Entrevista a Pedro García Cueto, por «Las nubes pensativas» (y otras obras)
Por Jesús Cárdenas.
Ensayo, novela y poesía son cultivados por Pedro García Cueto (1968), un autor prolífico en los últimos años. En la obra del madrileño la crítica, el cine y la literatura se urden en un tejido de luz. Los resultados de sus investigaciones sobre Juan Gil-Albert, Francisco Brines o García Montero han visto la luz en distintas publicaciones de interés crítico. La fusión de lectura atenta, análisis y exploración conviven hasta devenir en una escritura singular. Sus escritos, que nacen de una intensa labor de lectura y reflexión, son de estilo depurado, mostrando esa sencillez que sigue sumando lectores en los distintos géneros.
Comenzando por la poesía, y a tenor de tus tres libros de poemas, el último La caligrafía del mar (Ondina Ediciones, 2022), ¿te definirías ante todo como poeta?
Empecé escribiendo poesía y me influyó un profesor de 3º de EGB que nos ponía los poemas en la pizarra, yo fui el único alumno que los copió todos durante el curso y me premió con una postal en un viaje a Grecia. Tenía ocho años, la poesía es reflexión, me ha ayudado ante las dificultades de la vida, ha sido mi compañera. He recitado muchas veces poemas de Cernuda, Lorca, Gerardo Diego, Bécquer, Rubén Darío (al que considero el primer poeta que resonase), en mi casa, para mí mismo. Lo he hecho con mis alumnos, porque creo en la sonoridad del verso, en el eco de las palabras, en esa hondura del lenguaje poético. Sí, me defino como poeta y muchas veces me llamo a mí mismo poeta, para mis adentros, cuando me encuentro desmotivado con la enseñanza, por ejemplo, que arrastra un tiempo duro, porque la desgana de los alumnos y de la sociedad entera por aprender.
Se ha dicho de tu poesía que se sumerge en lo íntimo mediante el empleo de un estilo claro, y de otro lado, en tus poemas resuenan ecos de la tradición literaria clásica, ¿estás de acuerdo con estas afirmaciones?
Sí, en La caligrafía del mar he querido sumergirme en el mundo clásico, es un libro donde resuena Virgilio, Plinio, todo ese universo que empecé a leer de niño cuando me encontré con Homero y La Odisea. Sin tener muchos libros en casa, ya me apasioné por la lectura. Laten en el libro escritores suicidas como Paul Celan, Alfonsina Storni, que se adentraron en las aguas, para encontrar un motivo a la existencia. Pero también escritores que han centrado su obra en el mar como Herman Melville o Joseph Conrad o el poema a Shelley que murió en un naufragio. Lo escribí en un verano en Calpe y sentí que, al mirar el mar, sentía que al igual que un libro, el mar tiene su caligrafía, como si en las pausas de las olas al romper en la orilla, hubiera comas, todo me invitó a imaginar el mar como un motivo existencial, dada mi pasión por novelas como La muerte en Venecia de Thomas Mann, al que dedicó un poema. Me gusta el estilo claro, quiero que mi poesía sea comprendida, pero a la vez que no carezca de emotividad, que el lector sienta lo que yo, se sumerja en el eco que dejan las palabras. El verso tiene su ritmo y su sonoridad y aunque no mida exacto puede transmitirnos la belleza del mundo. Por ello, mis tres libros buscan la emoción, como el que dedico a Francisco Brines en La caligrafía del mar donde converso con él, porque me enseñó mucho y fue mi maestro y todavía lo siento dentro de mí.
Se dice que los libros de poemas bien escritos no venden, o venden sólo los poetas mediáticos. ¿Qué piensas a propósito de la polémica “poesía escrita para muchedumbres versus poesía escrita para minorías”?
Creo que triunfa una poesía que muchas veces no es poesía en realidad, son pensamientos, emociones, muchas veces, como si fueran escritos por un adolescente, pero falta pulir las palabras, darles toda su hondura. Vivimos tiempos raros, donde lo que vende no es siempre literatura, sino otra cosa, puro marketing, gente que vive en las redes y exporta cualquier idea sin madurar. Hay muchos lectores que se dejan seducir, pero yo creo más en la literatura que es convivencia y que te persigue, como la Maga de Rayuela, o el personaje de Yvonne de Bajo el volcán o Justine en El cuarteto de Alejandría, seres que son más reales que los que conoces en la propia vida. Caminar con ellos es ser más persona, ser otro, como le ocurre a los actores, transformarse en otro ser para empatizar más con el mundo y creo en la literatura como una construcción personal, que enriquece nuestras vidas. Creo que, salvo algunos casos, venden más los mediáticos.
En tu quehacer crítico te ocupas del cine, no sólo como crítico de cine sino además por publicaciones como Sombras del celuloide (2022) y la novela Renglones en la lluvia (2021). ¿Qué hallazgos encuentras en la pareja que forman cine y literatura?
El cine forma parte de mi vida, lo descubrí en los programas de los sábados en los años setenta, en Sábado cine, luego yendo a la Filmoteca, muchas veces solo, era una forma de estar acompañado, de enriquecerme. Mi tío por parte paterna me habló de muchos actores y películas y fue mi cicerone, me abrió el sendero de un universo maravilloso. Me encanta el cine clásico y lo veo muchas veces, no me canso nunca de ver las películas de Billy Wilder, de Vincente Minnelli, de Mankiewicz, de William Wyler, de tantos otros. También el cine británico como el que dirigió David Lean o las películas magníficas de Htchcock, sin olvidar el cine italiano, soy un enamorado del cine de Visconti, me encanta Fellini y admiro mucho a cineastas españoles como Berlanga, Saura, Víctor Erice, Bardem, Mario Camus, Julio Medem y otros muchos. En los dos libros que he escrito sobre el cine he hablado de los solitarios y los perdedores en el cine, porque siempre he pensado en el hombre solo que va al cine para llenar su cine, por eso escribí Solos ante el cine (Anaya) y Sombras del celuloide (Amarante). En Solos ante el cine, ya hablo de la relación literatura y cine a través de la película que Visconti creó a partir de La muerte en Venecia de Thomas Mann, donde comparo la novela y la película. El cine es visual, pero también narrativo y creamos nuestra propia película, al igual que creamos nuestra propia novela. Soy un apasionado de ambos mundos. Pronto publicaré El universo de Visconti, donde escribo todo su cine y he publicado para la editorial Ágora S. XXI, con venta en Amazon, mi libro sobre uno de mis actores míticos, Robert De Niro, titulado La complejidad del actor, Robert De Niro. Quiero escribir un libro sobre mis actores y actrices favoritas, con nombres como Jack Lemmon, Audrey Hepburn, Jean Seberg, Peter O´Toole, Dirk Bogarde o Marlon Brando, entre otros.
Y como crítico de cine me siento muy cómodo, doce años colaborando en la revista Versión Original, revista de la Filmoteca de Extremadura, que llevan los hermanos Paco y Tinti Rebollo. Fue un placer estar en la gala de clausura del festival de cine de Cáceres, invitado por ellos y con mis compañeros de la revista, lo pasamos genial hablando de cine.
Una vez leída Las nubes pensativas (Ediciones en Huida, 2023), quedamos entusiasmados con tu homenaje a la vida novelada de Luis Cernuda. Al construir los personajes, ¿fijas tu construcción en tipos reales u obedecen a la imaginación?
Me gusta la ficción, pero al igual que mis dos primeras novelas, La primavera de nuestro desencanto y Los bulevares de invierno, que transcurrían en la primera en la Guerra Civil española y la segunda en la ocupación nazi en París, con los mismos personajes, hay mucho de mí en los protagonistas. El personaje principal es profesor y escritor, luego en Renglones en la lluvia quise recrear el mundo de la caza de brujas, pero a través de un actor, Tony y una guionista, Susan. Existe un amigo que se llama Tony y yo estudié Arte Dramático en mi juventud, aunque luego derivé hacia la Filología hasta doctorarme con una tesis sobre Juan Gil-Albert, en la UNED, porque trabajaba y estudiaba a la vez.
Tanto me ha interesado la vida de Cernuda, que pensé contar su historia, desde mi mirada, creo que la combinación de lo que ocurrió y lo que imaginamos es perfecta y crear personajes inventados junto a personajes reales me apasiona. Por ello, ahora espero la publicación de Lorca, espejo y sueño, que publicará Dalya en breve, donde me pongo en la piel de Lorca desde la primera persona. Un paso más, sin duda, donde cuento los años de éxito en el teatro del gran escritor granadino, expresando su mundo interior, su melancolía, su nostalgia y sus momentos de dicha.
Considero que la combinación de la narrativa basada en hechos reales me gusta más y me siento más cómodo en ella.
Respecto a tu última publicación ensayística, La llama poética de Luis García Montero (Sonámbulos Ediciones, 2023), reflexionas tan ligera como esencialmente antes que ofrecer un análisis pormenorizado. ¿Cómo explicas brevemente ese estilo que aúna el compromiso ético y estético?
Sí, se ha escrito ya mucho sobre la obra de Luis García Montero y quería que fuera una mirada de lector, que, como decía Brines, construye su propio poema al leer al poeta. Por ello, quería hablar de sus principales libros, pero no hacer un estudio académico, porque la idea era crear un libro que acercase al lector a un poeta importante de nuestro tiempo, que ha sabido conectar muy bien con el público. Había escrito sobre su obra como crítico y pensé que un libro sobre su obra poética completa sería interesante. El compromiso ético de Luis es evidente, ya que habla al pueblo, además ha escrito crítica, ensayo y novela, y es también director del Instituto Cervantes; su labor cultural es continua. Quería también finalizar con el libro Un año y tres meses que dedica a Almudena, un libro emocionante y muy verdadero, porque nace del año y los meses que Almudena estuvo enferma, hasta morir.
Por último, sigues cultivando las reseñas críticas, aún no pagadas, háblanos de cómo ves el panorama crítico literario en España.
Pues casi siempre como un amante de la literatura que escribe sobre muchos autores, porque ama escribir y publicar, pero no está pagado, salvo en algunos suplementos culturales. Normalmente, nadie ve el esfuerzo detrás del escritor, no ven el tiempo, la dedicación, el esfuerzo, cuando tienes una familia, una profesión, como la enseñanza, cada vez más compleja. La crítica es también una forma de mirar al otro y entender tu propia poesía o tus propias novelas, es un acto de empatía, de entendimiento hacia el que escribe y la buena reseña nace de ese esfuerzo de entender el universo del que escribe. Creo que el acto de amor que hacemos al escribir y ganar poco o nada viene de una necesidad interior y lo seguiremos haciendo, porque, como el espectador de una película, necesita ir al cine, para entender el arte verdadero, que se produce en una sala oscura, donde vives con pasión lo que otros, que no conoces, comparten también. Escribir es un destino, si se puede vivir de él sería estupendo y si no pues seguiremos haciéndolo, porque lo necesitamos para responder nuestras dudas ante la existencia.
Gracias por la entrevista, querido Jesús, espero que te haya resultado interesante. Felicito a Culturamas y a ti, por la labor realizada para difundir nuevos libros y nuevos autores.