Pretenciosidad, por qué es importante
«Recuerdo un día en clase, a los trece años, que llegó un alumno cubierto de barro de la granja de su madre porque no había tenido tiempo para lavarse ni ropa de recambio para vestirse, mientras otro alumno hablaba de adónde lo iban a llevar sus padres a esquiar esas vacaciones. Mirando a un lado, podías estar en el plató de una película de época de la BBC. Mirando al otro, podías estar en una película descarnada de Ken Loach. Las jerarquías de mi clase eran palpables, pero al mismo tiempo parecían fluidas, intercambiables».
La editorial Alpha Decay acaba de publicar Pretenciosidad, por qué es importante, del escritor y editor Dan Fox. En este ensayo provocador, Fox –coeditor de frieze, una de las revistas europeas punteras en crítica cultural en las últimas dos décadas– decide analizar las razones por las que, en nuestro sistema de valores culturales, el concepto de pretenciosidad parece sufrir un rechazo prácticamente colectivo, siendo, sin embargo, uno de los principales motores de la creatividad desde la noche de los tiempos. Partiendo de la idea de que sin la aspiración del artista a alcanzar una máxima cota de elevación no habría progreso en el arte –y de que el rechazo a esa ambición es un recurso de los mediocres para ocultar sus carencias–, Fox abunda en ejemplos tomados del mercado de las artes plásticas contemporáneas, de la literatura y de la música –con análisis de obras, actuaciones y mensajes de David Bowie, Damien Hirst, Björk, Jay-Z y Mark Leckey– para sostener la tesis de que la pretenciosidad es importante porque es el factor que mantiene en movimiento nuestro universo cultural, incluso cuando más nos esforzamos por rechazarla.
«Mark siempre había tenido un olfato muy fino y entendía muy bien que la música y la moda pueden transportarte a otros paisajes y épocas. Su táctica siempre había sido camaleónica y, en los ochenta, llevó trajes mods, luego trajes estilo años cuarenta como los de los soldados desmovilizados tras la guerra, después se pasó al estilo New Romantic, para terminar —tras un breve lapso como «soul boy» clase obrera gentileza del grupo The Style Concil— con las gafas de sol y las camisas de cachemira que llevaban los Smiths».
En nuestra sociedad, hemos llegado a un punto en el que fingir no es aceptable, en el que mostrarse como alguien que no se es en realidad –buscando una sublimación de la personalidad, una faceta alternativa con la que mostrarnos ante los demás– se considera poco menos que un fraude. No hay mayor pecado que ser pretencioso, aspirar a una realidad superior, a modi- ficar la rigidez de una vida mediocre con algún que otro destello de ficción. Y, sin embargo, si no existiera la pretenciosidad, nunca hubiéramos alcanzado algunas de las grandes cumbres de la cultura pop, ni se hubieran dado las condiciones para que mucha gente, en el fondo normal, hubiera tenido la posibilidad de mostrarse ante los demás como rotundamente genial.
Fox se plantea una defensa numantina de la falsedad como una parte fundamental de nuestra cultura, una aproximación al yo que no debería ser censurable, sino alentada desde todas las vías posibles. Tanto si se trata de plantar cara a la idea consensuada de cómo debemos compor- tarnos y practicar el arte –si nadie fuera pretencioso, si nadie aspirara a más, nunca podríamos evolucionar–, como si aplicamos la idea a nuestras expectativas de autosuperación o diferenciación de los demás, lo pretencioso ha demostrado ser una forma de expresión útil y necesaria. La tesis de Fox defiende que acusar a los demás de elitismo es el último refugio de los mediocres, que la igualación del talento va en contra del progreso, y que debería haber en nuestra cultura una defensa abierta de quienes, simplemente siendo diferentes y creyéndose especiales, hacen de nuestra sociedad un lugar mejor.
«Si eras lo bastante romántico y entornabas los ojos, el Manchester destartalado de los años setenta habría podido ser el Berlín de los años setenta —la clase de ciudad donde uno podía tener una crisis existencial, donde la vida cotidiana se desarrollaba en el campo de batalla de las ideologías globales—. Al apropiarse del simbolismo de las vanguardias europeas, Saville pretendía, en sus propias palabras, «cambiar el aquí y ahora en vez de largarse a otra parte».
Dan Fox reparte su tiempo entre la escritura, la música, la dirección de publicaciones periodísticas y el cine. Es coeditor de frieze, una de las revistas europeas más prestigiosas en la difusión del arte y la cultura contemporánea, y a lo largo de su vida ha publicado más de doscientos ensayos, entrevistas o críticas en catálogos y publicaciones de las instituciones y galerías de arte más importantes del mundo. Nacido en Gran Bretaña, actualmente reside en Nueva York e imparte clases en la Ruskin School of Drawing and Fine Art, además de dictar conferencias en espacios como el Royal College of Art, la Tate Britain o la Universidad de Cornell.
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Pretenciosidad, por qué es importante. Dan Fox. Editorial Alpha Decay. 176 páginas. 19,90 €
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