«Las leyes de la relatividad…»: mitomanías, traumas, pedofilia y otras soledades
Por Horacio Otheguy Riveira
Con cinco espectáculos en activo, tres representándose al mismo tiempo en distintos teatros de Madrid, el éxito de Ramón Paso se hacía esperar después de muchos años dándolo todo como autor y director en pequeña y gran escala. En este caso, su último estreno lleva un título tan largo como serio y gratificante: Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales. Siete personajes en una emotiva y muy divertida historia desarrollada con un ritmo cinematográfico de gran precisión, en manos de un reparto muy bien ensamblado, donde todos participan armoniosamente, presididos por las tres formidables actrices habituales de la compañía: Inés Kerzan, Ana Azorín, Ángela Peirat.
Con dos sillas y una cruz que a veces se ilumina, a Ramón Paso, autor y director, le basta y sobra para componer un fresco muy actual con carga lúcida psicológica y social a través de una muy original plasmación de humor negro. Humor surgido de las propias contradicciones de la vida de los personajes que luchan a brazo partido para mantenerse en pie entre verdades, mentiras y mucha rabia contra sus propios elementos o la de un dios indiferente enmarcado en un cristianismo al que se acude en plena desesperación…
El estilo de Ramón Paso es un logro consolidado a lo largo de más de 10 años de carrera, y seis años de producciones de la Compañía PASOAZORÍN, en un desafío constante de superación. En esta ocasión, el mosaico de personajes femeninos —más uno masculino que permanece en el limbo de su pérdida de identidad— adquiere la dimensión de una obra completa, minada de pequeñas-grandes historias en las que los aspectos tragicómicos se solapan en una lenta danza verbal donde ningún abrazo es lo que parece, y los que se desean ardientemente son difíciles de conseguir.
Historias cruzadas con el palpitante corazón de una pieza teatral con vocación testimonial en la que cada momento refleja con audacia muertes inesperadas, amantes decepcionados, hijos abrumados, pedofilia de alta escuela por donde menos se la espera, mitomanías delirantes, traumas de infancia que atormentan… y muchas otras variantes de soledades que, conscientemente o no, se ansían compartir, que ansían romper el círculo ensordecedor del día a día con las manos vacías y la mente aturdida… aunque a veces contengan lo que mucho se ha deseado, y no se puede percibir con mínima serenidad.
Tres actrices de bandera
Inés Kerzan deambula atrapada por un trauma de infancia. Personaje asexuado, irascible, que se enfrenta a constantes situaciones límite, lo mismo frente a una repelente psicóloga, que ante la muerte de otros, el dolor de los demás y su necesidad de enfrentarse a aquella situación demencial, incluso a través de la fe religiosa. Una interpretación que provoca escalofríos, la más dramática del conjunto sin el más mínimo sentido del humor porque éste se abre paso a pesar de ella misma. Difícil ecuación que resuelve en un evolutivo proceso con vigorosas escenas clave que tienen su propio color, en una ambientación con muchas tonalidades. Algo muy presente en toda la puesta en escena, pero con singular precisión en el difícil empeño de esta Gema en busca de la verdad obsesionada con un antiguo charco de sangre a sus pies. Kerzan se mueve aportando una gran dureza a su personaje, y a la vez le brinda matices formidables, sobre todo en dos de sus secuencias más importantes, acompañada en buena forma por Jordi Millán, a cargo del único personaje masculino en escena (hay otros importantes de los que sólo se habla), quien conmueve al expresar corporalmente la desolación de quien no encuentra su identidad sexual porque nada sabe de sí mismo.
Ángela Peirat entra como un volcán, deliciosamente sexy, insoportablemente histérica, después de que un amante se le muriera en plena acción. ¿Es un demonio de exuberante sexualidad? ¿Es una tía sarcástica a la que la gente se le muere a sus pies, sin comerlo ni beberlo o entre las piernas en plena erección? Es esta Natalia todo eso y mucho más, desbocada, fuera de sí, alguien de quien los demás dicen que es sexualmente maravillosa, pero que ella no sabe no contesta. Las facetas del personaje caen con fuerza sobre la actriz y ésta se desliza en el maremágnum de sus emociones, dando sutiles percepciones hasta un desternillante final.
Ana Azorín juega a la mitómana poco a poco, como si su pobre Lucía desplegara alas en un concierto para una sola voz con coro, ballet y gran orquesta, pues todos sus juegos se van engarzando con un toque de inocencia desproporcionado para los gestos de los que es capaz. Con un margen de sorpresa muy grande hasta el remate final, Azorín modela su personaje a la manera de una pieza de plastilina que ha de quedarse en pie caiga quien caiga y pase lo que pase. Por todo lo alto, la capacidad de mentirse a uno mismo tiene en ella un bagaje de registros musicales para los que no necesita entonar ninguna canción. Todo resulta amargo, palpitante y sinuosamente divertido.
La puesta en escena del autor tiene la plasticidad necesaria para que su propio texto, sencillamente complejo, encantadoramente tragicómico, fluya y confluya con la máxima sencillez, una naturalidad que sólo es posible a fuerza de mucho trabajo. Se ayuda con un notable espacio sonoro, sutil y cadencioso que aporta una ambientación muy acogedora y a la vez vagamente inquietante. La iluminación de Pilar Velasco adquiere dramaticidad a medida que avanza la acción con momentos especialmente interesantes.
El irresistible ascenso de un gran hombre de teatro
Ramón Paso, autor y director con su Compañía Paso-Azorín estrena Las leyes de la relatividad aplicada a las relaciones sexuales al mismo tiempo que sigue representándose en el Lara El síndrome de los agujeros negros, y además Amparo Larrañaga y María Pujalte representan El reencuentro en el Maravillas, esta vez con otro director: Gabriel Olivares.
En gira, un gran éxito representado tres veces en Madrid, escrita al alimón con su bisabuelo Jardiel Poncela: Usted tiene ojos de mujer fatal… en la radio. Y ya sólo como adaptador, Eloísa está debajo de un almendro, de Jardiel Poncela, que tiene previsto su estreno en Madrid en enero 2019; mientras tanto se espera la emisión en TVE de su versión de otro clásico jardeliano, Los habitantes de la casa deshabitada.
La producción de un hombre de teatro con gran capacidad de trabajo (también a menudo asesor literario y/o ayudante de dirección en el Centro Dramático Nacional) entra en una órbita más exitosa que de costumbre. Con un eco social y profesional que va rondándole a la medida de su gran talento.
LAS LEYES DE LA RELATIVIDAD APLICADA A LAS RELACIONES SEXUALES
Autor y director Ramón Paso
Ayudante de dirección Blanca Azorín
Intérpretes Inés Kerzan, Ana Azorín, Ángela Peirat, Jordi Millán, Elisa Pelayo, Paula Reyes, Andrea Garriga
Producción ejecutiva PASOAZORÍN TEATRO
Jefa de producción Sandra Pedraz Decker
Diseño de iluminación Pilar Velasco
Vestuario Inés Kerzan, Ángela Peirat
Fotografías Lucía Lera
Diseño gráfico Ana Azorín
Cartel Ramón Paso
Agradecimientos: Junta Municial de Retiro, Centro Cultural Pilar Miró, Víctor Perolio
Sala Intemperie. Del 24 de febrero al 18 de marzo 2018