Placenteras pasiones de Sor Juana Inés de la Cruz en "Los empeños de una casa"
Por Horacio Otheguy Riveira
Brillante, divertida, musical e ingeniosa puesta en escena de un texto insólito escrito por una monja, célebre por su poesía amorosa en el México del siglo XVII. La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico brinda un espectáculo de gran calidad, minado de acertadas sorpresas.
Respetando el sutil recato propio del Siglo de Oro, Antonio Álamo en la versión, y Pepa Gamboa y Yayo Cáceres en la dirección, han creado una comedia de enredo de gran riqueza poética, con una buena dosis de humor entre canciones para rendir tributo a una escritora formidable en el dominio del lenguaje teatral y gratamente sensual en torno a las pasiones humanas.
Más allá de sus célebres poemas de amor, este devenir de jóvenes ardientes en busca de su propia libertad, conforma un fabuloso abanico de personajes en el que, cumpliendo con las reglas básicas de la dramaturgia de la época, los criados son quienes de verdad piensan y sienten en función de sus necesidades inmediatas de techo y comida, y a partir de ahí se permiten muchas libertades, las mayores audacias, capaces de demostrar la estupidez de los señoritos y la inteligencia poderosa de su peculiar sentido común, sin el cual sus amos no podrían vivir.
En Los empeños de una casa se lleva a cabo un gran trabajo de equipo con la última formación de La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, y por ende, gran parte del reparto de la reciente “Dama boba” de Lope de Vega, en el que Georgina de Yebra resulta deliciosamente sensual, marcándose la primera canción muy bien acompañada por un coro formado por compañeros de reparto; mientras su personaje retoza y arde en deseos de abrasarse con su enamorado, Cristina Arias borda una competidora que ha de empeñarse en sacar a flote sus ambiciones desde una actitud romántica, más culta y a menudo introvertida. Tan deseadas como enamoradizas, son bien servidas por unos compañeros de batalla brillantemente compuestos tanto por sus galanes como por Kev de la Rosa, en un divertidísimo criado con admirables escenas de caricato de alta escuela, transformismo incluido, al travestirse en la mujer soñada, clave para terminar de comprender que los apuestos pretendientes se enteran de muy poco, ciegos ante el devenir de pasiones embozadas, sólo interesados en sus objetos de deseo, incapaces de ver a las mujeres verdaderas, completas, seres humanos ávidos de amor, de locura y de sabiduría.
Entre la notable armonía de todos los componentes, Pablo Béjar destaca en su personaje de galán cuya torpeza pide a gritos que le engañen, y entra de lleno en el cancionero popular con aires mexicanos cantando con bella voz. Por su parte, Silvana Navas (foto) se recrea en una jubilosa criada que hace y deshace, generalmente cascarrabias e ingeniosa como ella sola, pero dueña siempre de las situaciones con las que debe lidiar.
El espectáculo tiene su principal logro en aunar lo clásico y lo contemporáneo de manera tan acertada que no hay estridencia alguna ni en la depuración del lenguaje ni en las correrías atropelladas de sus personajes, con divertida musicalidad, añadiendo en los laterales, en momentos puntuales, la exhibición de grandes reproducciones de hombres y mujeres desnudos pintados por un auténtico genio en su época, el belga Bartholomeus Spranger.
Los aciertos de sus directores, Pepa Gamboa y Yayo Cáceres comienzan con la penumbra del primer cuadro donde un narrador fuera de escena presenta la situación que los actores interpretan en un lance de espadas invisibles cuyo metálico sonido resulta amenazante para los personajes, y muy divertido para el público. Desde ahí todo son gratas sorpresas audiovisuales reinando por todo lo alto el dominio del verso de los jóvenes intérpretes (siempre asesorados por el maestro Vicente Fuentes).
Tras el inevitable final feliz, el saludo de todo el elenco, también realizado con mucha gracia, y algunas perlas inesperadas cuando ya el público se dispone a partir: voces señeras de la canción mexicana, como por ejemplo la de Chavela Vargas que realza aquello que no se ve en la comedia, el doloroso desamor, en su conmovedora versión de la ranchera de José Alfredo Jiménez, Que te vaya bonito.
Ojalá que te vaya bonito
Ojalá que se acaben tus penas
Que te digan que yo ya no existo
Y conozcas personas más buenasQue te den lo que no pude darte
Aunque yo te haya dado de todo
Nunca más volveré a molestarte
Te adoré, te perdí, ya ni modoCuántas cosas quedaron prendidas
Hasta dentro del fondo de mi alma
Cuántas luces dejaste encendidas
Yo no sé cómo voy a apagarlas…
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana fue una mexicana de familia acomodada que llegó a hacerse pasar por muchacho para estudiar. Todo prohibido para quienes estaban destinadas a ser madres ejemplares, prostitutas, un delicado objeto de deseo en la llamada buena sociedad… o religiosas.
Cuando se recluye en un convento de la Orden de San Jerónimo ya había dado muestras de un talento excepcional en las artes teatrales y literarias. Un genio equiparable a los grandes del Siglo de Oro, que no llegó a tener el esplendor de ellos por ser mujer, hasta siglos después en que empezó a rendírsele merecido tributo.
Los empeños de una casa es una de las tres comedias escritas por Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, del municipio mexicano de Tepetlixpa, 12 de noviembre de 1648-Ciudad deMéxico, 17 de abril de 1695), autora a su vez de Autos sacramentales y Poesía amorosa, entre otras obras.
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
Autora: Sor Juana Inés de La Cruz
Versión: Antonio Álamo
Dirección: Pepa Gamboa, Yayo Cáceres
Intérpretes (por orden de aparición): Daniel Alonso de Santos, Marçal Bayona, Georgina de Yebra, Silvana Navas, José Fernández, Cristina Arias, David Soto Giganto, Kev de la Rosa, Miguel Ángel Amor, Pablo Béjar
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Iluminación: Pedro Yagüe
Escenografía: Antonio Marín
Vestuario: Lupe Valero
Teatro De la Comedia, del 22 de febrero al 25 de marzo 2018, y del 2 de noviembre al 9 de diciembre