’71 (2014), de Yann Demange
Por Miguel Martín Maestro.
Saberse perseguido ha de ser duro, asumible que te persigan los otros, pero ¿que te persigan los tuyos?, y ¿cómo distinguir a los otros si, en el fondo, son iguales que nosotros, se visten como nosotros…? La caza al hombre ha dado lugar a espléndidas películas a lo largo de la historia, incluso alguna con múltiples bandos tras nuestro protagonista, lo duro es cuando te das cuenta de que te buscan todos para eliminarte, hasta los que tenían que protegerte. Estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, la Irlanda del Norte del siglo XX es uno de los ejemplos más claros de odios ancestrales, fustigados y alimentados por una base religiosa y décadas de primacía oficial de una idea sobre otra. La sensación de aplastamiento personal y colectiva puede dar lugar a estallidos sociales donde la violencia asuma el papel de la negociación, y cuando estalla la violencia, por más que el discurso oficial tienda a negar la propia, la suele haber por ambas partes, y para mí siempre será peor la que se ejerce desde la legalidad y utilizando las cloacas del sistema.
No responde la película a un hecho real, pero podría haber sucedido, hemos visto tantas películas británicas e irlandesas donde se refleja la misma situación que ésta ha de ser cierta, como la existencia de barrios enteros controlados por facciones paramilitares donde policía y ejército entraban de puntillas y lo justo, como hay barrios de todo el mundo donde el control es paraoficial, de ahí que el Ulster no sea tan diferente, o no lo haya sido, ahora que vive un periodo de relativa estabilidad y convivencia, o al menos las armas se han abandonado, no sabemos hasta cuándo. Tampoco a los españoles nos debería sonar lejana esta historia, quizás el componente religioso no haya estado presente en nuestros problemas con el País Vasco, aunque siempre se ha dicho que ETA nació en los seminarios, no dejaban de matar y matarse entre católicos, en Irlanda, y su extensión al Reino Unido, católicos mataban protestantes, protestantes a católicos, católicos entre sí, protestantes entre sí, en una espiral que buscaba la independencia mediante el exterminio y dominación de la facción contraria, claro que aquí, el mundo del arte y de la cultura ha sido mucho más timorato para reflejar cómo se vivía en las pequeñas comunidades del País Vasco en los años de plomo.
Esta ´71, más allá de los efectos magnificados de un guión que podría haber sido más verosímil en algunas situaciones que no vienen a cuento y que podrían haberse obviado para dotar de mayor fuerza al conjunto, tiene una virtud superlativa al reflejar el maremágnum de intereses, facciones, componendas, enfrentamientos… que mantenía a Belfast y al Ulster en un estado de guerra desbocada. Salvando un breve preámbulo y un breve epílogo, la película transcurre en apenas 24 horas, las que van desde el despliegue de un grupo de soldados británicos recién llegados a Irlanda del Norte, en el que uno de los integrantes es abandonado por el conjunto, desbordado por la reacción ciudadana, hasta que la acción de rescate concluye tras una larga caza al hombre, periodo de tiempo suficiente para que nuestro soldado Hook pierda su inocencia y su confianza en su propia gente, en su país, en su sistema, y se conforme con lo básico, la vida y la familia.
Nadie acudiría al Ulster en los años 80 como si fuera de vacaciones y menos vestido de uniforme, pero ninguno de los soldados podría imaginar la realidad que se van a encontrar, hostilidad desde el primer momento, imposibilidad de moverse libremente, un estado de permanente alerta, un odio racial desconocido para los hijos de la “modélica” democracia británica, un auténtico campo de batalla en cada calle. Enfrentarse con la muerte cara a cara, sin posibilidad de defenderte, provoca la única reacción posible, el instinto de supervivencia, la huida y la ocultación permanente en la que irán apareciendo los miembros del IRA auténtico y los del IRA tradicional, las milicias católicas, los puestos fronterizos entre religiones y comunidades, los líderes que controlan ambas comunidades sin que ninguna pueda moverse libremente, unos estados policiales y paramilitares dentro de un estado incapaz de solventar, si no es por la violencia, la respuesta que se le va de las manos.
La violencia, como la corrupción, provoca extraños compañeros de cama, los servicios secretos movidos por militares son capaces de vender su propia alma en función de unos intereses supuestamente orientados a beneficiar a la mayoría. Con perspectiva histórica sabemos que la guerra sucia no sirve para acabar con el terrorismo, suele tener el efecto perverso de crear mártires y ejemplos a seguir. Hook presenciará, en un día y una noche, ejecuciones a sangre fría, persecuciones a muerte, atentados provocados para producir la reacción contraria, manipulación de pruebas, confabulaciones entre jefes del IRA y militares para mantener un statu quo conveniente a los poderes en juego, provocaciones británicas para que surja una lucha interna en el IRA, asesinatos a cargo de soldados en aras de la libertad, intentos de eliminar a Hook por ver algo que no tendría que haber visto…
´71 es una película brutal, hipertensa, sin descanso, agotadora, eléctrica, nerviosa como la cámara al hombro que sigue muchas veces a nuestro soldado y al resto de la acción. Salvando esas escenas de cara a la galería destinadas a prolongar la acción más allá de lo que me parece razonable, el conjunto tiene mucho nervio y credibilidad, un retrato de nuestras inacabadas batallas y guerras europeas, sólo dormidas, un Belfast vacío, en el que un ejecutado puede permanecer horas y horas tendido en el suelo sin que nadie salga a la calle ni llame a los servicios médicos o a la policía. Un Belfast devastado por la guerra civil donde salir a la calle es arriesgarse a ser confundido con un católico en un barrio protestante o viceversa, o incluso con un miembro de una facción equivocada en un callejón oscuro y sin defensa. En Irlanda del Norte se fogueó como ministro del interior una de estas personas a las que la historia concede la medalla de leyendas omitiendo todas aquellas actuaciones oscuras o directamente criminales e injustificables, el bombardeo de la población civil no es un invento moderno, no respetar a los escudos humanos tampoco, Churchill no dudó en bombardear casas donde se supone que se refugiaban miembros del ejército libre de Irlanda en la guerra de los años 20, ni en arrasar ciudades alemanas sin ningún valor estratégico más que el de devolver los años de sangre, sudor y lágrimas. Sin embargo ahora sólo se le reconoce como estadista ejemplar y luchador por la democracia, los crímenes de guerra nunca son para los vencedores, y las generaciones siguientes siguieron aplicando la máxima de que no hay mejor terrorista que el terrorista muerto, sea como sea la forma de hacerlo, mucho mejor si no hay que rendir cuentas de esas acciones.
Película muy interesante sobre un aspecto de la historia británica reciente que obliga a la pregunta: ¿persiste el miedo en nuestro arte a enfrentarse con credibilidad y hondura a nuestro pasado?, ¿para cuándo un cine rotundo y sin pelos en la lengua sobre nuestro terrorismo y nuestros crímenes de estado? Para algunas cosas seguimos siendo un país timorato y miedoso, un país lleno de pusilánimes que repiten argumentos sin fundamento y sin conocimiento. Negando las realidades de los problemas éstos no desaparecen, sino que cíclicamente vuelven como una pesadilla, ojalá no los volvamos a ver.