Jardiel Poncela y su bisnieto Ramón Paso, autores de una obra divertida y conmovedora
Por Horacio Otheguy Riveira
Trabajar al alimón con un autor extraordinario, que además fue un bisabuelo que murió prematuramente —y al que no se llegó a conocer— es de una enorme audacia. Imposible no emocionarse con este esfuerzo tan bien logrado, con esta versión modélica, en la que con gran amor y mucho oficio se da vueltas a una obra maestra y se consigue otra, una nueva, 83 años después: Usted tiene ojos de mujer fatal… en la radio, primera gran parodia de Don Juan escrita en 1933 que ahora se representa en 1941… en la radio.
Magnífico cocktail de ficción y realidad y un homenaje al genio humorístico de uno de los mayores dramaturgos españoles, y además una pátina de tragicomedia muy fiel al estilo de su bisnieto, el autor de hoy que se enfrenta al pasado con la energía de un cazador de perlas en un Madrid macerado a bofetadas de policía política, mientras un grupo de actores procura sobrevivir, comer a diario, y sufrir lo menos posible… Jardiel Poncela y Ramón Paso: vaya unión, vaya abrazo, vaya formidable espectáculo de la comedia como una de las bellas artes en un mundo de infinita crueldad y fabulosos personajes que luchan por mantenerse en pie.
Escritor de enorme capacidad de trabajo, Enrique Jardiel Poncela fue un hombre cabal que opinaba y se equivocaba, que creaba con acierto novelas cortas y largas, mucho teatro, guiones de cine, pero que le tocó vivir en una España convulsionada, terriblemente confrontada, y una Sudamérica que le recibió con los brazos abiertos, pero no a la medida de sus costosas producciones.
Muere joven, enfermo. Tiene larga biografía y mucha leyenda, su yerno es otro comediógrafo polémico y con mucho talento que también triunfa en América del Sur, llegando a interpretar y dirigir algunas de sus propias obras: Alfonso Paso, también fallece prematuramente, pero le da tiempo para dar al mundo dos hijas, una de ellas se convertirá en gran actriz: Paloma Paso Jardiel, con una vis cómica sensacional, lleva por delante los dos apellidos, orgullosa de un pasado de teatro en el que padre y abuelo tenían una común predisposición para el esfuerzo por amor al teatro: en cada estreno, en lugar de festejar se encerraban a imaginar y escribir, escribir, escribir… (con otro matrimonio Alfonso Paso tuvo también otras dos hijas actrices muy activas en la actualidad: Antonia y Manuela Paso, y un actor, Darío Paso).
Así las cosas, Ramón Paso desde muy joven se ha «entrometido» en cuantos vértices, ángulos y rincones teatreros y televisivos ha podido: la sangre le circula a través de un puente con T de teatro, buscador constante de logros y promesas que a sí mismo se hace, y así las cosas surge esta reposición parcial de una de las obras maestras (tiene muchas) de Jardiel: Usted tiene ojos de mujer fatal… y la lleva a escena dramatizándola en la radio. Y consigue un resultado incomparable.
Esta representación comienza con situaciones de comedia clásica, con su criada pizpireta y bruta, pero logra impactar con nuevas armas, ingenioso desarrollo que une lo clásico con lo contemporáneo en unos lazos conmovedores por su capacidad de unir la ficción humorística (pero no por ello menos profunda) con la realidad cotidiana de quienes apenas tienen para comer y además deben cuidarse de las garras arbitrarias de una dictadura.
Gregorio. Por el día de la Victoria me han encargado hacer una retransmisión de una comedia divertida para honrar la escabechina que se ha hecho con los comunistas, que si ha quedado uno vivo ha sido en un museo y de recuerdo. A nosotros nos dan unos duros y al Caudillo, una alegría.
(Enrique se aparta un poco, mientras Gregorio sigue hablando).
Gregorio. Y he pensado en usted, que su teatro es absurdo, pero sin inclinaciones… porque con los tiempos que corren… Le diré, Jardiel, que el otro día me encontré a un amigo por la calle, le dije: “¿Qué pasa, camarada?”, y me pasé tres horas dando explicaciones a la Guardia Civil. Y no me soltaron hasta que no se hartaron…
Enrique. ¿De las explicaciones?
Gregorio. De darme bofetadas.
Enrique. (Retirándose) Yo no opino.
Jardiel elude opinar; no opina una y otra vez, y además está inquieto porque amó a una actriz que le abandonó y ahora reaparece, y es a su vez el autor puro nervio, el hombre en crisis permanente, y las situaciones se desarrollan con una eficacísima yuxtaposición de lo cómico y lo dramático, y el espectador se ríe y si quiere piensa y el resultado final es un acontecimiento teatral que rinde honor a un maestro del teatro, pero sobre todo a su capacidad de luchar y bregar por un mundo nuevo.
Enrique Jardiel Poncela «no opina» en esta función, hasta que lo hace y nos conmueve sobremanera, invitándonos a ponernos en la piel de un hombre demasiado condenado por las circunstancias y poco aplaudido por sus enormes talentos.
Para que esto se lleve a cabo se necesitan actores jardelianos de primera. Y no es fácil. Algunas de sus obras más divertidas se llevaron a escena con puestas que invitaban al bostezo. Se necesita lo que aquí hay de sobra: actores que se manejan con mucha soltura en la acrobacia del drama y la comedia, en el arte sin par del hombre de la calle, el más corriente, convertido en bufón y temeroso de Dios, en el verso y el reverso de la vida gris y la vida loca, de los artistas lanzados al más difícil todavía donde se encuentran el poeta y el loco, el racional y el que se trepa a un sueño y lo hace suyo… en un espectáculo renovado, que bebe de fuentes sabias pero se adapta a visiones contemporáneas y elabora un trabajo que podría ser la obra secreta de Jardiel, la obra escondida en un cajón o, mejor aún, que le hubiera gustado escribir.
Hay que tener en cuenta la gran dificultad de este reparto que debe asumir personajes con propios conflictos que además tienen que ocuparse de personajes de la obra de Jardiel que deben representar en la radio: un juego permanente que se desborda en una segunda parte desternillante.
Cada uno de los intérpretes aporta su grado de locura teatrera con una generosidad conmovedora. Por eso Juan Carlos Talavera compone un Gregorio relativamente adaptado al duro sistema hasta que se harta y marcha a México, e interpreta a Oshidori, el mayordomo jardeliano por excelencia, con el que la risa brota descontrolada, a pierna suelta, mezcla increíble del clásico criado inglés y su propia caricatura (que era lo que pretendía Jardiel).
Ana Azorín compone tres personajes muy cómicos con gran acierto, especialmente destacada en el pasaje de la criada deslenguada que se convierte en una amante que cuanto más sufre, más feliz se siente; Inés Kerzan seduce con sus maneras de dama joven del teatro radiofónico de los 40, muy convincente frente a un David Zarzo que defiende con uñas y dientes las dificultades de ser nada menos que Jardiel Poncela.
Carlos Seguí aporta imaginación y gran comicidad a sus personajes, bordando la caricatura de Indalecio, el chófer argentino, mezcla rara de gaucho y tanguero, tal y como se conocía a Gardel en el año 33 en que Jardiel escribió la obra. Por su parte, Ángela Peirat aporta ingenio y notable belleza (sus hermosas piernas cortan el hipo), y su sexy espontáneo le va muy bien a los dos personajes que le tocan en suerte.
Ayudante de dirección: Blanca Azorín
Iluminación: Felype de Lima
Vestuario: Sandra Pedraz Decker
Fotografías: María Jordán
Diseño gráfico: Pablo Paso
Jefa de Prensa: María Díaz
Una obra fuera de serie, inteligente, bien escrita, amena, desternillante y bien interpretada. Es una pena que se represente tan poco tiempo y a hora tan tardía. Ojalá se convierta en obra de repertorio como Burundanga. Volvería a verla. Mi enhorabuena al autor y todos los actores.
Una obra fuera de serie, inteligente, bien escrita, amena, desternillante y magníficamente interpretada. Es una pena que se represente tan poco tiempo y a hora tan tardía. Ojalá se convierta en obra de repertorio como Burundanga. Volvería a verla. Mi enhorabuena al autor y todos los actores.
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