Con el alma en vilo, mientras pasan "Los años rápidos" (de Secun de la Rosa)
Por Horacio Otheguy Riveira
Tres cuadros como tres actos muy sucintos para exhibir la historia de una familia. Empieza con personajes estereotipados, continúa con un conflicto tan sentimental como sexual, y se cierra precipitadamente con un desenlace de final feliz muy forzado. Una especie de apreciable boceto, de proyecto de una obra mayor, escrito por Secun de la Rosa con buen conocimiento de carpintería teatral, pero tanta prisa que le lleva a componer 55 minutos que se ven con interés gracias a la brillante dirección realizada por él mismo, con un reparto sobresaliente que, en definitiva, hace recomendable una función que da menos de lo que promete.
Extraña contradicción por parte de alguien con tanta experiencia, a tal punto que un desarrollo más elaborado hubiera creado una obra realista compacta, un melodrama de gran calado, alimentado por el buen hacer de un hombre con talentos diversos: actor, autor, director; teatro, cine, televisión. Lo más valioso que queda de estos Años rápidos se debe a la entrega de sus intérpretes, capaces de aportar trascendencia a personajes y situaciones meramente apuntados.
Pepa Pedroche (foto derecha) es la madre de familia atormentada por la infelicidad que le provee un marido egocéntrico (José Luis Martínez), que esconde su sensibilidad bajo muchas capas de complejos: ambos abren la función a manera de comedia hilarante con fondo amargo, y retornan en la última parte con la misma escena en un contexto diferente, ya protagonizado por su hija más adaptada y otra que regresa treinta años después. Ambas conforman el centro neurálgico del drama y se coronan de gloria en un enfrentamiento donde el brío de Sandra Collantes se ve duramente golpeado por Cecilia Solaguren, en cuyas manos está el emotivo desenlace. Acompañamos a todos ellos con el profundo deseo de que nos lleven adonde quieran, tan grande la riqueza de sus matices emocionales, como la gravedad de las complejas circunstancias por las que navegan con fascinante naturalidad, es decir, con el despliegue de recursos propio de grandes comediantes, tras muchos años de duro trabajo.
Después de aplaudirles en Los Gondra (Una historia vasca), estrenada en el Valle Inclán a comienzos de 2017, resulta especialmente grato reencontrar aquí a tres de sus intérpretes (la estrena Marcial Álvarez en el único papel masculino, ahora por José Luis Martínez), esta vez acompañados por Sandra Collantes, que resuelve estupendamente su dramático aporte de mujer que fue un niño atribulado e incomprendido, pero que logró transformarse gracias a un miembro de la familia que sí le comprendió, que le amó incondicionalmente.