West Side Story: un gran musical en perfecta tormenta de violencia y romanticismo
Por Horacio Otheguy Riveira
En 1957 se reunieron talentos a prueba de golpes, fracasos y malas ondas. No faltaron empresarios que les dijeron que era mala idea introducir en el popular género musical un drama de Shakespeare, que era una locura. Un invento que el público rechazaría. Pero Jerome Robbins, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim no se inmutaron para nada. A nosotros con esas, se dijeron. Y pusieron todo su empeño en una labor que ya sabían que sería muy complicada.
Fue un bombazo cargado de ovaciones y premios que aumentaron al adaptarse al cine en 1964 (1o premios Oscar y 8 galardones de diversos medios), mientras el original teatral se fue representando mundialmente. Los tres audaces creadores siguieron adelante con carreras admirables. Sin duda, conquistaron las emociones de millones de espectadores en muy variados idiomas. Romeo y Julieta, Tony y María, trascienden su imposible amor y nos hablan del odio irracional y la pujante capacidad de soñar, hoy mejor aún que hace 60 años, aquí y ahora, en el célebre Teatro Calderón donde acaba de estrenarse.
Una tormenta perfecta que, en lugar de destruir, siembra un caos luminoso, alerta sobre las sórdidas pasiones nacionalistas que llevan a un racismo compulsivo, mientras construye lazos amorosos tan vulnerables como fantásticos… y tras la inevitable tragedia vuelve a traer la alegría para despedir al público en un largo epílogo que es un saludo final entusiasta a favor de la esperanza y la solidaridad.
Un espectáculo grandioso que cuando entra en el íntimo romanticismo soslaya el puritanismo de los años 50 y profundiza en la actualidad con amantes que se besan y disfrutan con la intensidad del amor idílico y carnal. En un contexto de magnífico cuerpo de baile con intérpretes que cantan de maravilla al servicio de una historia que nació en un barrio de Manhattan para ser el espejo donde hoy pueden mirarse la mayoría de las grandes ciudades del mundo, donde se lucha a diario contra el auge de la miseria y las bandas de adolescentes, pero también millones de hombres y mujeres se arriesgan a probar la aventura del amor como una de las más fascinantes de la historia de la humanidad.
El máximo responsable de la enorme calidad de este West Side Story que acaba de estrenarse en Madrid es Federico Barrios, director y coreógrafo, quien consigue una puesta en escena magnética en un espectáculo más cercano al ballet y a la ópera, pero con dinámica de ópera-rock con toques de jazz. Los maestros Leonard Bernstein en la música y Stephen Sondheim en las letras de las canciones son a su vez los creadores de donde brota toda la riqueza ideológica y musical de una obra que cuenta en los papeles protagónicos con tres jóvenes de gran talento: Javier Ariano en Tony, uno de los papeles más difíciles en el género, ya que exige alto nivel actoral y un registro muy cuidado para temas principales; Talía del Val como la dulce e ingenua María, y Silvia Álvarez, como la muy aguerrida Anita. Voces e interpretaciones bajo la dirección musical del maestro Gaby Goldman, director a su vez de una espléndida orquesta en directo.
El mayor acierto de la producción original fue adaptar Romeo y Julieta —que Shakespeare estrenó en 1597 con jóvenes varones interpretando también a las mujeres— a un conflicto social de mayor envergadura. Mientras en la célebre pieza se hace hincapié en el resentimiento de familias enfrentadas, en West Side Story se expone un conflicto de bandas barriales de los años 50 en Estados Unidos: nacionalistas estadounidenses (que olvidan que la mayoría son hijos o nietos de inmigrantes europeos), frente a portorriqueños que quieren ser “americanos”, formar parte de esa otra América opulenta y confortable. Esta situación ofrece, teatralmente hablando, un estado de alta sinfonía musical al servicio de bailarines que deben esforzarse muchísimo para consolidar una presencia casi permanente durante gran parte de la representación, ya que la adaptación es eminentemente coral, a través de las bandas masculinas y un grupo de chicas de Puerto Rico con mucho brío.
En este ámbito, los momentos íntimos del romance que toca el cielo y acaba frustrado son islas de gran precisión por el alto grado de exigencia musical para sus intérpretes. Incluso hay momentos muy logrados en los que de la masa de bailarines cantantes, a veces acróbatas, surgen voces de solistas muy bellas. Una armónica conjunción para un espectáculo de mucha acción con irresistible encanto en el que el trabajo de Javier Ariano destaca notablemente, asumiendo la interpretación del tema más importante dedicado al descubrimiento del amor en el nombre de María, una canción emblemática; su éxito es el resultado de una sobresaliente formación en el Conservatorio de Arte Dramático de Murcia y luego, entre otras escuelas, lo aprendido en La Joven Compañía donde realizó una labor excepcional en 2017, dirigido por José Luis Arellano, La edad de la ira.
La estructura de este Wide Side Story tiene origen en la producción de Broadway, donde se estrenó con idea, concepción puesta en escena y coreografía de Jerome Robbins, sin embargo, su complejo mecanismo exige una adaptación rigurosa. El también director teatral David Serrano (Billy Elliot), tradujo con muy cuidado castellano y adaptó el texto para que el ritmo nunca desfalleciera. Por su parte, Federico Barrios se coronó de gloria al montar toda la función con el talento teatral sostenible, pues transcribe un plan de trabajo que sólo sobrevive en el tiempo y el espacio con la verdad profunda de sus intérpretes, forjados no sólo en las diversas técnicas danzísticas, sino también en el alto nivel de sus voces de cantantes y en la interpretación actoral. Unión de partes que dan la sensación de natural fusión, gracias a un intenso trabajo, ya que son disciplinas muy distintas, que pocos artistas logran dominar.
Carlos Torrijos y Juan Gómez Cornejo han compuesto una iluminación muy rica, con muchos matices, que funciona como una partitura musical, creando su propia sinfonía, aportando la energía más intensa y la más tenue para un mundo escenográfico elaborado por Ricardo Sánchez Cuerda con el acierto de dar sensación de amplitud donde no parece haber suficiente espacio para tantos bailarines, y a la vez albergar en otros momentos la jungla de cemento de una ciudad amenazante por donde van y vienen tantos peligros, y más allá, cuando los jóvenes amantes están al fin completamente solos en medio de la noche, cuentan con un manto de sensualidad elaborado sólo con un lecho y una ventana… que conforman el único mundo que a ellos interesa.
Todo funciona como una tormenta perfecta de la que el espectador no necesita desprenderse. Se la lleva consigo felizmente acompañado por canciones y personajes que logran borrar la legendaria imagen de una película en inglés.
Teatro Calderón, Madrid. Más información en la web de la Compañía.
UN POCO DE MEMORIA
Ricard Reguant estrenó West Side Story en Barcelona, en 1996. En un estupendo blog, Reguant comenta un éxito del que ya había dejado constancia el crítico del ABC, Lorenzo López Sancho, quien distribuyó elogios a toda la compañía.
Las palabras del director son fáciles de documentar, están ahí con datos fidedignos que auspician su justo entusiasmo en el recuerdo, y es justo valorar ahora, 22 años después, donde festejamos una nueva producción de la misma obra:
“Después de 9 meses de llenar el teatro en Barcelona, iniciamos una gira por toda España con un éxito fuera de serie. Fuimos a Madrid para 2 meses y nos quedamos 4 meses. En esta época por primera vez en muchos años coinciden 4 musicales en la escena madrileña: “EL HOMBRE DE LA MANCHA” en el Lope de Vega, “WEST SIDE STORY” en el Nuevo Apolo, “LOS FANTASTIKOS” en la Sala San Pol y “SWEENEY TODD” en el teatro Albéniz.
Hicimos más de 500 representaciones y prácticamente llenamos siempre. La crítica fuera de Barcelona fue buenísima y generosa y poco a poco fuimos asistiendo al nacimiento de dos estrellas del musical: MARTA RIBERA y VÍCTOR ULLATE”. [En la actualidad, tras años de trabajos muy aplaudidos, ambos ensayan “El jovencito Frankenstein”, dirigidos por Esteve Ferrer].