Tragicomedia del loco amor por unos “Vecinos” guapos y ricos
Por Horacio Otheguy Riveira
Sobre la base de un inquietante relato ambientado en Estados Unidos, L´Azotea Teatro produce una versión teatral mucho más interesante, con un juego bien articulado de secuencias en las que una tierna pareja española con pocos recursos se enamora perdidamente de sus ricos vecinos… y se lanza a la aventura de convertirse en ellos. Una insólita tragicomedia en torno al consumismo extremo como una pasión sexual irresistible.
Raymond Carver (1938-1988) es uno de los máximos exponentes de lo que se dio en llamar Realismo sucio en Estados Unidos, en la década de los 70 del siglo XX: una fórmula de puro marketing sobre la base de relatos breves, secos, minimalistas, en los que “lo sucio” no siempre estaba presente, y cuando lo hacía se refería más bien a una visión muy negativa de la vida cotidiana, prisionera de una sociedad alienada, donde sus personajes rara vez piensan por sí mismos.
Diez años después de muerto, Carver “resucitó” en un destacado artículo de prensa como un farsante, pues el autor demostraba que aquellas características que le hicieron dueño de un estilo muy afamado eran obra de su editor.
Cierto, o no, lo que se ha editado bajo su firma despierta un interés moderado (y sobrevalorado por cierta crítica literaria), ya que su minimalismo acaba hartando, arrastrando al lector a una zona oscura en la que no sabe si le están tomando el pelo o es que el autor es así de perezoso, más o menos como los adictos al miniteatro, minirrelato, mini-mini, cuya capacidad de síntesis no es más que producto de una falta de imaginación ilimitada.
Vecinos no es uno de sus mejores cuentos, pero tiene un eje del que se cogieron con mucha habilidad los autores españoles Alejandro Butrón y Andrés Galán, y de su base argumental elaboraron una pieza teatral muchísimo más rica: la pareja que admira a los vecinos guapos y ricos, y avanza hacia una dimensión patológica de la relación.
En esta versión escénica, los jóvenes protagonistas expanden su talento en una panorámica muy divertida, pues su transformación oscila entre el ridículo y la inocencia, entre la ingenuidad de los desgraciados que, estudiando carreras universitarias realizan trabajos mal pagados, por debajo de sus capacidades, y la osadía de ansiar la boca, la cintura, el sexo de aquellos privilegiados que salen de viaje y le dejan su piso —con gata y fantasma—, además de pagarles comidas en restaurantes en los que jamás podrían entrar por su cuenta y riesgo. En el camino aportan una sátira muy brillante sobre los libros de autoayuda, así como guiños ingeniosos sobre otros aspectos de nuestra vida cotidiana.
Ella es mucho más sensual, más lanzada y sexy, capaz de mantener relaciones con mujeres, de hacer de su cuerpo una fiesta sin prejuicios. Él es más conservador, será por eso que se arroja a los brazos de una fantasía en la que es un macho imponente, alternando con el placer de convertirse en una femme fatale como no hay otra. Sin grandes conflictos, el drama se introduce en sus venas como una droga día a día más adictiva, sin conciencia de hasta dónde puede llegar.
En el ámbito misterioso y cálido del teatro La Puerta Estrecha, Vecinos está interpretada por Paula Grueso —encantadora, sutil y muy dúctil asumiendo diferentes facetas—, y el coautor Alejandro Butrón, que resulta bien integrado en la dureza de un personaje que tarda en compartir con ella la hipnótica aventura de ser otros.
Entre ambos, a lo largo de una función con muchas sorpresas bien hilvanadas, se produce un dueto constante muy atractivo que ha de jugársela ante un público cercano al que le hablan, ante el cual representan sus deseos y ambiciones; un público ante el cual se confiesan, del que dependen para hacer pública su loca ambición de dejar de ser ellos mismos para alimentarse de la vida de los que suponen mejores. Tanta cercanía torna más compleja la interpretación, pero mucho más emocionante para los actores y los espectadores.
Vecinos
Autores: Alejandro Butrón y Andrés Galán
(versión libre del relato del mismo título de Raymond Carver)
Intérpretes: Alejandro Butrón y Paula Grueso
Dirección: Nacho León
Producción y distribución: L’Azotea Teatro
Ayudante de producción y fotografía: Esther Sererols
Gestión: Gestora de Nuevos Proyectos
Diseño de luces: Paula Grueso
Iluminación y sonido: Iosune Noguera