“Ilusiones”: un tiovivo de emociones con formidables intérpretes
Por Horacio Otheguy Riveira
En el programa de mano hay dos citas literarias muy obvias a la vez que reconfortantes porque vienen del Pirandello de Los seis personajes en busca de autor, y del Calderón de La vida es sueño. Y luego una tercera, cita parcial de la letra que Los Chichos hicieron muy popular: “Todo es una mentira, todo se lo lleva el aire. Hay veces que me pregunto. Pero no sé contestarme. Porque todo lo que piensas tú… Son ilusiones”.
Sin embargo, tras la sencillez de estas citas, la evidente plasmación de un juego de muñecas rusas donde una ilusión esconde otra y otra más, se expande un teatro muy vitalista que avanza por los límites de la vida y la muerte como un funambulista enmascarado en dos hombres y dos mujeres que no pueden dejar de intentar comprenderse al mismo tiempo que le hablan al público para no desaparecer del todo. La palabra como salvoconducto a un lugar donde las ilusiones puedan ser ellas mismas… o preferentemente otras.
Estas Ilusiones contemporáneas de Ivan Viripaev, un autor ruso nacido en Irkoutsk, Siberia, en 1974, tienen mucho de las oscuras estratagemas de su lejano paisano Ivan Turgueniev (Oriol, imperio ruso de 1818-Bougival, Francia, 1883), el único de los legendarios genios eslavos empeñado en apartar los conflictos sociales y ahondar en las puras emociones, los sentimientos de Padres e hijos, o de amores frustrados en Un día en el campo, más allá de las frustraciones de un Primer amor. Con una técnica teatral ágil, nada discursiva, adscrita a las corrientes de hoy, Viripaev abunda como aquél en la indagación y exposición de palpitantes sensaciones de fracaso sentimental, una poética rusa que alimentaron todos los grandes (Dostoievski y Tolstoi), al margen de los más potentes dramaturgos posteriores como Chejov o Gorki. No obstante, se reconoce algo de todos ellos en el devenir de las historias que se cruzan y en la disposición sobrenatural de los cuatro actores encerrados en un escenario teatral desvencijado con butacas rotas, escenografías deterioradas, herrumbres en los rincones, puerta metálica definitivamente cerrada. Allí están, condenados a narrar las vidas de los otros con la secreta ilusión de contar las suyas propias en un encuentro diario con el público.
Es una ilusión más propia de los espectadores porque los cuatro intérpretes permanecen serios en el saludo final, después de haber bromeado, bailado, cantado, llorado, cada uno a su manera, pero como esclavos de una responsabilidad en un arte teatral oral cimentado en la espera de los otros, los espectadores, en su mirada luminosa, en sus oídos prestos a dejarse cautivar por cuatro muertos cuya vida tiene suficiente intensidad como para desear quedarnos con ellos, no marchar, dejar que todo vuelva a empezar porque quizás cambie en algo o en todo, o en cualquier caso nos conformaríamos con escucharlo todo de nuevo: tan bellas son sus voces, tan interesantes sus historias, tan intensos sus cuerpos cuando se dislocan y rompen la monotonía del relato, de su propia muerte… o acaso no, acaso nadie haya muerto más que en el frenesí de suma de ilusiones.
A la muy atractiva puesta en escena de Miguel del Arco la Rusia literaria, clásica, no le es ajena. Vivo está el recuerdo de dos funciones muy distintas, pero igualmente magníficas: Veraneantes, versión de la obra homónima de Maxim Gorki, y El inspector, sobre la sátira de Nikolai Gogol. En estas Ilusiones juega con la atmósfera y enriquece los misterios de un texto peculiar, y facilita el juego metateatral de los intérpretes: una armonía muy bien articulada por la música original de Arnau Vilà, así como de otros apuntes musicales significativos, tales como una pizca de Sound of Music en la voz de Verónica Ronda o una explosión de Bossa Nova cuando parece llegar el derecho de todos a la euforia de la libertad.
Y al pensar en esa persona que eras hace diez años y que ya no serás jamás… ¿No sientes que todo se derrumba a tus pies, al suelo, la tierra misma, al pensar que tú, tal como ahora te percibes, toda tu realidad de hoy en día está destinada a parecerte mañana una mera ilusión? Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor
Texto | Ivan Viripaev |
Dirección | Miguel del Arco |
Traducción | Helena Sánchez Kriukova |
Intérpretes | Marta Etura, Daniel Grao, Alejandro Jato y Verónica Ronda |
Dirección de producción | Jordi Buxó y Aitor Tejada |
Producción ejecutiva | Pablo Ramos Escola |
Jefe de producción | Alex Foulkes |
Escenografía | Eduardo Moreno |
Vestuario | Sandra Espinosa |
Iluminación | Juanjo Llorens |
Coreografía | Manuela Barrero |
Diseño de sonido | Sandra Vicente (Studio 340) |
Música | Arnau Vilà |
Vídeo | Natalia Moreno |
Fotografía | Vanessa Rábade |
Diseño gráfico | Patricia Portela |
Comunicación | Pablo Giraldo |
Estudiantes en prácticas | Sergio Garayalde, Daniel Ibáñez y Daniel Visiedo |
Ayudante de dirección | Gabriel Fuentes |
Agradecimientos | María Delgado, José Gabriel López Antuñano, Juan Ardura, Daniel Bianco, José Luis Martínez, Cultural Transport, Dsquared2, Armand Basi, Leie, Liu-jo, Maison Margiela, Maliparmi, Antony Morato, The Lab Studio Make Up |
Una producción de Kamikaze Producciones para El Pavón Teatro Kamikaze |
EL PAVÓN TEATRO KAMIKAZE. Del 13 de febrero al 3 de marzo 2019.