"En el corazón del corazón del país"
En el corazón del corazón del país
WILLIAM H. GASS
Traducción y epílogo: Rebeca García Nieto
La Navaja Suiza
Madrid, 2017
Páginas: 280
«Sombrío pero precioso, como la luz a través del hielo» David Foster Wallace
Después de su publicación en 1968, En el corazón del corazón del país se convirtió en un clásico de la literatura estadounidense y ha mantenido un cierto aura de libro de culto; un conjunto de relatos que al mismo tiempo es heredero de la prosa de Faulkner y el modernismo de Gertrude Stein, y que renueva la narrativa de su país junto con la obra de autores como Donald Barthelme, William Gaddis, John Barth o Robert Coover.
Las dos novelas breves y los tres cuentos que conforman En el corazón del corazón del país están localizados en el Medio Oeste y proporcionan una imagen poderosa y mítica del Estados Unidos más profundo y real. Hablan de violencia, soledad, de una especial relación con la naturaleza, y, sobre todo, de la fragilidad del ser humano y de las relaciones que este establece con su entorno. Gass explora y expande los límites del relato, juega con las palabras y las retuerce para alcanzar dimensiones hasta entonces desconocidas en la literatura.
Su obra ha sido reverenciada por escritores de la talla de David Foster Wallace o Cynthia Ozick.
WILLIAM H. GASS (Fargo, 1924), escritor, crítico literario y profesor de Filosofía de la Universidad de Washington es, sin duda, uno de los mejores escritores de su generación. Ha publicado seis obras de fi cción, entre las que destacan En el corazón del corazón del país, Ommensetter´s Luck o The tunnel, y una decena de ensayos por los que ha recibido infi nidad de premios, entre ellos el PEN/ Faulkner, el Truman Capote Award for Literary Criticism o el National Book Critics Circle Award, y el reconocimiento no solo de la crítica, sino también los elogios de algunos de los mejores escritores de su país, como David Foster Wallace o Cynthia Ozick.
«Big Hans chilló, así que salí. El pesebre estaba oscuro, pero el sol resplandecía sobre la nieve. Hans cargaba con algo que había cogido del pesebre. Grité, pero Big Hans no me oyó. Entró en la casa con lo que llevaba antes de que yo alcanzara las escaleras.
Era el chico de Pedersen. Hans lo había colocado sobre la mesa de la cocina como si fuera un jamón y había puesto agua a calentar en una tetera. No decía nada. Supongo que pensó que el grito que había pegado desde la cuadra era suficiente. Ma estaba hurgando en las ropas del chico, tiesas por el hielo. Cada vez que tomaba aire para respirar hacía un ruido que sonaba como ¡uf! El agua empezó a hervir y Hans dijo,
Trae un poco de nieve y llama a tu pa.
¿Por qué?
Trae un poco de nieve.
Cogí el balde de debajo del fregadero y la pala que estaba junto a los fogones. Intenté no apresurarme y nadie 18 dijo nada. Había un montón de nieve sobre el borde del porche, así que cogí algunas paladas. Cuando entré con el balde, Hans dijo,
Tiene ascuas. Trae más.
Un poco de carbón no hará daño.
Trae más. El carbón está caliente.
No lo suficiente. Cierra la boca y trae a tu pa.
Ma había extendido una masa sobre la mesa donde Hans había colocado al chico de Pedersen como si fuera un relleno. La mayor parte de las ropas del chico estaban en el suelo, formando un charco. Hans comenzó a frotar nieve en el rostro del chico. Ma dejó de intentar quitarle la ropa y se limitó a quedarse de pie junto a la mesa, con las manos alejadas de sí misma, como si estuvieran mojadas, mirando primero a Big Hans y luego al chico.»
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