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Cronología de las bestias o el arte del autoengaño llevado al extremo

Por Ana Riera

Empieza la obra. Una casa ocupa todo el escenario. A pesar de sus paredes acristaladas, que permiten ver y hasta oír la naturaleza circundante, en seguida nos damos cuenta de que en ella reina una atmósfera enrarecida. Los actores comienzan a desentrañar la historia, una historia en la que nada es lo que parece en un principio. Y descubrimos que la casa oculta un gran secreto. O no, tal vez son los habitantes que se encuentran atrapados en ella los que lo esconden. En cualquier caso, se trata de una casa rota por la pena de sus inquilinos, al menos de algunos, que intenta confundirnos con su atmósfera asfixiante, que juega con nosotros.

 

Estoy hablando de la obra Cronología de las bestias, de Lautaro Perotti, que estos días y hasta el 8 de abril se representa en el Teatro Español de Madrid. Como afirma el propio autor, se trata de una comedia negra de suspense que trata de indagar sobre la mentira y el autoengaño como forma de vida. Pero es además, eso lo añado yo, una oportunidad fantástica para disfrutar de la camaleónica e incombustible Carmen Machi, que aquí nos deleita con su vena más dramática (como me la creo siempre, a pesar de conocerla personalmente, qué lujo de actriz); y de Pilar Castro, con ese punto frágil de muñeca de porcelana que sin embargo sabe muy bien cómo se entretejen  los sentimientos y cuándo hay que cambiar de punto (no en vano se ha pasado toda la vida tejiendo jerseys); y de Santi Marín, con esa energía arrolladora a la que se aferra para no perder el control de su vida, que se está desmoronando muy a su pesar; y de Patrick Criado, qué expresivos sus silencios, qué fragilidad la de su desnudez; y de Jorge Kent, el papel menos agradecido, el del intruso que amenaza el delicado equilibrio de los convulsos habitantes que tratan de sobrevivir en esa singular casa.

Lo que ocurre en ella, la trama que tiene enredados a todos los protagonistas de esta historia, es demasiado intrincado como para entenderlo a la primera. Es lo que tiene la mentira, que una vez gestada cobra vida propia y se vuelve ingobernable, exigiendo cada vez más engaños, más falsedades. El autor lo sabe, por eso se entretiene llevándonos adelante y atrás, en un viaje que exige toda nuestra atención y en el que va desvelando poco a poco la información. Lo hace con pequeñas pinceladas, con breves fogonazos que nos sacuden y nos ayudan a vislumbrar lo que se esconde más allá de las apariencias, para poder ir encajando las piezas y completar el rompecabezas.

¿Triunfará por fin la verdad o será la mentira la que acabe imponiendo su voluntad sobre la vida de estos personajes? ¿Podrán escapar a su destino o se quedarán para siempre atrapados entre esas cuatro paredes, en esa casa que acaba convirtiéndose en un personaje más porque es la única que lo sabe todo?

Si te atreves a vivir la aventura y a enfrentarte a la verdad, te garantizo que la obra no te decepcionará.

 

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