La Lolita detrás de la Lolita de Nabokov
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
Desde que Lolita fuera publicada hace ya más de sesenta años, la crítica han dedicado enormes cantidades de esfuerzo para explicar los cientos de alusiones que contiene la novela, para identificar sus referencias ocultas, ya sean ecos paródicos o posibles fuentes. Mientras trabajaba en la novela, Nabokov emprendió todo tipo de investigaciones, no solo literarias sino que echó mano de la prensa, sobre todo de las noticias que hacían referencia a accidentes, a crímenes sexuales o a asesinatos. Especialmente le llamó la atención la noticia del secuestro de un pederasta llamado Frank La Salle a la joven de 11 años Florence Sally Horner, que tuvo lugar en 1948. Nabokov no solo utilizó esta historia para inspirarse en sus detalles sino que la introdujo en Lolita de una manera muy particular.
Todo empezó la tarde del 13 de junio de 1948, cuando Sally Horner intentaba robar un cuaderno de cinco centavos de una tienda de Camden, New Jersey, para ser aceptada por sus compañeras de clase. Una vez dentro cogió el primer cuaderno que encontró, lo metió en su bolsa, vigilando que nadie la miraba, y corrió hacia la puerta de salida. Entonces, justo antes de salir, alguien le pegó un tirón del brazo. Al levantar la vista vio a un hombre delgado, de rostro afilado y mirada aguileña. «Soy agente del FBI», le dijo el hombre, «y estás bajo arresto». Sally hizo lo que haría cualquier muchacha de 11 años en una situación similar: llorar. El hombre, sin soltarla, señaló en dirección al Ayuntamiento, el edificio más alto de Camdem, al tiempo que le decía que las chicas como ella acaban allí y que los ladrones de su edad terminaban en el reformatorio. «Pero has tenido suerte de que te haya cogido yo y no otro agente del FBI, porque si accedes a darme algún chivatazo de vez en cuando te dejaré marchar», añadió el hombre.
Sally respiró aliviada. Iba a dejarla marchar. No sabía mucho de reformatorios pero intuían que no eran algo bueno; tampoco tendrían que llamar a su madre para darles la noticia. Sin embargo, al día siguiente, cuando Sally salía de la escuela, el hombre volvió a presentarse de improviso. Las reglas del juego habían cambiado: el gobierno exigía que la niña lo acompañara a Atlantic City. Ahora bien, permitía que su madre no supiera la verdad y que lo cubriera todo con una mentira. La niña le diría que los padres de dos amigos del colegio la habían invitado a unas vacaciones en la costa.
Ni que decir tiene que ese hombre no era agente del FBI sino un mecánico de 50 años llamado Frank La Salle. Sally hizo caso a La Salle y ambos se trasladaron a una casa de huéspedes en el 203 de Pacific Street en Atlantic City ‒La Salle con el nombre falso de Frank Warner‒. Durante seis semanas llamaron a la madre de Sally, Ella Horner, desde estaciones de servicio para contarle lo bien que lo estaban pasando. Ella, que pensaba que su hija estaba de vacaciones de verano con unos amigos, no sospechaba nada. Después de ese tiempo Sally la llamó diciéndole que se quedaría más tiempo para ver un espectáculo de las Ice Follies. A la segunda semana las excusas fueron todavía más vagas y a la tercera semana y no hubo más llamadas de teléfono. Las cartas de Ella eran devueltas al remitente como no entregadas y la última noticia que tuvo de su hija era perturbadora: ella y Warner se iban a Baltimore. Entonces Ella se dio cuenta de que había sido engañada, de que le habían arrebatado a su hija. Esa última carta la recibió el 31 de junio de 1948, y ese mismo día Ella llamó a la policía.
La policía de Atlantic City llegó a la casa de huéspedes de Pacific Street, pero la pareja ya se había marchado. En la habitación encontraron dos maletas llenas de ropa, como si sus propietarios se hubieran marchado apresuradamente, y varias postales no enviadas de Sally a su madre y a sus amigos. La policía tuvo que darle la terrible noticia a Ella: el hombre que se hacía llamar Warner era Frank La Salle, y seis meses antes de secuestrar a Sally había salido de prisión por violar a varias niñas.
A diferencia de Humbert Humbert, no había nada erudito ni literario en Frank La Salle. Sus escritos, llenos de errores gramaticales, carecían del sello narrativo de Lolita. Sabemos poco de sus primeros cuarenta años salvo que nació en Chicago y que vivió en Filadelfia y en ciudades al sur de Jersey, trabajando eventualmente como mecánico bajo diferentes seudónimos. Al igual que Humbert, La Salle prefería a las jóvenes menores de edad, y eso incluía a la que fue su esposa, Dorothy Dare. Esta muchacha se fugó con La Salle cuando todavía era menor de edad para escapar de un padre excesivamente estricto. Como ella era menor de edad se emitió una orden de detención para La Salle pero cuando se encontró a la pareja ya se habían casado legalmente, por lo que no se pudo arrestar a La Salle. El matrimonio fue feliz durante algunos años, pero después de que tuvieran una hija se separaron, supuestamente por infidelidades de él hacia ella. El 4 de septiembre de 1942 La Salle fue acusado de violar a cinco niñas de entre 12 y 14 años y condenado a pasar entre dos años y medio y cinco en la prisión estatal de Trenton. Catorce meses después salió en libertad condicional.
Después de salir de Atlantic City, se establecieron en Baltimore, en el barrio de Barclay. Ante todos, la pareja desempeñó el papel de padre e hija, y Sally incluso tuvo ciertas libertades para moverse sola, asistiendo a la Escuela Católica de Saint Ann en el 2200 de Greenmount Drive, a poca distancia de su nuevo hogar. Tras un tiempo se dirigieron al suroeste de Dallas, con la excusa de que el FBI le había pedido que investigara algo. Allí vivieron en, desde abril de 1949 hasta marzo de 1950, en Commerce Street, un tranquilo parque de caravanas en una de las zonas más deterioradas de la ciudad. Una vez más, Sally se comportó como una típica niña de 12 años y La Salle como su padre viudo. Ella asistió a la escuela católica en Nuestra Señora del Buen Consejo ‒y fue buena estudiante‒, y además tuvo un perro, y toda la ropa y comida que pedía. Iba a la piscina y visitaba los remolques de algunos de sus vecinos. Se quedaba a solas con ellos a veces y jamás mencionó su situación. De ahí que cuando sus vecinos conocieran la verdadera historia de la niña quedaran anonadados. ¿Por qué no decía nada la niña a pesar de tener la oportunidad? ¿Es que pensaba que nadie creería su historia?
Pero una mujer creyó a Sally, y eso animó a la niña a escapar. Esa mujer era Ruth Janish, una vecina que conoció a Sally y a La Salle en el parque de caravanas. Ella sospechaba, por el extraño comportamiento de la niña, que aquel hombre no era su padre, así que animó a Sally a que le contara la verdad. Y la muchacha se derrumbó, contándole que quería irse a casa, que quería hablar con su madre y con su hermana mayor. Finalmente Sally consiguió hablar con el marido de su hermana y le contó dónde se encontraba. La policía recogió a Sally y fue trasladada a un centro de menores. La Salle fue arrestado y no solo negaba el secuestro de la niña sino que afirmaba que era su padre, que la había criado desde pequeña, que había estado casado con la madre de Sally, Ella Horner, y que ella siempre había sabido sabido dónde se encontraban.
Sally tuvo que personarse en el juzgado para constatar las mentiras de La Salle. Entre gritos y llantos negó que fuera su padre, muerto cuando ella tenía seis años. Nunca había visto a ese hombre antes de la tienda donde robó el cuaderno. La madre de Sally, lógicamente, también negó conocer a La Salle. Este fue condenado a una sentencia de entre 30 y 35 años en la prisión estatal de Trenton acusado de los cargos de secuestro y violación. No fue necesario que Sally testificara en el juicio, aunque sí tuvo que estar presente. El juez, después de llamar «leproso moral», dijo: «Las madres de todo el país suspirarán aliviadas al saber que un hombre de este tipo está en la cárcel». En su apelación La Salle intentó seguir defendiendo que era el padre de la niña, no se sabe si por mantener una mentira que era a todos ojos falsa o si por engañarse a sí mismo. A diferencia de Humbert Humbert, que trataba de atribuir un significado más grandioso a sus delirios de paternidad ejemplar, las maquinaciones de La Salle eran decepcionantemente obvias y mundanas..
La Salle murió en la prisión estatal de Trenton el 22 de marzo de 1966, dieciséis años después de su sentencia. Sally, por su parte, tuvo un final muy distinto al de Dolores Haze, muriendo en un accidente de tráfico cuando el coche en el que viajaba se estrelló contra la parte trasera de un camión estacionado.
Llevó cincuenta años descubrir la conexión entre Sally Horner y Dolores Haze. Lolita estaba tan llena de alusiones y referencias que un acontecimiento aparentemente poco relevante ocurrido en la vida real no era una prioridad para la crítica. El caso de Sally fue muy seguido por los medios, pero pronto terminó cayendo en el olvido. Uno de los biógrafos de Nabokov, Brian Boyd, mencionó el secuestro como una de las fuentes que el escritor obtuvo de la prensa. A fin de cuentas, el propio Nabokov menciona el caso de forma explícita en el capítulo 33 de la segunda parte de la novela diciendo: «¿Y si yo había hecho con Dolly lo mismo que Frank Lasalle, un mecánico de cincuenta años, hizo en 1948 con Sally Horner, de once?»
Alexander Dolinin, profesor de lengua y literatura eslava en la Universidad de Wisconsin, en Madison, afirmó que una nota a mano acompañada de un recorte de prensa sobre el tema encontrada en los archivos de Nabokov permiten saber que el autor conocía el secuestro. La expresión «delincuente moral de mediada edad» estaba señalada en el artículo. Los paralelismos saltan a la vista: tanto Sally como Dolly son hijas de madres viudas y son arrastradas pro depredadores sexuales que rondan la misma edad. También coinciden muchos otros detalles, como los lugares de residencia en los que viven la pareja, las escuelas, etc. La fechas, además, coinciden: Nabokov empezó la novela en 1948 y la terminó en 1953.
Sally Horner estuvo en un cautiverio infernal durante 21 meses, después de un viaje demencial que la llevó de Camden a California, pasando por Nueva Jersey y San José. Un cuaderno de cinco centavos cambiaría su vida para siempre. Sin embargo, ese cuaderno no solo alteró la vida de Sally sino que centelleó en toda la cultura, dando como resultado un libro que cambiaría el curso de la literatura del siglo XX. En la obra de Nabokov, a diferencia de la realidad, no tenemos el punto de vista de Dolores Haze, sino que la historia nos llega a través de la palabra de Humbert Humbert, cuyo encanto y erudición permite al lector olvidar que es un monstruo ‒a algunos brevemente y a otros por completo‒. Una de las genialidades de Nabokov consiste en elaborar una trama cuyas motivaciones nos dejan en una incómoda ambigüedad, interpretable como una novela llena de moralidad o completamente amoral.
La infinidad de capas de referencias de Lolita ocultaron, en cierto sentido, la historia de Sally Horner. Pero Dolores Haze merece ser recordada como un gran personaje literario, Sally, la niña a la que se le arrancó la inocencia y se le negó salvajemente la oportunidad de crecer con normalidad, tampoco merece caer en el olvido. Una niña que, inmortalizada gracias a la literatura, quedará para siempre atrapada en las páginas de uno de las novelas más importantes del siglo XX.
Fuente: Hazlitt
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