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La condesa de Genlis y Jane Austen

Por Silvia Pato (@SilviaP3)

La escritora y arpista Stéphanie Félicité du Crest (1746-1830), también conocida como condesa de Genlis o Madame Brûlart, resulta una de esas figuras literarias de tal importancia que su nombre salpica las biografías de los grandes autores que la sucedieron, a pesar de que, en la actualidad, algunos ni siquiera la conozcan.

Madame de Genlis, portrait by Jacques-Antoine-Marie Lemoine

Esta artista francesa creció en Champcéry y recibió una esmerada educación dentro del seno de una familia noble venida a menos. Admirada por su gracia y su maestría al tocar el arpa, en París, consiguió atraer todas las miradas, y con dieciséis años contrajo matrimonio con el conde de Genlis, Charles Alexis Brûlart. Tiempo después, y gracias a los contactos de una tía suya, Stéphanie comenzó a trabajar en la corte como institutriz de todos los hijos de los duques de Chartres. Tenía veinticuatro años.

Fue entonces cuando empezó a escribir, dotando a sus obras de fines educativos y plasmando en ellas sus teorías sobre la enseñanza. Vieron la luz así, entre otros, los cuatro volúmenes de Théâtre d’éducation (1779-1780), las comedias cortas para jóvenes Les Annales de la vertu (1781) y los tres volúmenes de Adèle et Théodore (1782), publicados el año en el que se separó de su marido.

Cuando estalló la Revolución Francesa, la escritora se puso a favor de los revolucionarios, y después de la caída de los girondinos se refugió en Suiza con una de sus alumnas: Madamoiselle d’Orléans. Cuando volvió a su país natal contó con el apoyo de Napoleón, que le concedió una pensión de seis mil francos. Incluso hay quien apoya la teoría de que era una de sus espías, debido a la numerosa correspondencia que se intercambiaron.

Stéphanie no dejó de escribir, embarcándose en diversas novelas históricas, con grandes éxitos como Mademoiselle de Clermont (1802), sin dejar de abordar ensayos sobre los temas que más le interesaban, como De l’influence des femmes sur la littérature française (1826). Cuando falleció, el 31 de diciembre de 1830, había dejado publicadas, entre prosa y poesía, más de ochenta obras, entre las que se encontraban sus memorias.

Su éxito fue tal en toda Europa que en España también se tradujeron algunos de sus libros, aunque no los de tono más revolucionario. Así aparecieron Adela y Teodoro, Inés de Castro: novela tomada de la historia de Portugal (1832) y Zuma o el descubrimiento de la quina (1827), entre otros. Pero si en un lugar se tradujo lo más destacado de su producción, y con gran éxito y fidelidad por parte del público, fue Gran Bretaña.

 

Emma
Fuente: Flickr/Charlotta Wasteson (CC BY 2.0)

 

Entre todas sus lectoras se encontraba Jane Austen, que dejó por escrito algunas de sus opiniones sobre la condesa. De hecho, cuando comenzó a leer Alphonsine, lo consideró tan ofensivo que no superó las veinte páginas y se apresuró a devolverlo a la biblioteca. No obstante, siguió leyendo sus novelas. Prueba de ello son las referencias más o menos veladas de Adèle et Théodore en una de las obras de Jane: Emma (1815). No fueron las únicas. También le sirvió de inspiración History of the Duchess of C*** (1798), uno de los cuentos de horror gótico de la condesa, para su novela Northanger Abbey (1817).

Jane Austen no fue la única escritora que se inspiró en Madame Brûlart. Otras coetáneas como Anna Laetitia Barbauld (1743-1825) también la admiraban, y Clara Reeve (1729-1807) consideraba su modelo educativo el más perfecto de todos. La figura de la arpista era tan compleja e interesante que resultó inevitable que terminara haciendo acto de presencia, de una u otra forma, en las novelas de sus sucesores. Los escritores se encargaron de ello.

Madame de Genlis aparece así en Los miserables (Les Misérables, 1862) de Victor Hugo, e incluso Lev Tolstoi la menciona en Guerra y Paz (1869), utilizando su nombre como un apodo ofensivo. En el siglo XXI, muchos de los lectores ni siquiera sabrán a quien alude, tal y como sucede con tantas personalidades femeninas que escribieron en un tiempo en el que sus obras fueron cayendo en el olvido por más prolíficas, valiosas o exitosas que fueran.

FUENTES: Was Madame de Genlis Napoleon’s spy? by Shannon Selin
          Romance, Pedagogy and Power: Jane Austen Re-Writes Madame de Genlis by Susan Allen Ford

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