Cómicas y amargas corruptelas "En familia" por Aran Dramática
Por Horacio Otheguy Riveira
Desde Badajoz a Madrid, de capital histórica a la capital del reino, con una Compañía teatral que hace honor al clásico arte de interpretar la realidad, el día a día, entre sonrisas. En familia por Aran Dramática es una espléndida caricatura del «tanto tengo tanto valgo» sumado al todo vale porque prima el consabido «haz lo que yo digo pero no lo que yo hago». Una divertida comedia de enredos con el fondo amargo de la corrupción que a todos nos asiste… aunque miremos para otro lado.
En 1920, cuando el militar Primo de Rivera aspiraba a protagonizar un gobierno que arrasara con el caciquismo imperante, el prolífico dramaturgo Carlos Arniches (1866-1943) —que profundizó como ningún otro en la vida cotidiana de los españoles— escribió variedad de obras en torno al tema, hasta dar con Los caciques: arquetipo de corrupción política entre gente de a pie («esta obra intenta demostrar que los españoles no serán felices del todo hasta que no acaben con los caciques»). Cuando Primo de Rivera llega a capitán general de Cataluña tres años después encabezó su soñado golpe de estado con la ambición —¡tan propia de los militares en España y Latinoamérica a lo largo de todo el siglo XX!— de sanear las malas costumbres, entre las cuales la tradición caciquil era considerada la peor de todas.
Gobernó entre el 13 de septiembre de 1923, hasta su dimisión el 28 de enero de 1930. En los primeros años el sistema totalitario le funcionó; la ciudadanía se entregó como en una zarzuela de aparente dramatismo: Uy, qué miedo —que diría don Carlos Arniches— todo el mundo cerrando cajas fuertes y corriendo visillos, las manos tendidas, el corazón en un puño, todo en orden mi general, ya no se enchufa a nadie, nada de quito y pongo, compro y vendo a mi antojo… Pero a poco que se descuidó, sus propios lugartenientes se ocuparon de restablecer el tan querido desorden que hoy, casi cien años después, sigue en pie, con todos prisioneros de un sistema que facilita la corrupción como si formara parte del aire que se respire, distrayendo dinero de las arcas públicas a manos llenas.
No es poca cosa que después de aquellas buenas intenciones de Primo de Rivera, vinieran muchas tormentas hasta que el país encallara en la peor de todas las posibles, heredera del fascio de Mussolini y las veleidades imperiales hitlerianas a cargo de otro general, Francisco Franco Bahamonde, «caudillo de España por la gracia de Dios» [ahí es nada], quien se despachó con largos 36 años de poder absoluto, amparado, como todos los de largo alcance, por los bancos de la gran burguesía bendecidos por la Madre Iglesia. Así las cosas, la corrupción ligada al caciquismo bajo palio católico fue manjar de dioses y plebeyos que en los tiempos que corrieron posmortem del generalísimo no hubo gobierno socialista que limpiara, por muchos 14 años que estuviera al frente, sino por el contrario se renovó el enchufe y el latrocinio como una de las más aviesas malas artes universales, bien aprovechadas por el neofranquismo de «populares», ahora en caída libre.
Sobre esta herencia, la Compañía extremeña Aran Dramática nos trae En familia, un espectáculo escrito y dirigido por uno de sus fundadores, Eugenio Amaya, gran conocedor de la historia del teatro; con mucha experiencia, es un maestro que en esta ocasión bebe de las nobles fuentes arnichianas, pero nada copia ni imita, por el contrario supera el talento original con voz propia y aplicando una dinámica social y teatral contemporánea.
En familia trasunta el eco «natural» de lo curruptible como forma de vida, trasladado a la buena gente con la que los espectadores pueden empatizar relajadamente, divirtiéndose con sus chascarrillos y sus torpezas, sus pequeñas, anodinas, casi miserables corruptelas «porque todo el mundo lo hace», y para las que siempre hay excusas.
En esta función con ritmo y maneras de sainete (género de gran éxito en el teatro popular español, tan nuestro como la zarzuela o el esperpento), algunos toques de vodevil y buenos aires de comedia policiaca, la política se asoma por el televisor a espaldas del público, a golpe de comentados telediarios y tertulias, bajo control del padre de familia, un jubilado despistado y bien intencionado que acaba dirigiendo a los suyos como un mafioso ni tan tan ni muy muy, pero con soltura de auténtico profesional; su esposa es toda una dama marisabidilla que está de vuelta de todo, y que como funcionaria se queja de lo mucho que la detestan los ciudadanos, «que nada dicen del dinero que nos deben y de las vacaciones que no he tomado para adelantar expedientes», pero que bien dispuesta está a camuflar la experiencia de su hijo para pillar un buen cargo a su lado, siempre y cuando funcione el mejor enchufe posible; el hijo de ambos, un genio de la informática desperdiciado por un amor que lo vapulea, los videojuegos que le liberan de tensiones y una notable incapacidad para convertirse en adulto responsable.
Además está la encantadora novia que le pone los cuernos con curvas de aúpa y vertiginosa ingenuidad de chica que explota su toque sexy a todo dar, y claro está, en el eje del huracán el paterfamilias recibe con alegría el timo del españolito muy listo aliado a los rusos que, tras la caída del comunismo, pillaron el irresistible encanto del crimen organizado y no lo soltaron más, distribuyendo por España sus fieras artimañas. España —¡País!, que dibujó y escribió tantas veces el gran Forges— resulta un magnífico caldo de cultivo con siglos de experiencia en la alta corrupción del abuso de poder, y la corruptela que todo lo puede y si no lo intentas que nada pierdes porque conozco a fulano, porque es legal una parte y otra en negro, porque ojos que no ven corazón que no siente, para la que, por ejemplo, «después de todo, traficar con marihuana no tiene nada de malo, si hasta es curativa, y de paso salvamos la hipoteca»…
Toda la trama se expresa en una puesta en escena muy ágil con diálogos chispeantes, incisivos o muy tiernos entre aguijones que las propias situaciones provocan. Padre e hijo se pican con mucha gracia, profundizando en lo mucho que tienen en común: el muchacho ya muy crecido que se borra de los problemas con videojuegos de acción y el papi que se pone los cascos para ver a su equipo de fútbol mientras las mujeres dirimen cuestiones de fondo.
Quino Díez (Anomia, Coriolano, La Torre) y Elías González (Anomia, Coriolano, El contador del amor), padre e hijo, respectivamente, reflejan los muchos años que llevan trabajando juntos: cada escena de rifirrafe tiene un gratificante juego de humor y rabia concentrada propio del mejor teatro costumbrista. A su lado, la madrísima va a cargo de la gran María Luisa Borruel (Anomia, Coriolano, Tejas verdes), quien con apenas un par de mohínes ya configura personaje y le da vida con admirable prestancia.
Tres personajes secundarios que resultan fundamentales en la trama cuentan con muy eficaces intérpretes, cada uno con dos caras muy bien plantadas: Beli Cienfuegos es la asistenta simpática y astuta, que pasa del «sí señora, no señora» al menudeo de droga sin inmutarse (homenaje del autor a las clásicas comedias donde las criadas divierten con ingenio y dan en la diana con espontáneos conocimientos de causa), Pilar Brinquete es la rubia pizpireta que va de ingenua provocativa para explotar mejor oscuros intereses. Por su parte, Francisco Blanco en breves apariciones infunde el miedo característico del sátrapa que va de sencillamente encantador, miedo bien ejecutado para la ingenuidad de los espectadores que lo sospechamos todo, pero los protagonistas no.
Aran Dramática es una gran compañía con cede en Badajoz, Extremadura, fundada en 1990, y desde entonces abocada a producciones de gran calidad. Pena da que no la veamos más a menudo por Madrid. Aún recordamos con entusiasmo cuando en 2012 nos presentara en la sala De la Princesa del María Guerrero, Anomia, también escrita y dirigida por Eugenio Amaya: una obra maestra que desmonta un caso de corrupción con ramificaciones en un imaginario Ayuntamiento. La raíz política tenía entonces una actualidad que hoy desborda los medios de comunicación y las sobremesas familiares, pero las cadencias teatrales superaban el mero discurso ideológico logrando una función con memorables sutilezas y grandes interpretaciones entre las cuales destacaban tres de los aquí presentes. Está claro que el actual espectáculo que aquí comento merece en Madrid una temporada más larga de la prevista.
EN FAMILIA
Espacio escénico Claudio Martín
Diseño de Iluminación Javier Mata
Música Óscar López Plaza
Maquillaje y Caracterización Pepa Casado
Diseño de Sonido Koke Rodríguez
Realización Escenografía Talleres El Molino
Fotografía Mai Saki, Manuel Bejarano y Patricia Ruiz
Prensa Tic Tac Comunicaciones
Ayudante de Dirección Jorge Moraga
Ayudante de Producción Mercedes Barrientos
Producción Ejecutiva Manuela Vázquez
Teatro Fïgaro. Lunes 20,30 horas, del 28 de mayo al 25 de junio 2018.
Gran obra de mis paisanos bravo…