“Lluvia constante” vuelve al Bellas Artes con el esplendor de un gran estreno
Por Horacio Otheguy Riveira
Dos policías amigos de infancia con roles muy definidos miden sus fuerzas en una serie de confesiones directamente lanzadas al público. Confesiones verdaderas y desesperadas en las que la palabra se funde con una acción envolvente, combinando discurso narrativo con representación abierta en noches feroces donde la miseria de los barrios marginales, y lo miserable de sus propias existencias, trazan un paisaje humano demoledor.
Una obra de intriga, una historia de violencia, de amistad truculenta, de amor decididamente peligroso, con dos excelentes actores como Roberto Álamo y Pepe Ocio en un duelo de gran intensidad.
Se estrenó en el otoño de 2014 en los Teatros del Canal, fueron días a sala llena y largas ovaciones, luego hubo gira, regresaron a Madrid a este mismo Teatro Bellas Artes, volvieron a ir de aquí para allá: un periplo de gran éxito con Sergio Peris-Mencheta y Roberto Álamo, este último continúa pero sin Peris, con Pepe Ocio desde el 22 de octubre 2016 en el Teatro Bergidum de Ponferrada, quien infunde su propio estilo, suficiente para volver a asombrarnos con una función para dos actores y muchos personajes que en boca de ellos crecen en un contexto de vigorosa armonía escénica, dirigidos por David Serrano, con puestas en escena memorables: Más de cien mentiras, La venus de las pieles y Cartas de amor, entre otras.
Los logros que me habían impactado la primera vez llegan ahora con fuerza renovada porque junto a la avasallante personalidad de Dani (Roberto Álamo va a por todas, y cuando mete el freno resulta de una ternura animal impresionante) hay un nuevo perfil, ya que el manso, sumiso, tan débil y tan fuerte en definitiva amigo Rodo encuentra en Pepe Ocio una línea de trabajo y personalidad escénica muy distinta a la visceralidad de Peris-Mencheta, y consigue que olvidemos aquel formidable trabajo, y nos concentremos en los matices del suyo: un hombre desolado que adquiere fuerzas donde él mismo menos lo espera, ya entregado a una desdicha sin escapatoria. Todo ya amasado en una cotidianidad convulsa que parece no cambiar nunca hasta que algo la altera para siempre. Una situación insólita, aparentemente anodina que “Fue el principio de todo”.
RODO: … siempre terminaba cediendo. Es difícil decirle que no a Dani.
DANI: Yo quería enseñarle al gilipollas éste cómo es la buena vida para que espabilara. Si le enseñas a alguien cómo es tener una buena casa, una mujer guapa, unos hijos todavía más guapos, un perro, unos plasmas grandes y tal… no sé, a lo mejor cambia. Ya casi tiene cuarenta tacos. No somos niños.
RODO: Sí, él quería ayudarme… pero para hacerlo invitaba a cenar todas las noches a una tía distinta para ver si sentaba la cabeza. Unos días antes de la noche en que dispararon a su ventana, Dani invitó a cenar a su casa a Mara, una prostituta. Ese fue el principio de todo. Yo sabía que Mara era prostituta porque le había visto cobrarle dinero cuando patrullábamos. Él cuidaba a diez o doce prostitutas.
Se quieren y pelean a muerte. Son relatores de acontecimientos clave y activos policías que deben deambular a ciegas por la vida del otro y la suya propia. A medida que les seguimos entramos de lleno allá donde ellos sufren no sólo la lluvia constante de días aciagos, sino también los golpes físicos y emocionales de un mundo donde el crimen tiene rasgos terroríficos al margen de la buena vida de la alta y media burguesía: una dulce prostituta en un apestoso apartamento con un bebé vivo en el cajón de un armario, una satisfacción sexual que ilumina las zonas más oscuras, una romántica redención bajo el ensañamiento de un explotador de mujeres, asesino en horas perdidas; niños que piden socorro y no se hacen oír, y un universo de balas cruzadas, carreras a golpe de timón, razón y locura, tragedia e inesperados abrazos que imponen una nueva vida, aunque no para todos, aunque no para la mayoría…
Yo lo único que intento hacer, como cualquier hombre, es cuidar a mi familia. ¿Por qué quieren quitarme las cosas que necesito para protegerlos? Mi nombre, mi cara, está en todas las televisiones, en todos los periódicos, ¿y ahora quién me va a dar un trabajo? ¡¿Por qué me están crucificando?! Por favor, ¿alguien me puede explicar cuál es el sentido de todo esto? En esta ciudad hay locos que se follan a niños y después se comen su hígado, y otros matan a sus hijos y los queman y después los entierran en sus jardines, mientras otros disparan a tu bebé de dos años por la ventana de tu casa. Pero todo lo que hacen ahora, su única solución para todos estos problemas, es destrozar la vida de uno de nosotros dos, del que sea, da igual. Nos sacrifican. ¿Para qué? (Pausa). No le encuentro ningún sentido a nada de todo esto. Bueno sí, le encuentro uno: y es que el mundo es un pozo lleno de mierda.
Lluvia constante es de un autor estadounidense que hereda de sus maestros el buen arte de contar historias con personajes de fuste. Pero el espíritu y la letra tienen ecos de tres obras españolas coescritas y dirigidas por Adolfo Fernández, gran amante del género negro: Naturaleza muerta en una cuneta, Ejecución hipotecaria y La flaqueza del bolchevique, aún representándose mientras ensaya una apasionante versión de En la orilla, basada en la novela homónima de Rafael Chirbes, denuncia social de aquí y ahora: un interesante recorrido en un país como el nuestro en el que el teatro permanece a un lado de un material literario y cinematográfico de creciente auge, y que los escenarios de muchos otros países llevan años dando buena cuenta de ello, ya que crimen e intriga atrapan por sí mismos, pero se elevan a una temperatura de alto voltaje cuando se introducen en la miseria moral y económica de las sociedades del llamado primer mundo. Las obras citadas han profundizado en sus textos originales y en sus posibilidades escénicas. El “noire” de tanto éxito en Francia, o el género simplemente “criminal” en el mundo anglosajón ya está aquí, a su vez bien pertrechado de otra obra singular en la que confluyeron gente de teatro británica y española, la admirable Cocina (María Fernández Ache, autora, y Will Keen, director).
Lluvia constante
Autor: Keith Huff
Traducción: Fernando Masllorens y Federico González del Pino
Versión y dirección: David Serrano
Ayudante de dirección: Daniel de Vicente
Intérpretes: Roberto Álamo, Pepe Ocio
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz
Ayudante de escenografía y vestuario: Mónica Boromello
Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo
Espacio Sonoro: Eduardo G. Castro, David Serrano
Comunicación: María Díaz
Fotografías: Jean Pierre Ledos/Elena C. Graiño
Teatro Bellas Artes, del 28 de diciembre al 29 de enero 2017.