Sergio García Clemente: «la literatura, si es buena, siempre consuela»
Sergio García Clemente (Santa Cruz de Tenerife, 1974) es uno de los aforistas más relevantes de los que actualmente escriben en España. En 2013 obtuvo el I Premio Internacional José Bergamín de Aforismos por la obra Dar que pensar (Cuadernos del Vigía, 2014). Ha sido incluido en las antologías Aforismos contantes y sonantes (Letras Cascabeleras, 2016), Verdad y media (La Isla de Siltolá, 2017) y Concisos (Cuadernos del Laberinto, 2017). El mismo año publicó su segundo libro de aforismos, Mirar de reojo, también en Cuadernos del Vigía. Acaba de publicar en la colección Apeadero de Aforistas de Libros al Albur la antología de aforismos ajenos Salvar la vida, donde recopila aquellos que más le acompañan en los momentos difíciles. García Clemente nos habla de ello en esta entrevista concedida a Culturamas.
– A propósito de la función medicinal del aforismo, ¿podrías profundizar en la idea de la literatura como bálsamo, como soporte vital en situaciones de apuro existencial?
– Creo que la función medicinal de la literatura ha estado presente desde sus inicios. El hecho de contar una historia, volcar un sentimiento en palabras o comunicar los frutos del pensamiento realiza ya una función de catarsis nada desdeñable. Sin embargo, a mí no me interesa simplemente este hecho. Estamos hablando de literatura, en la que entran en juego muchos más factores que el simple desahogo. Por eso considero más relevante la recepción que se hace de un determinado texto, la conexión entre autor y lector. Este vínculo se puede manifestar de diferentes formas, pero una de las más gratificantes sucede cuando el lector se siente comprendido, expresado o incluso interpelado a través de las palabras que lee. Es en esa sensación reconfortante, tanto estética como sentimental, donde la literatura despliega sus funciones balsámicas.
– ¿Qué autores te han acompañado con mayor frecuencia en los trances difíciles de tu vida?
Aquí tengo que destacar a Cioran y a Chantal Maillard. Sus universos alumbran ciertas perspectivas que hacen del mundo un lugar más transitable.
– ¿Qué criterio utilizaste para seleccionar los autores incluidos en Salvar la vida?
El criterio fundamental consistió en que los textos fueran significativos para mí, que fueran parte indisoluble de mi pensamiento. Esta idea predominó incluso sobre la calidad, ya que muchos aforismos excelentes se quedaron fuera porque no noté esa identificación de la que hablo. Esto no quiere decir, por un lado, que en los textos incluidos en la antología prime únicamente el mensaje, ya que en muchísimas ocasiones es la forma la que provoca que un aforismo se quede con nosotros para siempre; y por otro, que los aforismos escogidos funcionen siempre como paliativo: hay también una cantidad considerable de textos que operan como reflejos de algunas certezas o intuiciones personales.
– Entre los aforistas españoles vivos, ¿detectas esa vocación de brindarse, y brindar al lector, un salvavidas en el naufragio, o se ha perdido esta dimensión farmacéutica de la literatura en nuestra época?
– Como bien se dice en el prólogo de la Antología, el lenguaje surgió, en cierto modo, como “fármaco universal” y esa vocación ha estado, está, y estará presente en la literatura mientras perviva. No sé cuál es la intención que anima a escribir a mis coetáneos, pero sí puedo afirmar que la lectura de sus textos, como se comprueba en la antología, me produce mucho placer, incluida esa variante del mismo que es el consuelo.
– ¿Crees que la llamada «literatura consolatoria», antaño reservada a los grandes sabios (pienso en los estoicos) y ahora en manos de los mercaderes del ego (libros de autoayuda), debe cumplir todavía una función social, o es algo de lo cual debemos precavernos?
– Antes que el adjetivo “consolatoria” utilizas el término “literatura”. La literatura, si es buena, siempre consuela. El problema radica en ciertas propuestas superficiales que se centran en ofrecer remedios fáciles y engañosos a problemas muy complejos. En esto, como en todo, es útil separar el grano de la paja y, desde luego, seguir apreciando todo el universo de aportaciones que nos proporcionan los buenos libros.
– ¿Qué aforismo ajeno del que, en caso de apuro extremo, echarías mano para apaciguar tu mente y/o tu corazón?
– Quizás este: “Sólo hay una cosa que hacer: rehacerse”, de Paul Valéry.
– ¿Y cuál de tu propia cosecha nos darías para consolarnos?
– Si lloras por lo perdido, las lágrimas no te dejarán ver lo que te queda por perder.