Castrillo-Ferrer: "Cyrano es una comedia de espadachines y una gran tragedia romántica"
Por Horacio Otheguy Riveira
Alberto Castrillo-Ferrer, un actor que cuando dirige hace de la relación con los actores el principal enfoque de cada función, para luego conformar un espacio audiovisual único para cada caso. Así sucedió, por ejemplo, con Un cabaré de caricia y puntapié, sobre textos de Boris Vian, La comedia de los enredos de Shakespeare, Si la cosa funciona, de Woody Allen o con un potente melodrama de Pérez Galdós como Tristana. Ahora toca Cyrano de Bergerac, el espectacular clásico de Rostand.
Así como Castrillo-Ferrer trabaja en su piel la avidez de conocimiento del actor, a través de la tríada de «pensamiento, habla y movimiento», todos los entramados que pone en escena respiran una intensa sensación de plenitud en los intérpretes. Tomando café, conversando sobre lo humano y lo divino, despliega una pasión de tal calibre que entrevistado y entrevistador se sienten formando parte de una puesta en escena cotidiana dominada por el hechizo del arte escénico. Y, claro está, con música de fondo de su admirado compositor David Angulo.
Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand, estrenada en París en 1897 con tanto éxito que no más despuntar el siglo XX ya se hizo en cine mudo, sigue siendo un referente excepcional en la historia del teatro universal. Un clásico en verso que se ha internacionalizado de tal manera que no hay primer actor que no lo haya interpretado, y hay legión de actores que se han quedado con las ganas. Ahora es José Luis Gil quien cumple un sueño muy bien alimentado por su dominio del verso, su pleno conocimiento de la obra y magnífica capacidad para hacer del humor y el drama un dúo de poderoso alcance. Así lo consideran los aplausos y premios obtenidos desde que empezó a representarse en abril de 2017. Recientemente representada en el Lope de Vega de Sevilla, bien servida de ovaciones, el próximo 15 de marzo comienza su andadura en el Reina Victoria de Madrid.
Su director, Alberto Castrillo-Ferrer, visiblemente entusiasmado, desde el primer día dijo a sus actores que se olvidaran del tono trágico y ampuloso con que muchas veces se ha representado, ya que «es una fabulosa comedia de espadachines que se desliza hacia una gran tragedia, y desde luego, cuando ésta llega nos deja a todos conmocionados».
- Es usted el único actor-director que antes de montar Cyrano de Bergerac estuvo 15 años interpretando al apuntador de la obra en su estreno mundial, Ildebrando Biribó, el último Cyrano. ¿Ya entonces planificaba esta puesta en escena?
No, para nada (risas). Cuando descubrí la obra del italiano Emmanuel Vacca, que trataba la existencia real de este personaje, me entusiasmó la posibilidad de estar solo en escena aplicando mis conocimientos de la Escuela de Marcel Marceau, y otras disciplinas: el teatro gestual en plena efervescencia para exhibir a un ser escondido en la entonces tradicional concha del escenario, clave para la memoria del protagonista que tenía que cinchar con un texto muy denso en una versión primera de casi tres horas. Mi entusiasmo me llevó a cuidar mucho estas representaciones, pues la he llevado a muchos teatros dentro y fuera de Madrid, y en cada caso, como hago con todos mis montajes, ajusto detalles, y me aprovecho lo más posible de contar con un director tan bueno como Iñaki Rikarte.
- A Ildebrando se le encontró muerto en su concha al acabar la función.
De allí el mérito del escritor italiano que, para contar la vida de Ildebrando desarrolla varios personajes en un solo actor. Tengo que vérmelas con situaciones y personajes tan interesantes que en realidad su vitalidad no parece acabar nunca. Ahora se cumplen 15 años de la primera representación y festejaré el aniversario en las sesiones golfas del Reina Victoria, a partir de abril. Muy emocionante: termina Cyrano y llega su apuntador a contar su propia tragedia entre grandes dosis de buen humor. Desfilan sobre la escena una treintena de personajes, desde los más terrenales a los más poéticos, recreando mundos evocadores, épocas pasadas y situaciones vitales.
- ¿Este Cyrano de ahora mismo también tiene apuntador?
No. Ya no. Era imprescindible cuando los actores tenían que hacer teatro de repertorio, en algunos casos hasta tres o cuatro obras distintas en un día. Ya no, si algún intérprete de pronto se quedara en blanco, sus compañeros le echarían un cable.
- Primero hizo usted Ildebrando y después el gran espadachín romántico, valiente y torpe en el amor, portador de una prominente nariz.
Fue un gran deseo de José Luis Gil, con quien trabajé muy a gusto en Si la cosa funciona. Él dijo que lo que más le apetecía era hacer esta obra, soñaba con hacer Cyrano, se sabía estrofas de memoria. Y me lancé de cabeza a planificarla; formamos una productora con José Luis y Ana Ruiz, coprotagonista en aquella maravillosa comedia de Woody Allen, en versión castellana de Luis Merlo. Con nuestro capitalito salimos a buscar otros productores, todo salió bien y nos quedamos con el 50 por ciento. Nos sentimos muy a gusto en este plan de no depender absolutamente de un empresario, y confiamos en seguir así durante mucho tiempo con nuevos proyectos.
CYRANO.- En amores lo detesto,
Si se ama de verdad ya no hay esgrima
Sentimos cuando llega ese momento
Que no hay palabras bellas sino vivas
ROXANA.- Y si ya hubiese llegado
Para los dos el momento,
¿qué diriais?
CYRANO.- Todo todo
Lo que venga, sin aliento
Palabras que os lanzo al viento
Palabras desperdigadas
Como flores sin un ramo
Como flechas, como espadas
Me ahogo, os quiero y os amo
Loco estoy, estoy desecho
No puedo más, mi tesoro
Y tu nombre está mi pecho
Colgado de una cadena
Como un cascabel de oro
Que al estremecerme suena
ROXANA.—(Con voz trémula.)
Esto es amor…
CYRANO.- ¡Oh, sí! Este sentimiento,
Terrible, concentrado
del amor más violento
tiene todo el furor desesperado.
¡Jamás se elevó a tanto mi esperanza
que, tímida y modesta,
a gloria tal no alcanza!…
¡Feliz de mí! ¡Morir sólo me resta!…
ROXANA.- ¡Sí! ¡Tiemblo, y tuya soy, y gimo, y lloro,
y embriáganme tus frases, y te adoro!
CYRANO.- ¡Venga la muerte, pues! ¡Yo, yo he sabido
causar esa embriaguez, ese embeleso!…
Sólo una cosa os pido…
ROXANA.- ¿el qué?
CRISTIÁN.—(Debajo del balcón.) ¡Un beso!
- ¿Por qué puntualiza el carácter de comedia de Cyrano?
Para los actores era fundamental que desde el primer momento supieran que mi concepto de la función es ese, basándome exclusivamente en algo que me parecía obvio, ya que el propio autor subtituló su obra «Comedia de espadas», y aprovechando que también se integra en el teatro dentro del teatro, el juego constante de representaciones, con ese guapo amante que no sabe enamorar pero Cyrano le ayuda al ofrecerle su arte y su voz… Además la he concebido como una escenificación muy completa, con secuencias bailadas y cantadas. Sin duda es una obra genial que ofrece un amplio abanico de posibilidades que todos los integrantes del equipo constantemente tratamos de aprovechar. Aunque llevamos varios meses representándola, siempre hay algo que mejorar, que enriquecer. Es lo que tiene el teatro como materia viva que se recompone función a función. Yo mismo he traducido el texto y los versos, y con la colaboración de Carlota Pérez-Reverte elaboramos la versión castellana definitiva con una duración de dos horas. Todo está lleno de momentos divertidos, hasta que llega lo trágico. El viaje es, sobre todo, una historia de amor y aventuras con bastantes escenas de lucha.
- La música tiene también mucha importancia.
Es maravillosa. A tal punto que grabaremos un CD, donde incluiremos algunos recitados de José Luis. La compuso e interpretó especialmente David Angulo. Un trabajo fantástico que ayuda mucho a crear la atmósfera cinematográfica de la puesta en escena.
- ¿Además de interpretar nuevamente a Ildebrando a partir de abril, está trabajando en otros proyectos?
Estoy trabajando en la puesta en escena de lo que será mi debut en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida donde el 11 de julio estrenamos Nerón, un texto de Eduardo Galán (con quien ya trabajé en Tristana, aún en gira). Ya para 2019, montaré Peer Gynt, el clásico que escribiera en 1867 Henrik Ibsen, una obra maestra que me descubrió Ignacio Amestoy en sus clases de literatura dramática de la RESAD. Si algo tienen los clásicos es su pertinente contemporaneidad. Se trata de un gran estudio sobre las inquietudes del ser humano; sus desasosiegos y sus arrebatos, el destino y el carácter planean sobre toda la obra. La historia de un “Ulises” del siglo XIX que no quiere regresar a una Ítaca material, sino encontrar su verdadero ser. Una obra de espejismos, fantasía, aventura, valores, pasión, filosofía, amor, sexo, vida y muerte… un texto monumental, descarado y atrevido que he titulado El ímpetu y la tormenta.
- ¿Es una versión libre del original noruego?
Es una obra muy distinta del intimismo del Ibsen más representado, como Casa de muñecas, Hedda Gabler o Juan Gabriel Borkam. Es en realidad una pieza inabarcable en la que hay que tomar partido por una de sus muchas visiones y dejar abierto el espectro de las demás. Respetar un clásico es traicionar su forma, el estancamiento es enemigo del teatro. La representación teatral es actual y efímera, habla al hombre de su tiempo, ha de contener el lenguaje contemporáneo por mucho que se haya escrito hace cientos o miles de años. Por eso creo interesante comenzar con un Flash Back, un recurso cinematográfico puesto que el cine es el lenguaje de nuestro tiempo. Comenzar con un Peer Gynt que, como Ulises con los Feacios, cuenta su historia e ironiza sobre ella, un Peer Gynt que fantasea sobre su vida y esa vida, contada por él, es un homenaje a nuestro imaginario, a nuestras películas, a las leyendas, al humor y, parafraseando a Milan Kundera, a la “insoportable levedad del ser”.
La conversación se acaba. Ha sido intensa y muy gratificante. Alberto Castrillo-Ferrer pasa sin transición, con enorme facilidad y alegría de un género a otro, de un clásico a otro, de la todavía lejana puesta en escena de Peer Gynt a la muy cercana de Cyrano de Bergerac, que acaba de tener un nuevo triunfo en Sevilla. Ahora toca ajustar su montaje para Madrid. El mundo y la escena, la vida y la imaginación siguen un curso sinfín en el que hasta un simple apretón de manos es portador de una sonrisa y una energía física propias de un creador a todas horas, no sólo tras las puertas de un ensayo o de un teatro, como si las propias calles y sus coches y el devenir de la gente en la gran ciudad formaran parte de una puesta en escena, desarrollada entre profundos momentos de intimidad poética o tragicómica. El mágico universo de lo que nunca ha ocurrido porque todo está por suceder… en cuanto se levante el telón.
CYRANO DE BERGERAC
Autor: Edmond Rostand
Versión: Alberto Castrillo-Ferrer, Carlota Pérez-Reverte
Traductor del francés y director: Alberto Castrillo-Ferrer
Reparto: José Luis Gil, Ana Ruiz, Ricardo Joven, Alex Gadea, Nacho Rubio, Carlos Heredia, Rocío Calvo.
Música: David Angulo
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Teatro Reina Victoria, Madrid. A partir del 15 de marzo 2018.