinar el rumbo que debe tomar su carrera. Lleva el peso principal de la serie y alrededor de ella, giran el resto de los personajes.

Pero junto a Vikander, hay otro gran personaje, el del director, encarnado por un gran Vincent Macaigne, trasunto del propio Assayas. Su interpretación es simplemente portentosa. Capaz de recorrer todos los estados anímicos posibles, el nivel de la serie se eleva cada vez que aparece en pantalla. Macaigne nos muestra un personaje extremo, imperfecto, neurótico, adorable, sensible, violento, caprichoso, frágil, déspota, generoso, paciente e impaciente. Todo a la vez. Su interpretación es un prodigio, que nos muestra el fino equilibrio que un creador debe mantener entre su visión artística y el complejo entramado burocrático y empresarial que sustenta toda producción audiovisual.

El personaje de Macaigne, que también encarna a Feuillade (como Vikander hace a su vez con Musidora) se convierte en el propio Assayas, que inserta su propia vida en la serie, resultando conmovedores y estremecedores los momentos en que evoca, con sentida emoción, su relación real ya pasada con Maggie Cheung, en una mezcla de nostalgia y cariño de una sensibilidad fuera de lo normal.

Por otro lado, la propia Vikander es en cierta manera poseída por el espíritu de Irma Vep, conectando ficción y realidad, en un ámbito de realismo mágico, que permite a la actriz convertirse en el papel que interpreta y servirse de su personaje para manipular la realidad cual fantasma o aparición que recorre la noche parisina.

Todo ello en el contexto de un rodaje, mostrado como un espacio a veces algo anárquico, pero lleno de pasión y efervescencia, que avanza a pesar de todo, y que como si fuera la gran carpa de un circo ambulante, al finalizar el trabajo, se levanta y desaparece, quedando ya solo el recuerdo y el recién encontrado vacío tras una convivencia y hermandad extremas que igual que llegan se van.

Un festín cinéfilo, nada obvio en su desarrollo, salpicado de enredos, relaciones amorosas, erotismo, comedia, drama, aventuras, intriga, emoción, fantasía… En resumen, todo lo que es el cine y la vida, aquí ensamblados a través de la inspiración de una ficción rodada hace más de 100 años, que en esencia buscaba lo mismo que el cine contemporáneo, entretener y emocionar y esta serie, lo consigue.

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