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«Numancia», de Cervantes, según Juan Carlos Pérez de la Fuente

Por Horacio Otheguy Riveira

Un gran trabajo de adaptación contemporánea en el texto se ve con moderado interés en una puesta en escena grandilocuente. La aparatosidad de la resolución escénica distrae y dificulta la comprensión de un texto fabuloso. Intérpretes de gran valía salvan parcialmente una aventura estridente que oculta un texto inspirado en hechos reales acerca de un pueblo que se enfrenta valientemente a la tiranía del imperio romano (s. II a. C.).

 

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El lenguaje teatral de Miguel de Cervantes se viste de gloria renovada en manos de los escritores Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño, ambos estudiosos de la lengua, trabajadores incansables de sus posibilidades, y encantadoras personas muy accesibles, conversadores de gran aliento, auténticos magos en el campo de la poesía y la poética teatral. Sacan de su chistera invisible un mundo de rigurosas enseñanzas y belleza literaria: toda esta calidez de creación humanista imprime gran belleza y profundidad a El cerco de Numancia, que Cervantes escribió en 1585, inspirado en los hechos reales de una comunidad frente al invasor romano.

Una obra ideológicamente audaz, en muchos aspectos adelantándose a su tiempo, sobre todo referente al papel social de la mujer. El apasionante texto tiene hoy una densidad excesiva en monólogos y discursos (Cervantes en el teatro siempre estuvo muy lejos de talentos como el de Lope de Vega, con el que existía un mutuo desaire). De Cuenca y Mariño han realizado una versión que aporta una vitalidad envolvente con un lenguaje rico en sutilezas de la época con voluntad clara de entregarlo al aquí y ahora: resistencia de gente condenada a la esclavitud, que decide enfrentarse hasta la muerte, antes que ser dominados por el tirano.

Numancia (así titulada en esta versión) es un símbolo desgarrador de resistencia de un pueblo en situación límite, al que el romano Escipión decide estrangular matándolo de hambre, después de años de sitiarlo sin éxito. Fue estrenada en el Madrid del 37 en versión de Rafael Alberti, como claro ejemplo de una República que se resiste a las fuerzas golpistas comandadas por Franco.

La belleza impresionante de esta versión en el texto, al montarse su puesta en escena cuenta con muchos creadores de gran talento, desde los intérpretes, al escenógrafo y el músico… Muchos elementos valiosos que, sin embargo, sólo logran su objetivo parcialmente. La estridencia de su música y los efectos escenográficos y lumínicos distraen de tal manera que el conjunto, lisa y llanamente se come el texto y, por tanto, las interpretaciones.

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Alberto Velasco y Beatriz Argüello en una escena emblemática del concepto peculiar de la puesta en escena.

 

La pasada temporada, Pérez de la Fuente me sorprendió muy gratamente con su montaje de Pingüinas de Fernando Arrabal, donde la maquinaria espectacular encajaba con un reparto femenino de altísimo nivel. En otras puestas en escena se ha valido de un talento minimalista ejemplar, como, por ejemplo, en ¿Dónde estás Ulalume, dónde estás?, de Alfonso Sastre, o en Orquesta de señoritas, de Jean Anouilh, interpretada magistralmente por hombres. Sin embargo, esta vez opta por una solución audiovisual que encuentro muy desigual. El encierro de los numantinos, su capacidad de resistencia y sus propias contradicciones se ve embarullado, demasiado pendientes los personajes de cuanto se mueve alrededor entre espejos, cuerdas y sonidos a menudo atronadores.

Todos ponen mucho de su parte y se esfuerzan en asumir un mundo de emociones de un tiempo muy lejano, aquí expuesto sin orden ni concierto, de modo atemporal, con uniformes extraños los romanos y atuendos propios de monasterios los demás. Chema Ruiz impone con claridad su inflexible y poderoso jefe romano, Markos Marín y Miryam Gallego dominan su intensa escena cargada de desesperación, y Julia Piera ofrece sin desmayo una de las escenas más complejas y mejor resueltas en el desenlace de la función.

Beatriz Argüello «convive» en escenas importantes con Alberto Velasco; dos estilos tan distintos que chirrían donde más duele: en sus voces; precisa y preciosa la entonación y vocalización de Argüello, mientras que Velasco se deja llevar de un modo coloquial, basto y rimbombante: elección del director, sin duda, ofrecer este desafortunado efecto que flaco favor hace al texto. Dos grandes como Maru Valdivielso y Alberto Jiménez apenas destacan por la fugacidad de sus intervenciones.

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Miryam Gallego y Markos Marín.

Numancia

Autor: Miguel de Cervantes

Versión: Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño

Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente

 

Intérpretes: Beatriz Argüello, Alberto Velasco, Chema Ruiz, Raúl Sanz, Carlos Lorenzo, Alberto Jiménez, Markos Marín, Maru Valdivielso, Julia Piera, Críspulo Cabezas, Mélida Molina, Miryam Gallego

Escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)

Vestuario: Almudena Huertasnumancia_escena_29

Iluminación: José Manuel Guerra

Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Asesora de voz y dicción: Concha Doñaque

Asesor de movimiento escénico: Alberto Velasco

Una producción del Teatro Español

Teatro Español. Del 16 de abril al 22 de mayo 2016.

 

 

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