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Historia y ficción con la antipsiquiatría en el banquillo de un «Caso Clínico»

Horacio Otheguy Riveira.

Graeme Macrae Burnet es un autor escocés muy dado a los juegos literarios, quedándose cada dos por tres con el lector, confundiéndolo y a la vez obsequiándole con galimatías o capítulos admirables narrativamente compactos. Va y viene en tres títulos que coquetean con el suspense o el terror (Un plan siniestro, La desaparición de Adele Bedeau, por ejemplo), mientras escribe su cuarta novela, tenemos en Caso Clínico un magnífico ejemplo de su capacidad para fundir datos reales, históricos, con fantasía abundante, mientras crea algunos personajes de gran interés y urde una trama de intriga. Como juega demasiado, hay ráfagas de inconsistencia, pesadez, alargamiento superficial y no menos artificial el uso de personajes que existieron con otros de su invención, pero recomiendo tener paciencia, ya que una vez que pasamos de largo por esas zonas difusas, prescindibles, entramos en páginas que nos inquietan y seducen, empujándonos a últimos capítulos de gran interés.

A partir del presunto suicidio de la bella, inteligente y muy adorada Verónica, su acomplejada hermana se hace pasar por una opuesta a sí misma, una especie de femme fatale para llamar a la puerta del célebre psiquiatra que atendió a aquella con desgraciado final. El doctor Braithwite la atiende en sesiones típicas de un antipsiquiatra famoso por su comportamiento insolente y sus libros donde desprecia las reglas impuestas por las terapias de adaptación, valorando sobre todo las neurosis y enfermedades mentales por encima de la tiranía de la sociedad. Pero el trayecto no será fácil, ni para el personaje… ni para el lector. Se plantean muchas historias y emociones que se cruzan con el propio autor como un paciente, y nosotros a medias, sin saber, exactamente, qué papel jugamos.

La protagonista femenina se dice en un momento crucial: Siempre hay algo en marcha… si me fijo lo suficiente. Hay pequeños dramas desencadenándose por todas partes a nuestro alrededor… Y de eso se trata en esta búsqueda de explicaciones a un suicidio y muchos otros, también el de quien se inventa un alter ego y acaba descubriendo zonas impensadas de sí misma y de la realidad. De capa en capa, conviven los viajes interiores de una mujer y los de un terapeuta saturado de contradicciones y violencias, internas y las que ejerce sobre sus pacientes. Sentado en un banquillo peculiar… el juez más drástico, incapaz de la menor consideración será él mismo.

«… Empecé a preguntarme si no me estaría hipnotizando; si sería eso lo que se experimentaría bajo la hipnosis: una monumental ralentización del tiempo. Desde luego, sentí que toda mi voluntad se escurría y me abandonaba para quedar unida a la suya. Cuando mi mirada regresó a su cara, él frunció los labios de una manera casi imperceptible. Entendí que se estaba comunicando por medio de este ínfimo movimiento. Me estaba diciendo que él podía permanecer en silencio el tiempo que fuera necesario y que lo haría hasta que yo cambiara de asiento; los dos sabíamos que esa era la cuestión y que aquel compás de espera se prolongaría hasta que yo me moviera.

En lo que a mí respecta no deseaba ofrecer la menor resistencia, pero Rebecca Smyth no consentiría de buenas a primeras que la mangonearan de esa manera. Ella estaba hecha de una pasta más dura. Sin embargo, no había otra alternativa. Me levanté y examiné la estancia. Mi primer instinto fue dirigirme a la silla de mimbre, pero me lo pensé mejor. La silla de mimbre era un caparazón acogedor. Braithwaite interpretaría mi elección como un intento de ponerme a resguardo. En su lugar, seleccioné la opción menos atractiva: la silla de respaldo recto que Braithwaite había ocupado durante nuestra cita anterior. Estaba posicionada a unos centímetros detrás de su hombro derecho. Como es natural, creí que se levantaría e iría a sentarse en el sofá que yo había dejado libre, pero en vez de eso, dio una vuelta en redondo, de tal forma que se quedó sentado a mis pies, como un niño que espera a que le cuenten un cuento. Experimenté una sensación momentánea de dominio desde mi posición elevada. Luego fui consciente de que, desde donde él estaba sentado, quizás pudiera mirar por debajo de la falda, y de que ese había sido el motivo que me manipulara para que me sentara en la silla de respaldo recto. Ladeé las piernas hacia la derecha y mantuve los tobillos y las rodillas muy juntos.

—Ahora que estamos cómodos, ¿qué tal si jugamos a una cosa?

—No me gustan los juegos.

—Este le gustará. Usted me cuenta su primer recuerdo y yo le cuento el mío.

—¿Y qué pasa si yo no quiero escuchar el suyo? […]

El autor, Graeme Magrae Burnet (Escocia, 1967): «Me gusta que en mis libros no haya una versión definitiva de lo que es verdad o mentira».
R. D. Laing (Escocia, 1927-Francia, 1989) influyente médico en el movimiento de antipsiquiatría, aquí un personaje de peso en la historia que se cuenta, y sobre todo en el perfil del inventado doctor Braithwaite.
Psiquiátricos liberados a medias, muchos trastornos de la conducta de pacientes y de la propia psiquiatría van rompiendo reglas, pero según cada sociedad muchas personas viven situaciones desesperadas. Esta novela, Caso Clínico, es una interesante introducción al tema.

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