El Romanticismo ruso en época de Pushkin
Por J.F. Pastor Pàris
El Romanticismo ruso en época de Pushkin
Museo del Romanticismo
C/San Mateo, 13. Madrid
Hasta el 18 de diciembre
En este próximo día dieciocho de diciembre se despide una de las exposiciones más curiosas y evocadoras entre las que llevamos disfrutando durante este cálido otoño madrileño. El Romanticismo ruso en época de Pushkin, acogida por nuestro entrañable Museo del Romanticismo de Madrid, ha supuesto un broche al año Dual España-Rusia de 2011, mediante el siempre interesante ejercicio comparativo entre los diversos aspectos conceptuales en que ambos países gestaron el movimiento romántico.
La exposición, marcada por un espacio reducido que trata de recrear -con cierto éxito- la esencia de los pequeños gabinetes decimonónicos, ha sido concebida como una captación de la esencia de una época; los primeros compases del siglo XIX ruso. Con un enfoque basado en la evocación visual acumulativa, con cuadros al óleo, acuarelas, dibujos aislados y estampas, la sala no tarda en trasportar al visitante hacia uno de los movimientos clave en la historia del arte y la literatura, como es el romanticismo. Para ello, se parte de la base focal que ejemplifica la vida y la obra del poeta Aleksandr Pushkin (1799-1837). En realidad, podríamos decir que se trata de una exposición más literaria que pictórica; lo impecable y adecuado de las obras expuestas no deviene tanto de su propia calidad artística individual como de la suma de pequeños elementos, detalles y toques que nos puedan retrotraer, en una mecánica bastante eficaz, a la Rusia romántica, hilvanado el recorrido por la figura de Pushkin y la literatura de su tiempo. No deberíamos olvidar que este poeta fue quizá el creador del idioma moderno de su patria, otorgando un auténtico carácter nacional a las letras rusas divergente al prisma occidental y basado en la propia poesía popular del país.
Uno de los privilegios del genio es ver con claridad y saber expresar la sensibilidad colectiva de su tiempo; podemos decir que la esencia del orgullo del pensamiento ruso moderno nace con Pushkin y con ella la sensibilidad romántica marcada por un autor que no deja de catalizar la influencia de Lord Byron sin perder un ápice, entre la común iconografía romántica, del sentir individual y personal de un país y una época. El camino abierto fue seguido por alumnos aventajados como Mijaíl Lermontov o Nikolai Gogol, pero en líneas generales no cabe duda que dio lugar a uno de los periodos más importantes de la literatura universal.
Así, el famoso retrato del poeta llevado a cabo por Vasili Tropinin en 1917 señala una de las dos partes diferenciadas de la exposición, la dedicada al género retratístico, en su mayor parte de personalidades de mayor o menor importancia en la vida de Pushkin, cuyo valor técnico y pictórico no es demasiado relevante, no así su imbricación evocativa, más literaria que otra cosa. La transmisión de una imaginería mental es asimismo la base del otro núcleo expositivo, el referente a los paisajes. Uno de los géneros clave del romanticismo -y el que disfruta de mis preferencias personales- se encarna en el contraste entre cuadros que nos remiten a la ensoñación poética junto al abigarramiento cromático más pasional, muy acorde al encuadre global de la ubicación y su muy buscada secuencia espacial.
Tuve el placer de visitar la exposición acompañado por una amiga natural de Moscú, filóloga y gran amante del arte. Ante el especial interés que me suscitó el cuadro de Josefovich Apertura a la navegación del río Neva (1850), me comentó acerca de la relación existente entre la imagen visual, plena de fascinación, con el poema de Pushkin titulado El jinete de Bronce. El poema nos habla de la inundación sucedida en San Petersburgo en 1824 y de la perspectiva individual de Eugenio, un funcionario que pierde a su prometida en el trágico suceso y, enloquecido de dolor, acaba enfrentándose a la estatua del zar Pedro, que se yergue triunfal en un pedestal de piedra a orillas del río. Una imagen que nos muestra la épica de la tragedia romántica estimulada por la sed insaciable de justicia divina y humana.
Se trata de un poema fundacional de la modernidad literaria en Rusia, cuyo enlace pictórico resume bien el marcado carácter de esta exposición; el poder de asociación evocativa y mental de la pintura conducido por las letras e hilvanado por la poética del espacio.