Irene Escolar en "Mammón", tragicomedia de las buenas intenciones
Por Horacio Otheguy Riveira
Se comienza muy serio, atendiendo a unos actores que se dedican a contar por qué no va a representarse la obra y a continuación se realiza un viaje por tierras lejanas que empieza en una ciudad de Siria ya iniciado el atroz conflicto y se termina en Las Vegas. Un trayecto ajetreado, con mucho ruido, un barullo de comedia de enredo con explosión de géneros y simulacros en busca de dinero para una superproducción teatral que denunciara como nadie-nunca-jamás una situación mundialmente conocida por su barbarie, una y otra vez transmitida por televisión para indiferencia total de público y poderes.
La cosa deviene en western enloquecido, aunque bien templado para que el espectador se quede hasta el final estupendamente guiado por cuatro estupendos actores (los creadores del invento Nao Albet, Marcel Borràs [con amplia experiencia en Cataluña], Manuel Sans, Ricardo Gómez), y una joven actriz a quien he aplaudido muchas veces, sola (Leyendo Lorca) o acompañada (La Chunga, Oleanna, Agosto, El cojo de Inishmaan...), pero nunca en una variedad de personajes de comedia como en esta: Irene Escolar es aquí eficaz narradora, elegante y fría; cabreada chinese girl para partirse de risa, o encantadoramente sexy, marcándose un buen número de streeper…
Los bienintencionados progres son unos teatreros lanzados a la vanguardia excelsa (de manos de Jan Fabre, el belga «multidisciplinar» que montó un espectáculo de muy larga duración: Mount Olympus – To glorify the cult of tragedy, a 24 hour performance) acaban tropezando con una parte tragicómica de ellos mismos, transformados en clásica pareja cómica, dos tontos en apuros, dos tarados atrapados por el despilfarro sin límites en la capital mundial de juego de azar, perfectamente estudiado para desvalijar incautos, ya que cuando no lo dejas todo en la mesa del casino, te lo terminas gastando en hoteles de la misma cadena bien nutrido de prostitutas inmejorables.
El público empatiza con ellos. Las risas aumentan. Todos tontos corruptos, mientras la sangre de Siria se quedó trastocada en alguna parte, cómodamente sentados en un teatro, atrapados por una comicidad ingeniosa cuyo carácter trágico, amargamente trágico se queda grabado en la piel.
Disputas de odio y sangre anhelando supremacía,
todos muertos yaceréis sobre el fango cuando el sol despida el día.
En la cúspide del delirio —y en la no menos delirante memoria de este cronista— se asoma un muerto ya célebre, el escritor mexicano Daniel Sada (1953-2011) que deambuló por sendas similares en una novela-río estrepitosa y estrambótica cuyo corazón enlaza con este Mammón, ya desde el título que calza como anillo al dedo: Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe. Mentiras y verdades entre carcajadas que no ocultan la sordidez de una frustrada experiencia donde las buenas intenciones de intentar denunciar a lo grande la barbarie de la guerra de Siria, es engullida por un semidios que aporta bonanza económica, siendo a la vez un demonio que encarna como ningún otro la avaricia imparable hacia la autodestrucción. La distinción entre una categoría u otra radica en el punto de vista de los libros sagrados que se hayan ocupado del personaje, Mammón ídolo de los fenicios o maldición judeocristiana. Y este punto de partida podría parecer que forma parte de la comicidad aparentemente absurda de la producción, pero tiene origen muy serio para diferentes culturas, y por tanto está estudiado históricamente. He aquí un artículo que expone una interesante síntesis: Mammón – El Demonio de la Avaricia.
Teatros del Canal. Sala Verde. Del 14 de marzo hasta el 1 de abril 2018. [Entradas agotadas en un aforo que se ha reducido excesivamente para esta puesta en escena. Es de esperar que esta función se prorrogue o se reponga].