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Gilles Legardinier a propósito de su nuevo trabajo, 'El milagro original'

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Gilles Legardinier ha trabajado una amplia gama de géneros, consiguiendo gran renombre con thrillers como L’Exil des Anges (Prix SNCF du Polar 2010) y Nous étions les hommes (2011); y obteniendo un éxito rotundo, tanto en Francia como en el extranjero, con sus comedias Mañana lo dejo (2011), Días de perros (2012), Et soudain tout change (2013), Como el perro y el gato (2014) y Quelqu’un para qui trembler (2015). En la actualidad, cuatro de sus novelas están siendo adaptadas al cine. Ahora nos vuelve a sorprender con una historia donde suspense, ciencia y aventura conforman una intriga contra reloj que invita a viajar a lo largo de 2500 años, desde la antigua Mesopotamia al Tercer Reich, desde el Museo Británico al Japón milenario. Autor superventas, en Francia ha vendido más de tres millones de libros; guionista, productor y director, Legardinier siempre está dispuesto a generar emociones.

El milagro original.  Gilles Legardinier.  Editorial Harper Collins, 2017.  516 páginas.  19,90 €

Karen Holt es agente de un servicio de inteligencia muy peculiar. Benjamin Hood es un investigador del Museo Británico que no sabe muy bien ni por dónde anda, cínico, deslenguado y con un peculiar sentido del humor. Ella investiga una espectacular serie de robos de objetos históricos por todo el mundo. Él pasa sus vacaciones en Francia, a la zaga de un amor perdido. Cuando el respetable historiador que ayudaba a Karen a rastrear a estos ladrones tan extraordinarios muere en extrañas circunstancias, a ella no le queda otro remedio que reclutar a Ben, aunque sea a la fuerza. Lo que van a vivir los desconcertará. Lo que van a descubrir los fascinará. Lo que tendrán que afrontar podría destruirlos…

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El regreso de Gilles Legardinier a la actualidad literaria, después del buen sabor de boca que dejaron sus anteriores libros, es un cruce entre thriller e historia titulado El milagro original. ¿A qué sección de las librerías cree que debería ir su libro?

Para mí es aventura, pero aventura humana. La historia de una pareja que se enfrenta a un enigma histórico. La historia de Karen y Ben, que van a descubrir, a la vez que nosotros, algo que les sobrepasa y frente a lo cual tendrá que aceptar sus responsabilidades. ¿Hay una sección para esto en las librerías? (Risas)

El milagro original es la historia de una investigación que llevan a cabo un cínico investigador del Museo Británico y una esforzada agente secreta… ¿Cuál es el secreto para que dos personajes coprotagonistas encajen bien?

El secreto es sencillo como la vida misma. No hay ninguna razón para que encajen, son opuestos en todo pero no tienen elección, y al final es el mejor medio para entenderse: no tener elección y arriesgar tu propia piel.

¿Es consciente de que tal vez haya creado dos personajes que deberán tener continuidad en posteriores aventuras?

Es muy amable. No me lo han dicho tantas veces como con estos personajes. Mucha gente me ha dicho que ningún personaje, ninguna novela, les había hecho sentir tanto la necesidad de una continuación. Me he ligado mucho a ellos, tengo material para tenerles ocupados en bastantes libros. Pero soy muy exigente por lo que no lo voy a hacer de inmediato. Antes tengo otras historias que proponer al lector y, realmente, quiero presentar lo mejor que puedo dar.

Usted ha dicho que cuando empieza una historia no imagina los personajes sino los sentimientos… ¿Qué sentimientos imaginó al plantearse este trabajo?

Para mí Ben es un hombre con talento pero no sabe qué hacer con él. Es una persona afectiva que no funciona salvo que lo haga para alguien. Así que, como sale de una historia de amor, lo que está es completamente perdido. Karen, por otro lado, lo primero que tiene es el sentido del deber, el sentido de la integridad, y va a descubrir que en la vida los verdaderos riesgos se asumen con el amor y no con las balas.

¿Su libro pone de nuevo sobre el tapete la eterna lucha entre el Bien y el Mal?

Sí. Es la historia de la humanidad. Todos los días lo que hacemos lo hacemos por amor, por interés, cosas de las que estamos orgullosos, cosas que nos avergüenzan, es un combate que tenemos en nuestro interior, todos, permanentemente. Sea lo que sea que hagamos. Todos estos pequeños y repetitivos combates conforman nuestra humanidad. Así que, efectivamente, no hay otra historia que contar mientras se trate de seres humanos.

La agente secreta, Karen, pertenece a una curiosa agencia que no existió, o que tal vez sí… ¿Nos puede dar algún detalle de esta agencia, sin desvelar nada esencial?

Pues sí, sí ha existido. Karen trabaja en una agencia heredera de un servicio que realmente existió, creado por Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, en la época en la que Hitler se obsesionó con las reliquias y objetos sagrados que podrían, que esperaba, que pudieran darle un poder casi divino. El único en Europa que se dijo «Bueno, vale, yo no creo en todo esto pero ¿qué pasaría si encontrase algo?» fue Churchill, por lo que concentró dentro del SOE a una docena de personas que estaban encargados de investigar y encontrar qué buscaban y dónde, e incluso qué encontraban. Este servicio nunca fue disuelto por lo que me he imaginado que Karen trabaja en la versión edulcorada de hoy en día. Es decir, actualmente no se hacen estas búsquedas, en teoría, pero el servicio existe todavía.

¿Por qué la fascinación actual por la Historia? ¿Cree que es por culpa del presente? Antes hablábamos de sentimientos, y tal vez exista un sentimiento de desapego hacia el tiempo que nos ha tocado vivir…

No, no creo. Creo que la historia ha apasionado siempre a la gente que necesitaba respuestas y tener perspectiva sobre la humanidad. No nos interesamos más ahora por la historia, todo lo contrario, creo que nos interesamos menos ya que estamos en una cultura de lo rápido, de lo inmediato. Hoy es necesario tener una edad o por lo menos una cierta madurez para decirse: ¡existió esto, y no estaba tan mal! Tendemos a creer que todo se inventó ayer y que hoy lo sabemos todo. Nunca se ha tenido tanto esta impresión, pero es falso, las respuestas están en la historia. El interés por la historia es bastante constante y no creo, espero, que desaparezca.

Usted dijo en una entrevista que lo que puede hacer le interesa mucho más que lo que es… Tal vez esa sensación sea también la de los humanos del siglo XXI.

En lo que a mí respecta desde luego. En cuanto a la sociedad, no lo creo. Es una buena pregunta. Hoy nos importa sobre todo la imagen, la apariencia. Yo prefiero claramente hacer, que mirarme a mí mismo o mirar a otros. La gente para mí no tiene interés más que por su realidad, sus aptitudes, su compromiso. Me da igual un bonito peinado, está bien, es chulo, me da igual un teléfono nuevo, es chulo y todo eso, pero, honestamente, una mirada de verdad, capacidades reales, sentir las convicciones de cada uno es mucho más interesante que oler su perfume (risas).

Hablando de Historia, no sé si sabrá que desde hace dos temporadas una de las series españolas más vistas es El ministerio del tiempo, que plantea la realidad de los viajes en la Historia y la lucha de unos investigadores para que nadie cambie el pasado…

Una bonita idea. Que se puedan poner en imágenes temas históricos, ideas que no son las de hoy es siempre bueno. Si está bien hecho, llevar la cultura y la apertura de espíritu a la gente, incluso por medio del entretenimiento es algo fantástico. Es lo que yo mismo intento hacer, incluso con El milagro original. Hablo de cosas que son verdaderas. A través del entretenimiento, hablo de cosas que son plausibles, así que me siento muy cercano a lo que hacen estas personas.

¿Cuál de las antiguas civilizaciones le atrae más? ¿En cuál le gustaría vivir, aunque fuera una temporada?

Estoy bien en mi época. En cualquier caso, me interesan todas las civilizaciones, cualquiera de ellas nos puede enseñar algo. Otra cosa es que yo no me arriesgaría, aunque siempre se puede uno caer en un día de esos en que todo va mal (risas). Todas las civilizaciones tuvieron sus sombras. Prefiero estar día a día en nuestro propio tiempo y vivirlo, con sus cosas agradables y desagradables pero conocidas, que irme de forma aleatoria en nombre de una idea romántica y encontrarme en cualquier sitio terrible (risas). Así que no, yo me quedo.

Usted ha dicho en alguna entrevista que la era de Internet es, paradójicamente, la menos comunicativa de todas… Pero si los teotihuacanos, por ejemplo, hubieran tenido internet, no hubieran desaparecido sin dejar rastro…

Sí… Bueno, ¿realmente es grave desaparecer sin dejar rastro? Es parte de la vida. Hay flores que nos han parecido magníficas y que hoy desde luego no existen, animales, amigos, familia… Desaparecer forma parte de la vida. Hay que dejar páginas en blanco a los siguientes. Ahora estamos en una época en la que guardamos todo, pero no estoy seguro de que todo lo que guardamos en internet sea realmente útil para las civilizaciones que nos van a seguir. Van a ver nuestros culos, van a ver nuestras caras raras… realmente ¡qué nos importa! Gracias a internet nos podemos comunicar con personas al otro lado del mundo, pero encuentro que realmente cuando se aprende es cuando vemos lo ojos de la otra persona, aprendemos cuándo sentimos su carisma, su potencial, sus ganas. Somos animales, animales sociales y necesitamos ese contacto físico. A la gente le gusta hacer fiestas todos juntos y no creo que nadie se quiera casar realmente a través de internet. Uno tiene ganas de tener a su gente cerca, en el mismo sitio. Hoy las civilizaciones de las que hablamos no han desaparecido. Han dejado su rastro, ¿qué rastro dejaremos nosotros? Esa es la pregunta que tenemos que plantearnos.

Usted no ha dejado de trabajar en el mundo del cine… ¿Existe, como se dice, una forma cinematográfica de escribir novelas?

No, porque en uno se trata de las palabras y el otro es la imagen. El cine es la encarnación, es la música, es la luz. Lo escrito es el sentimiento, es el ritmo de lectura individual a gusto del lector. Lo escrito es dejar sitio a la imaginación del lector y materializar las cosas. No es lo mismo. El cine y la escritura son complementarios, pero no son para nada la misma cosa.

En todas sus novelas, incluida, El milagro original, el humor es una constante. ¿Cree que el humor, como dice uno de sus personajes, es un escudo contra el presente?

Desde luego. La vida es dura. Todos tenemos que enfrentarnos a multitud de cosas. Todos tenemos miedos. El humor es una especie de boya. Nos permite reírnos de lo que nos puede destruir. Nos permite convertir momentos horribles en momentos buenos compartidos. El humor es la llave de la felicidad sobre la infelicidad. Para mí el humor tiene una ventaja más: es la forma más rápida de conocer a la gente realmente. Hace falta tiempo para conocer las ideas de alguien, pero para hacer que alguien se adhiera a un momento divertido solo hace falta un instante. El humor es la mejor y más rápida forma de conocer personas.

En Días de perros, su protagonista, Andrew Blake, ya descubría que reírse del mundo es tremendamente saludable… ¿Usted de qué se ríe?

Un poco de todo. Lo primero que me hace reír es aquello en lo que he fallado. Todos mis errores, mis convicciones cuando estaba equivocado, así se aprende. Me encantan las tentativas desesperadas que terminan dando lugar a algo mejor y distinto a lo que esperábamos. Muchas veces la gente hace cosas esperando algo y todo se va a la mierda, se estropea, y terminan encontrando su camino, aunque no sea ni de cerca el que esperaban. Me parece divertido y a la vez portador de esperanza. Todo lo que son fracasos, las pequeñas cosas que perdemos, para mí es lo que más hace reír.

En España había un refrán, hoy obsoleto, que decía que «la letra con sangre entra». ¿Cree que nos hemos percatado de que es precisamente todo lo contrario?

Depende de tu naturaleza. Hay gente curiosa que tiene ganas de aprender, esos no tienen necesidad de la “sangre”, pero hay que gente que no tiene ganas de aprender nada y que no pueden. Para estos estoy seguro de que la “sangre” tampoco les sirve de nada. La gente nunca es tan eficaz como cuando “quieren”. El ser humano tiene esta capacidad. Hombres y mujeres tienen la capacidad de superarse cuando tienen “ganas”. Pero también tienen esa capacidad de no hacer nada cuando no tienen “ganas”. Pero ¿qué le interesa a la gente? Eso depende de cada uno.

La pareja de su novela, Ben y Karen, funcionan con precisión milimétrica… ¿Por qué nos gusta tanto en la ficción esa dialéctica entre un hombre y una mujer, o entre dos personajes aparentemente opuestos?

Lo que nos interesa en la vida, hablo de la realidad, son las chispas, los encuentros hermosos, esos momentos que dan luz. La novela permite esto. Quiero decir que, en la vida, por ejemplo, en un día de vida si acaso tendrás uno o dos instantes fabulosos. En las películas y en los libros cortamos esa parte que no tienen interés y solo se va a lo esencial. Así que solo tenemos esas chispas. Se trata por tanto de fuegos artificiales. Creo que es por eso que a la gente le gusta, de un plumazo se acaba con lo inútil y luego tenemos tiempo de reflexionar. Es como estar bien vestido para una cita. Quitamos las frases que no tienen interés y nos quedamos con lo mejor. Eso es lo que interesa a la gente.

¿Qué ha cambiado en su vida después de haber vendido en Francia tres millones de libros? ¿Intimida ser un escritor de bestsellers?

No. Sinceramente no ha cambiado nada. No escribo para hacer de ello una profesión, no escribo para darme aires de algo, escribo como alguien que hace tartas por gusto. Si mucha gente come mis tartas, mejor. Pero, honestamente, no cambia nada de lo que soy. Estoy tan ligado a lo que nos hace humanos que no quiero abandonar esa esencia vital en beneficio de una imagen o de un orgullo que no tienen ningún valor. Nada ha cambiado. Simplemente me gano mejor la vida.

¿Está ya pensando en su siguiente novela?

Sí, siempre. Mis historias maduran durante mucho tiempo en mi cabeza. Siempre tengo en ella dos, tres, cuatro o cinco novelas. Mis próximos tres trabajos están ya “cerrados”. La próxima novela está incluso escrita. Además, siempre tengo proyectos. Las historias para mí tienen que envejecer, como un buen vino.

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