Aloys (2016), de Tobias Nölle
Por Jaime Fa de Lucas.
Entre otros premios, Aloys ha ganado el Premio del Público en el Festival de Las Palmas y el FIPRESCI en la sección Panorama de la Berlinale. Este primer largometraje del director suizo Tobias Nölle expande y refina algunos de los temas que ya aparecían en su multipremiado cortometraje René (2008): alienación social, soledad, amor… En este nuevo trabajo el director muestra un control narrativo fuera de lo común, además de una sensibilidad audiovisual y emocional considerables. Posiblemente estemos ante una de las mejores películas del año.
Aloys es un detective privado bastante solitario, alienado socialmente, que acaba de sufrir la muerte de su padre, de quien heredó la profesión. Cuando investiga, lo graba todo con su videocámara. En el proceso de pasar el mal trago, un día se emborracha y alguien le quita la cámara, algunas cintas y empieza a llamarle. Si hasta ese momento Aloys se dedicaba a observar a los demás sin interacción alguna, ahora se verá arrastrado por esa voz femenina que le habla desde las sombras. Resulta interesante que el protagonista de la película sea un detective y todo empiece con la muerte de alguien, inicio típico de cine negro, sin embargo, el desarrollo modifica la dirección y presenta un relato mucho más complejo. Aloys descubrirá –ojo spoiler– que quien le llama es una vecina que se siente tan alienada como él. Esto desembocará en una relación sentimental basada exclusivamente en conversaciones telefónicas y una rica imaginación.
Aloys recuerda por momentos a Her (Spike Jonze, 2013), pues en ambas se establece una relación amorosa en la que no hay contacto físico, ni siquiera visual –quizás la elección del color rojo para la vestimenta de Aloys en las escenas en las que es más feliz sea un guiño al rojo que predomina en la película de Jonze–. No obstante, Her es una mera anécdota sobre las relaciones en el paradigma tecnológico, mientras que Aloys es un universo propio lleno de riqueza. El film del director suizo indaga con bastante profundidad en las posibilidades amorosas de los individuos inadaptados socialmente. El acercamiento al lado emocional de los personajes es muy sensible y consigue un gran impacto.
Un elemento destacable del film es su naturaleza quijotesca, llegando a crear un solapamiento exquisito entre realidad y ficción. Aloys desarrolla su relación de manera imaginaria, confundiendo los dos planos, al mismo tiempo que él mismo, a través de las conversaciones telefónicas, se teletransporta a otros lugares, mayormente a un bosque. Parece que el director plantea una división ciudad-naturaleza, pues el bosque y los árboles están muy presentes en contraste con lo urbano. Además, la chica trabaja en un zoo, algo que refuerza esa división y también remarca la idea de alienación: animales fuera de su hábitat natural, igual que los individuos alienados que son incapaces de conectar con lo que les rodea. El zoo es para el animal lo mismo que la ciudad para ellos.
Mención especial merecen el sonido y el apartado estético. Una de las pocas veces que el sonido me ha parecido excelente, y significativo, como si tuviera vida propia, algo coherente con el desarrollo de la relación sentimental, ya que en el fondo casi todo es voz, sonido. Por su parte, la estética es magistral, precisa, dando los tonos cromáticos apropiados y trazando unos encuadres que demuestran mucho control. No hay que olvidar que el cine es un arte audio-visual y en este sentido, Nölle consigue una armonía entre los dos elementos que muy pocos podrían alcanzar. Además, las actuaciones, especialmente la de Georg Friedrich, acompañan a la perfección.
No me queda más que recomendar esta gran película y estar atento a los próximos trabajos del señor Nölle. El futuro promete. El business ha sido generoso y ha permitido su estreno en España, aunque no en demasiados cines. Ya es hora de izar una bandera por el cine de calidad que se desmarca de lo comercial e intenta ir un poco más allá.
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