Mágica fusión de literatura, música y teatro en “El hogar del monstruo” (y 2)
Por Horacio Otheguy Riveira
Este segundo programa tiene vida propia, se puede ver independientemente del primero, a tal punto que la introducción del Maestro de ceremonias (Fernando Marías) es la misma. Así que estamos nuevamente en “El hogar del monstruo” para asistir a la representación de tres relatos con mayor peso narrativo, y menor presencia musical, aunque del mismo modo que en el primer programa la armonía de todas las partes, el espacio escénico y sonoro y las interpretaciones logran encantar y perturbar. Esta vez, con un paulatino crecimiento en el suspense y el proceso intelectual de interpretación de lo monstruoso, evitando siempre los golpes de efecto tradicionales del terror.
Con una importancia capital en el diseño de iluminación sobre los actores, en el entorno de una escenografía minimalista, se dan cita tres historias que abordan la soledad del monstruo atrapado por un sentimiento de impotencia crucial, atravesado por perversiones ajenas que influyen en su necesidad de ser amado. Y el amor y el odio parecen seducirse misteriosamente en situaciones límite de seres ajenos a todo conato de auténtica libertad.
Todos los monstruos son hijos de su tiempo: Frankenstein lo fue de la revolución científica del siglo XIX, Drácula del Romanticismo y quién sabe si los zombis surgieron de la sociedad de masas del siglo XX. Si esto fuera así… ¿qué monstruos nos traería el siglo XXI? Esa fue la pregunta que nos llevó a la Compañía Teatral Hijos de Mary Shelley a reunirnos para inventar a las nuevas criaturas que poblarían nuestra era o a traer a monstruos antiguos para descubrir qué tenían que contarnos si llegaban a nuestros días. Así creamos “El hogar del monstruo”. (Vanessa Montfort)
El espectro de la estación de Atocha (un mendigo que no sabe que es un espectro), escrito por Fernando Marías, e interpretado eficazmente por el tenor Enrique Sánchez-Ramos —aquí sin cantar— se introduce en los años 70 del siglo XX: entra en escena un vagabundo nervioso, al que le han dado unas pesetas para contar su historia en público, basada en hechos producidos 15 años atrás, en una guerra poco difundida de España en territorio marroquí. De familia militar de rancio abolengo, el entonces inexperto soldado disparó por accidente sobre una hermosa mora, cuyo espíritu no le deja en paz.
Es una obra compuesta por Marías haciendo hincapié en una atmósfera y en unos personajes que sugieren y callan más que dicen. La preciosa muerta es una constante en la existencia del muchacho a lo largo de los años. El miedo que le infunde su presencia, sólo alejada con buenas dosis de alcohol, se transforma en ilusionado placer. ¿Es posible que tema mucho más la felicidad que el horror? ¿Una felicidad inapresable?
Para los seguidores del escritor, un recuerdo imborrable. Para los que van a seguirle, un buen reclamo: su novela “Todo el amor y casi toda la muerte”, donde el valor poético de lo inmarcesible adquiere un profundo sentido muy cercano al palpitante duende de esta pieza teatral.
¿(…) Qué pensarían si supieran que este viaje no es un asunto laboral sino su resuelta búsqueda del reencuentro con una muerta? Dejar de existir es comenzar a existir de otra manera, es nacer como espectro. Y se pregunta si, de espectro a espectro, Vera lo estará viendo en este instante desde la silla vacía. Muchas veces, dentro de estos cuatro años, ha pensado y piensa que los muertos observan a los vivos, aunque no puedan ya actuar ni a favor ni en contra de ellos, aunque sólo puedan limitarse a mirar, a envidiarlos por no hallarse, como ellos atrapados sin salida en el silencio de la nada.
José Sanchis Sinisterra cuenta con una notable producción, poco difundida, de teatro breve. En estas mismas páginas se ha publicado un artículo muy interesante sobre esta vertiente de su teatro: El teatro breve y brevísimo de José Sanchis Sinisterra y José Moreno Arenas. En esta ocasión, Jorge Usón es La criatura que lanza una pregunta: ¿Sabe el pez lo que es el agua? El formidable actor que se mueve con gran holgura en la comedia y el cabaret, compone aquí magistralmente el punto oscuro, divertido y a ratos grotesco del monstruo del doctor Frankenstein en una conferencia donde se propone pedir “a señores académicos, y una señora académica” que se le considere un ser humano.
Cierra el ciclo una creación estremecedora de la actriz-soprano Ruth González en Sirena negra, de Vanessa Montfort. Sin apenas moverse de una tarima de reducidas proporciones, de su hermoso rostro enfocado de muchas maneras por acariciantes o hirientes haces de luz, brota la dramática peripecia de una sirena de alcantarilla. Las vicisitudes que narra se abren camino por la oscuridad… hacia una luz reveladora. Máxima tensión enfundada en un traje que exalta su bello cuerpo menudo, Ruth-Sirena nos arrastra a situaciones fantásticas perfectamente ligadas a conflictos sociales de aquí y ahora.
[El pasado año, Elio Quiroga realizó un cortometraje con este texto. En 18 minutos, muchos talentos a los pies de Ruth González, que compone un personaje tan original como sobrecogedor. Una película y una intérprete que han conseguido merecidos premios].
El hogar del monstruo
Autores: Espido Freire, Fernando Marías, Vanessa Montfort y José Sánchez Sinisterra
Dirección y dramaturgia: Vanessa Montfort
Programa 1 (Del 21 al 30 de septiembre)
Tres obras interpretadas por Espido Freire, Miguel Ángel Muñoz, Ruth González y Enrique Sánchez Ramos
Programa 2 (Del 1 al 9 de octubre)
Tres obras interpretadas por Enrique Sánchez Ramos, Jorge Usón, Ruth González
Maestro de ceremonias: Fernando Marías
Escenografía: Pilar Quintana
Iluminación: Rodrigo Ortega
Vestuario: Arantxa Exquerro
Música y espacio sonoro: Luis Antonio Muñoz
Fotos: marcosGpunto