Beatriz Argüello/Isadora Duncan en misterioso homenaje
Por Horacio Otheguy Riveira
Misterioso homenaje a Isadora Duncan (Estados Unidos, 1877-Francia, 1927) en un espectáculo extraño en el que una excelente actriz con formación de danza como Beatriz Argüello intenta asumir en todo momento (hasta en el saludo final) el cuerpo y el alma de quien fuera pionera de la danza moderna, pero que sobre todo pasó a la historia como una luchadora excepcional contra el infortunio, en desesperada búsqueda de sí misma.
Sin embargo, esta producción ha preferido manejarse con sobrentendidos, indagando en las presuntas emociones de la artista trágicamente fallecida a los 50 años, sin aprovechar su autobiografía (Mi vida), ni los numerosos documentos existentes que dan fe de una existencia marcada desde la infancia por fatalidades que nunca la abandonaron del todo. En su trayectoria destacó por una concepción novísima de la danza a principios del siglo XX, con el eco de la primera guerra mundial, presentándose en diversos países con actitudes personales y desplantes que le generaron polémicas consecuencias, generando reacciones adversas (por ejemplo, Buenos Aires, Montevideo o Moscú en tiempos de la revolución bolchevique). Siempre con una avidez desproporcionada por atrapar cada instante con una rutilante mezcla de amor y resentimiento, dueña de una sexualidad en constante búsqueda de satisfacciones con ambos sexos.
Mucha Duncan fue Isadora, amasando un perfil para sí misma, tan teatral como el estilo de algunas estrellas superlativas de la escena de entonces como la prima donna del teatro italiano Eleonora Duse. Oscilaba entre la soberbia apabullante de una diva capaz de los caprichos más atrabiliarios, y una profunda depuración poética de la danza y de la vida cotidiana. Murió estrangulada por su larga chalina atrapada en la llanta de un descapotable.
En estas Estaciones de Isadora no hay nada de todo esto, o acaso muy poco, pues prevalece un exceso de autosugestión de sus creadores, quienes abogan por penetrar en lo apenas susurrado del personaje. El perfil de la artista se diluye en un texto oscuro que abunda en imágenes a ratos líricas o inquietantes, pero generalmente empeñadas en divagar por submundos más cercanos al escritor que al personaje sobre el que escribe. Eso sí, siempre bien interpretadas por Argüello con riguroso empeño en todos los elementos puestos en juego: cuerpo y voz que indagan en variedad de matices, entre el delirio y los ensueños de una personalidad fascinante.
El resultado es, pues, misterioso; por tanto, indescifrable, y en el enigma de lo que este equipo de creadores tan serios y creativos ha querido lograr, el espectáculo interesa moderadamente por el arte de sus participantes (interpretación, luces, vestuario, coreografías, música…), pero no emociona, y en su brevedad se hace largo.
Texto y puesta en escena van a tientas procurando apresar la oscura dimensión de Isadora Duncan, tan libre, tan audaz, tan triste y tan frustrada, y los espectadores que estamos al tanto de su devenir no la encontramos por ninguna parte. Insuficiente exhibición de una experiencia que se mira demasiado el ombligo, incapaz de salir de las necesidades personales de sus principales creadores: Hugo Pérez de la Pica (La casa de Bernarda Alba, Alarde de tonadilla) y Beatriz Argüello (Kafka enamorado, Como gustéis), abandonando a la homenajeada en una cuneta de la historia.
Un gran acierto es el piano en directo del maestro ucraniano Mikhail Studyonov que, una vez más, ofrece un recital perfectamente adaptado a las necesidades escénicas. Esta Isadora según Argüello, fría y escurridiza, crece y atrapa e incluso empuja a volver a leer aspectos de la realidad de la Duncan, gracias a las composiciones interpretadas por Studyonov. Lamentablemente no hay información al respecto, pero este cronista creyó reconocer algunas piezas de los músicos preferidos de Isadora, como Schumann, Beethoven y Chopin. En cualquier caso, es en la música y en unos pocos párrafos del texto, donde el misterio de la representación se vuelve más atractivo. El esfuerzo de Beatriz Argüello con todo su indudable talento se queda a las puertas de las miserias y grandezas del personaje que interpreta.
Las estaciones de Isadora
Autor: Hugo Pérez de la Pica
Idea original de Beatriz Argüello
Dirección: Beatriz Argüello y Hugo Pérez de la Pica
Intérprete: Beatriz Argüello
Piano: Mikhail Studyonov
Coreografía: Helena Berrozpe (con la colaboración de Daniel Abreu)
Espacio escénico: Beatriz Argüello y Hugo Pérez de la Pica
Figurinista: Rosa García Andújar
Diseño de iluminación: Miguel Pérez Muñoz
Selección musical y espacio sonoro: Mikhail Studyonov
Fotografías: Hugo Pérez de la Pica/Miguel J. Berrocal
Teatro Español. Sala Margarita Xirgu. Del 1 al 20 de noviembre de 2016
Reposición en Sala Tribueñe. Los jueves del 16 de febrero al 16 de marzo 2017.
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Hola Horacio.
Soy artista y bailarina conozco mucho de Isadora.
Fui a ver la obra y vi la Isadora que conocí y conozco, me emocionó me encantó .
Como artista estoy arta de creaciones muy mascada y que solo llenan al público el sentido de la vista.
El teatro es muchidimo mas que todo eso.
Esta obra esta llena de lo que usted no esta acostumbrado a ver.
Hugo Perez el autor hizo un texto maravilloso y autores y dramaturgos como el hacen falta en este mundo.
Como usted los hay muchos y cada vez con mas falta de criterio y sensibilidad en el arte. Tienen los sentidos cerrados por miedo a descubrir aquello que no tienen ni sienten.
La gran Isadora está y muy presente.
Raquel.