"Elogio de la pereza" contra la explotación laboral y la psicosis del trabajo
Por Horacio Otheguy Riveira
No es fácil abordar un tema tan agobiante, tan candente como este del abuso del trabajo en tiempos en que el trabajo remunerado escasea. ¿Una mano lava la otra, o acaso la sangre imaginaria de Lady Macbeth no se quita nunca? No hay en este “Elogio de la pereza” ninguna referencia a Shakespeare, pero flota en el espacio el círculo feroz tan bien recreado por el autor de Hamlet: círculo de poder obsesionado con triunfar a costa de la destrucción de cuantos le rodean. En el ámbito que nos ocupa no hay intriga palaciega a la vista ni crímenes excitantes por rincones oscuros con la lujuria como entretenimiento secundario. No. El círculo asfixiante lo generan las relaciones puramente económicas, de manera que las multinacionales y los grandes bancos y su consiguiente especulación financiera generan crisis espasmódicas que les hacen cada vez más ricos, mientras los de abajo son cada vez más pobres y amplios sectores sociales se torturan para sobrevivir a situaciones demenciales que reclaman atención psiquiátrica con cada vez mayores prestaciones: no puedo con la presión, las ocho horas se convierten en doce y no se pagan horas extras; doctor, no puedo estarme quieta, trabajo todo el día como una burra, y en casa el doble; organizamos un viaje para relajarnos y desconectar y volvimos más estresados; ahora el móvil me lo llevo al cuarto de baño, siempre pendiente de una oferta de trabajo…
Con otros ingredientes pero similar planteamiento, una mujer de teatro con mucha experiencia como Gianina Cărbunariu atendió la propuesta del director del Centro Dramático Nacional, Ernesto Caballero, y trabajó con una documentación nacional con proyección universal:
Cuando empecé a trabajar en la función traté de reunir todos los materiales que pudiesen resultar inspiradores para el trabajo que pretendíamos desarrollar y animé a los actores y actrices a que aportasen información de distintas fuentes a la sala de ensayo. Además de los escritos de Paul Lafargue y Bertrand Russell, encontré muy sugerentes los textos de Kazimir Malevich La pereza como verdad inalienable del hombre y de Robert Louis Stevenson Apología de los ociosos. La ociosidad está conectada con el trabajo en la medida en que el problema que nos plantea es qué significa hoy en día el tiempo para nosotros, para nuestro desarrollo personal y para el conjunto de la sociedad. Creo que vivimos tiempos en los que necesitamos reflexionar más sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor y para ello en ocasiones necesitamos “robarle tiempo” a las horas de trabajo.
La capacidad para disfrutar de un ocio improductivo, modelo de entrega a una pereza sin condicionamientos de ninguna especie, se ha decretado históricamente como privilegio de los ricos que contratan a los que “deben” dedicar su magra vida al trabajo. Un asunto de ricos ociosos que miran a sus trabajadores, si es que los miran, como piezas de un rompecabezas en los que ellos ponen el dinero y otros trabajadores, estos sí muy bien pagados, se ocupan de hacerlo factible.
El espectáculo Elogio de la pereza desiste del sermón y procura plasmar a buen ritmo una sucesión de breves situaciones entre arquetipos que se unen en un discurso único con ligero sentido del humor. El resultado es una introducción a un tema muy complejo pero con la suficiente dinámica como para contagiar con sus colores vibrantes —en el vestuario y el flexible cuerpo de sus eficaces intérpretes— la imperiosa necesidad de que frenemos ímpetus, deseos y hasta la imperiosa necesidad de ganar dinero para pensar en nosotros mismos: seres vivos que necesitan cuidarse con un esmero más loco y surrealista que el día en que nos han convencido de que “Esto es lo que hay” y por tanto con todo hay que tragar.
Con un texto de relativo interés, reiterativo y con demasiados lugares comunes, muy por debajo de la interesante puesta en escena, resultan muy atractivos los trajes y la escenografía de Dorothee Curio: aportan un fluir escénico brillante y divertido en el sentido más amplio de la palabra… evocando situaciones dramáticas en la relación del ser humano con el trabajo (también en tiempos revolucionarios con acertada cita del libro de Paul Laforgue, “El derecho a la pereza”), y apostando por hacernos mayores recuperando el poder de la infancia, al dejarnos llevar por el gozo de una pereza irresistible.
ELOGIO DE LA PEREZA
Reparto: Enrique Cervantes, Ksenia Guinea, Jorge Machín, Vicente Navarro, Elena Olivieri, Laura Santos, Diana Talavera
Equipo artístico: Gianina Cărbunariu (Texto y dirección), Dorothee Curio (Escenografía y vestuario), Ion Anibal (Iluminación) y Mariano Marín (Música y voz en off)
TEATRO VALLE INCLÁN. CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL. Del 21 de noviembre al 16 de diciembre 2018.
Acabo de escuchar a Elena (12/12/2018), que creo que es la directora de esta obra y nos ha dicho sin inmutarse que el pobre no es culpable de su pobreza, que es eso es un invento para quitarnos nuestra propia culpa.
¿Culpa?. No deja de ser un enorme sarcasmo, según esta señora la culpa de que uno sea pobre ya no es del que no quiere, no sabe o no puede trabajar, es que la culpa es de los demás. Es sí que es tener cara. Lo que yo creo que de verdad les da pereza es pensar: siempre es mucho mejor que la culpa de lo que nos ocurre sea del otro-