Espléndida versión de “Los desvaríos del veraneo”, de Carlo Goldoni
Por Horacio Otheguy Riveira
La vida cotidiana de un grupo cargado de prejuicios sociales, moviéndose a lo loco y con toda clase de torpezas bajo la presión de ridículas exigencias en torno a la imagen pública y notoria, la opinión de los vecinos y amigos, el éxito y el fracaso, según la disponibilidad económica, los amores obtenidos… Una galería de travesuras con su pátina de dramatismo, pues nada hay más desolador que el espectáculo de adultos “jugando” a ser lo que no son, sin saber a ciencia cierta si hay algo que necesiten en el mar de supersticiones y convencionalismos en que viven.
Una de las obras maestras de Carlo Goldoni montada con admirable precisión, en la que todas las idas y venidas de los personajes se expresan con impecable calidad teatral, gran dominio de un florido, ligero y a la vez profundo lenguaje escénico.
La excelencia está servida. Ante los espectadores todo el hechizo de una comedia escrita, aproximadamentem en 1760, con un espíritu de rara modernidad: el devenir de estos pequeño burgueses ante el qué dirán, el dinero, las costumbres que tornan hacia el desprestigio o el esplendor… se enmarcan en un juego patético, grotesco y a la vez tan divertido como sumamente tierno: son todos personajes que el autor caricaturiza nada menos que en una trilogía.
Estos Desvaríos del veraneo conforman la primera de las tres obras, pero la magnífica compañía de cómicos que la ha puesto en pie se propone, a lo largo de las próximas temporadas cerrar el ciclo representando las dos últimas. Visto lo visto y reído y admirado lo suyo, no cabe más que esperar, expectantes, los siguientes Goldoni, el más grande comediógrafo de su época, con una capacidad de trabajo impresionante, autor no sólo de comedias y dramas, sino también de óperas. Murió “viejísimo”, ya que despedirse para siempre a los 86 años en aquel entonces da buena muestra de que no tenía ninguna intención de hacer mutis por el foro, salvo cuando el último suspiro se pudiera convertir en una buena obra de teatro.
A menudo tratado como el Molière de Italia, me parece muy superior al gran francés. El veneciano nunca tuvo los complejos de aquél frente al arte de la comedia, pues el autor de Tartufo pasó a la historia por sus farsas, pero él siempre quiso ser un trágico como Corneille: algo con lo que fracasó lo suficiente como para abandonar todo nuevo intento. Por el contrario, Carlo Goldoni hila mucho más fino, se proyecta en las ambiciones de sus criaturas y en el ridículo de sus posibilidades de querer ser más de lo que pueden o deben. Un moralista muy crítico, un comprensivo pater familias y un canalla genial que sabe descubrir las debilidades de una amalgama de personajes siempre entrañables. Ni el más idiota, ni el menos recomendable de ellos se torna despreciable. Son hijos de un escritor que disfruta enormemente con la creación de situaciones que se enredan, bifurcan, solapan y crecen como una espuma muy gratificante e ingeniosa, con sorprendente conocimiento del teatro y no menos impactante sentido del humor.
Lo mejor que se puede decir de esta versión de la Compañía Venezia Teatro (en referencia a la ciudad que vio nacer al maestro en 1707) es que tiene logros a la altura de magistrales montajes, como, por ejemplo, La familia del anticuario, según Lluis Pasqual, y Arlequino, servidor de dos patrones (en versión libre de Alberto San Juan/Andrés Lima), y sobre todo frente a dos puestas en escena muy distintas sobre la trilogía completa del “veraneo”: en 1998, la muy aplaudida de Arán Dramática, en versión de Miguel Murillo y dirección de Eugenio Amaya, y en 2009, la del Piccolo Teatro da Milano, según Giorgio Strehler.
Desde luego va muy a favor de estos Desvaríos el hecho de no lanzarse a una versión muy apretada y demasiado libre de tres obras en una, sino con la debida paciencia y el conmovedor respeto a la compleja dinámica de cada obra por separado. En esta, la primera, se exhiben los muy trastornados preparativos para salir de vacaciones cuando no se tiene el suficiente dinero; deudas, acreedores pacíficos, criados modélicos, amigos interesados, la buena gente y la pícara humanidad; una mujer muy caprichosa y soltera, y otra muy independiente que se aferra a una lucha implacable contra la habitual dominación masculina. Y en medio el amor, el deseo, la rebeldía y el conformismo, el sablista y el galán que se sabe guapo pero nada puede hacer para impedir que los celos lo vuelvan estúpido, y “el otro” que intenta por todos los medios alcanzar a la inalcanzable.
El contraste de cada personaje, perfectamente delineado, tiene en esta versión sobresaliente lucimiento por parte de los 9 actores, en un marco de notable consideración hacia la inteligencia del espectador, pues la versión castellana respeta las coordenadas de la época y logra una inmersión muy saludable en un ejercicio de teatro en el teatro donde actores y personajes tienen su ámbito y desarrollo bien asumido a lo largo de 2 horas de un teatro dinámico, rico en matices, al que sólo le sobran un par de micrófonos realmente molestos para subrayar unos apartes típicos del teatro clásico. Micrófonos que ensordecen y rompen el ritmo tan bien conseguido tras un trabajo minucioso que se regala a sí mismo —para sumo regocijo de los espectadores— con un epílogo sin palabras al mejor estilo de los orígenes de Goldoni, del humor de la Commedia dell Arte.
Si todos los intérpretes componen de maravilla logrando una auténtica fiesta goldoniana, se llevan la palma las sufridas contrincantes Vittoria y Jacinta, las dos solteras en edad de merecer que pujan cada una en su medida por resultar las más modernas y atractivas del ansiado veraneo para el que se preparan con no pocas dificultades (las otras dos obras se concentran en el veraneo propiamente dicho, y en el retorno a casa final).
Vittoria es la desesperada sin pretendientes, que Esther Isla juega al mejor estilo de vodevil con su agudizada tendencia a los bruscos cambios de carácter y de vertiginoso vaivén. Jacinta, en cambio, a cargo de Macarena Sanz (foto), tiene dos enamorados y en ella más que la ambición de conquista (que da por hecha) se trata de que todo, absolutamente todo, resulte dominado por su fiero carácter, bien “empaquetado” de belleza, ternura y sensualidad. Alrededor de estas actrices todos los demás asombran en cada participación, de tal manera que para los amantes de este autor extraordinario, todo es posible porque en cada situación están presentes las ambiciones sociales, la estupidez de la que el ser humano es capaz para lograr sus más superficiales objetivos y el fascinante encanto del autor de perdonarles todo como si no se tratara más que de un sinfín de travesuras de niños-grandes, de adultos que se han detenido en una adolescencia de la que no quieren apearse. Aunque siempre hay alguno con los pies en la tierra que les protege, procurándoles un gramo de cordura.
Diseño de vestuario: Sara Roma
Confección de vestuario: Isabel López Gómez
Diseño de escenografía: José Gómez-Friha
Diseño de iluminación: Marta Cofrade
Asesor musical: Renier Piñero
Distribución: Fran Ávila
Prensa: Josi Cortés
Producción: Venezia Teatro
Teatro Infanta Isabel, desde el 19 de julio hasta el 18 de septiembre de 2016
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