"OIROTALEV": sexo, dinero y cintas de audio
Por Horacio Otheguy Riveira
Soledades contrapuestas y a veces encimadas a ciegas se dan cita en un buen drama de familia rota. Cuatro intérpretes se entregan con muy buenos recursos a manera de un psicodrama con los espectadores casi encima: seguidores emocionados de unas vidas irracionales, pendientes de emociones que dan vértigo. Un trabajo muy recomendable para los amantes de los melodramas realistas.
En la intimidad de la Sala Intemperie (ex Sala Tú, ahora mucho más confortable), una joven triste portando una vela nos cuenta que su maravilloso padre murió en un hospital con ella en sus brazos. Dolor, soledad, ternura, tres emociones que pesan mucho en una treintañera que esconde profundos resentimientos en una vida sin color. Es el punto de partida de un drama que sucederá en noche de velatorio que no será tal, de allí el aparente humor con que el autor tituló su obra, como un juego de niños, velatorio al revés: OIROTALEV, acaso también como homenaje a los dramas rusos donde el sexo, el dinero y la muerte van de la mano en un mar de temores e inseguridades.
Tres hermanos muy distintos huyen de sí mismos y de un turbulento pasado sin comunicarse en profundidad hasta que no hay más remedio, y su frágil existencia se desmorona en la antesala de un tanatorio. Su autor, Juan Frendsa, ha desarrollado las situaciones a través de personajes hilvanados con creciente interés. Los estereotipos por los que se mueven (adicciones de uno u otro tipo, pulsiones sexuales irresistibles, herencias que se quieren arrancar de las manos, chantaje…) resultan bien estructurados, con suficiente energía como para —en tan profunda intimidad entre público y actores— seguirles de cerca en todo momento. Su única pega radica en algo lamentablemente reiterado en muchos autores de hoy: un afán por la brevedad que lleva a escribir un final precipitado e incluso inverosímil desde el punto de vista jurídico. Una caída en la coda final del texto, que actores y puesta en escena sacan adelante con solvencia.
La dirección de David Ramiro Rueda elabora la sucesión de momentos con estupendo control de los silencios, los tiempos de las transiciones, los estallidos emocionales…, aprovechando la palpable entrega de sus cuatro intérpretes:
Martin Aslan, el hermano mayor que mantiene el tipo gran parte de la historia con mucho viento en contra, hasta un ataque de ansiedad de formidable contención dramática: mucho con muy poco, en un menos es más de gran emotividad; sus hermanos en conflicto: Luis de Sannta, de impecable factura su elaboración de un hombre que se niega a crecer, a merced del alcohol o de la sexualidad de una mujer arrebatadora: su cuñada, de envolvente sensualidad (encantadora Llüisa Valldaura: como una gacela en busca irrefrenable de placer, sensual y divertida, como si el cinismo al que está obligada no fuese con ella), y por último la hermana de los complicados caballeros, la chica que se ha ocupado de un padre que permanece en su ataúd en la sala contigua, y del que se sabe poco, excepto su devoción y su consiguiente y enfermiza soledad que la obligará a dar un golpe de efecto final… La interpreta Tamara Casellas con sobrecogedoras voz y actitud física de muchacha vencida.
Sala Intemperie Teatro. Del 28 de noviembre al 21 de diciembre de 2017.
De martes a jueves a las 20,15 horas.
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