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‘Equinoccio’, de Jimena Tierra

JOSÉ LUIS MUÑOZ.

El género negro marida con otros muchos y el resultado es bueno si los ingredientes encajan. El negro y el terror han ido de la mano desde tiempos de Edgar Allan Poe (Los crímenes de la calle Morgue) y Robert Louis Stevenson (El caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde), dos muy ilustres precursores del género. Tampoco hace ascos el género negro a los elementos satánicos. El corazón del ángel de William Hjortsberg, convertida a exitosa película de culto por Alan Parker, y El bebé de Rosemary, de Ira Levin, llevada al cine por Roman Polanski, podrían ser dos buenos paradigmas de ese subgénero. La actualidad cinematográfica, con el estreno de Érase una vez Hollywood de Quentin Tarantino, en donde se hace referencia a La Familia, la secta satánica liderada por Charles Manson y autora de los asesinatos rituales que tuvieron lugar en Cielo Drive, y la película El otro rebaño, recientemente presentada en el festival de cine de San Sebastián, incide en el tema de las sectas.  

Jimena Tierra (Madrid, 1979), editora y escritora licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid en el 2002, con post grado en criminología y asesoría financiera, publica en Tierra Trivium su segunda novela Equinoccio, un thriller que gira en torno a las sectas satánicas y en cuya escritura y documentación invirtió tres años de investigación en el campo de las ciencias ocultas y el satanismo.

Un padre que ha perdido a su hija, el detective Anastasio Rojo, se hace cargo de  la investigación del extraño suicidio del joven Israel. Por su parte Eduardo Yuste, un tipo insociable y tímido, es introducido en una secta que venera a las antiguas divinidades egipcias y rinde culto a Seth, señor del caos y la fuerza bruta, y está fuertemente jerarquizada y dominada por un tipo oscuro llamado Amadeo Figueroa que se ha adueñado de las voluntades de todos los componentes. Una vez dentro, le será casi imposible escapar de ella a Eduardo.  

Jimena Tierra ilustra al lector con la descripción de los rituales satánicos en los que el derramamiento de sangre es crucial (El cordero se revolvía de dolor a medida que el cuchillo le iba a seccionando la cabeza del cuerpo lentamente, protagonizando una muerte agonizante y horrorosa, capaz de revolver el estómago a los mismos espectros virulentos que contemplaban  el espectáculo desde la primera fila) y describe con precisión el manual del sectario que emplea Amadeo Figueroa.

La secta se cohesiona precisamente por la comisión de actos horrendos que involucran a todo el grupo. El dormitorio era una jaula de sombras moribundas. Insectos sobrevolando por encima de la cama, cucarachas que trepan por las patas del somier, heces pestilentes en las esquinas, arañas colgando de los techos, voces de ultratumba que se cuelan por debajo de la puerta. Podía sentir a Charlie, removiendo sangre con una cuchara en un recipiente metálico, mientras oraba.

A destacar en la novela la personalidad de Anastasio Rojo, ese detective con aires de perdedor y que está de vuelta de todo por la tragedia familiar que truncó su vida y de la que no se repone, y ese joven Eduardo Yuste cuya existencia va a dar a un callejón sin salida. 

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