Cuesta abajo de un psicólogo en Animales heridos, de Mariano Rochman
Por Horacio Otheguy Riveira
El presente no se conforma, y entresueños pide auxilio a las carencias del pasado, y los fracasos sentimentales parecen prenderse como garras que no dejan vivir. Los sueños se convierten en pesadillas, pero todo es un secreto a voces que cada vez gritan más… sólo en la mente de un psicólogo de éxito, con buena formación académica y literaria, pero emocionalmente perdido, indefenso. Se obliga a retroceder en el tiempo, a viajar al pueblo donde fue joven y amante impetuoso, donde pasaron muchas cosas que parece haber traicionado. ¿Está realmente en ese lugar, o todo se empieza a transformar en un sueño circular?
Animales heridos, escrita y dirigida por Mariano Rochman, desarrolla esta profunda situación de desarraigo emocional de una forma escénicamente ágil, bien munida de elementos simbólicos y realistas en un contexto rico en sutilezas por las que el espectador adquiere, a lo largo de la función, la capacidad de un observador avezado. Hay pistas suficientes para que cuando se produzca el sorprendente final, se pueda rearmar lo que se ha visto con una sensación de complicidad, de haber permanecido junto a los muchos personajes que desfilan de la mano de los dos únicos intérpretes.
Con una escenografía muy funcional, sumamente ingeniosa, de Juan Sebastián Domínguez, el psicólogo en crisis va por cuenta de Víctor Anciones, y quien le recibe en el pueblo de su infancia y juventud es su hermanastra, interpretada por Marta Cuenca. Un regreso al origen que empieza después de haber empezado en nuestra ausencia; es decir, antes de ocupar nuestras butacas. Este estilo de repentinas secuencias da mucha fuerza a todo el planteamiento de la función:
Cecilia: El regreso del prodigio de la familia.
Román: Hola Cecilia.
Cecilia: Joder, no te quedes ahí parado y dame un abrazo.
Román: (Algo incómodo) Gracias por recibirme aquí.
Cecilia: ¿Y dónde te ibas a quedar, eh?
Román: Bueno, podría haber ido a un hotel.
Cecilia: Mejor te quedas aquí, créeme, como en casa en ningún sitio.
Román: Bueno, te lo agradezco de verdad.
Cecilia: Te voy a pedir que cuando te quites tu abrigo, te quites también el formalismo,
por favor, no puedo soportarlo.
Román: Lo voy a intentar. Ha pasado tiempo… y mi trabajo, me vuelve cada vez más
formal.
Cecilia: Sí, es verdad, tienes razón, ha pasado mucho tiempo…
Román: Sí.
(Pausa)
Cecilia: ¿Quieres beber algo? Ponte lo que quieras. Mira. tienes de todo, aquí hay
bebidas como si fuese un bar; mamá seguía comprando después de que muriera tu
padre; supongo que a ella eso le servía…
(Pausa)
Cecilia: La echo tanto de menos, ¿sabes?
Román: Necesitas tiempo, estás atravesando un duelo, no ha pasado un año aún.
Cecilia: Puedo enumerar una lista de cosas que no se curan con el paso del tiempo.
Con el fondo muy sugerente de una canción susurrada, se deslizan todas las situaciones con un ritmo que nunca decae, de interés creciente, con la energía generada por la actriz que asume el personaje principal de Cecilia, pero que se va transformando con gran rapidez para dar cauce a las otras mujeres en la vida de Román, mientras él se deja llevar, perplejo, a tientas, al calor, a veces abrasador, de todas las que dejó. Animales heridos que dan mucho de sí en un campo minado de matices, de preguntas, de vivencias reales e imaginadas, de sucesos que ocurrieron y otros que están sucediendo ahora.
El gran trabajo de Marta Cuenca se centra en una serie de personajes muy atractivos. La creatividad de Víctor Anciones se pone a prueba, precisamente en la ausencia de histrionismo de su personaje, una exigencia muy difícil que desempeña con holgura, transmitiendo la fragilidad de un hombre intelectualmente fuerte, frente a las personalidades siempre más definidas de las mujeres por las que circula.
Misterio y sólida intriga casi policiaca en una obra que desentraña un profundo abismo entre la inteligencia y los sentimientos, lo que se vive y la nostalgia de lo que se perdió, dejando en el espectador la gran posibilidad de coparticipar en un planteamiento muy abierto y muy sugerente. Eso sí, además de todo el entramado de una obra que hace hincapié en el lenguaje teatral más audiovisual que discursivo, hay momentos bien servidos por el recuerdo de dos hombres clave de la literatura y el psicoanálisis del siglo XX: Eduardo Galeano y Jacques Lacan, este último a través de la obra de Pierre Rey, Una temporada con Lacan. Creadores que marcaron la existencia de muchos intelectuales de la época: exigentes, poderosamente innovadores, que generaron en sus lectores o pacientes, un ansia de transformación muy importante.
NURIA: “Cada persona brilla con la luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas; algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se
acerca se enciende.” Galeano, Eduardo Galeano.
ANIMALES HERIDOS
texto y dirección
Mariano Rochman
producción
Doble Sentido Producciones
distribución
Mara Bonilla Distribución
escenografía
Juan Sebastián Domínguez
diseño de vestuario
Guadalupe Valero
iluminación
Luz ET
técnico de luces
Raquel Rodríguez
diseño gráfico
José Gonçalo Pais
fotografía
Life Triumph y Raquel Rodríguez
Ensayos abiertos, Club Privado Espacio Guindalera, días 9, 10 y 11 de febrero 2018.
Teatro Lara. Sala Lola Membrives. Jueves 20,15 horas, del 15 de febrero al 19 de abril 2018