“Rinconete y Cortadillo”: la SeXpeare logra un potente renacer cervantino
Por Horacio Otheguy Riveira
Recorre mundo la Cervantina de Ron Lalá, hecha de miradas profundas, diversión e ingenios varios sobre la obra de don Miguel de Cervantes —en su 400 aniversario—, y en el pasado mes de enero comenzó su andadura esta fantástica versión de Alberto Conejero sobre Rinconete y Cortadillo: novela breve de comienzos del siglo XVII. En ambos casos, una creatividad absoluta para rendir culto sin endiosamientos que todo lo carcomen, sino con la vitalidad de gente de teatro viva, que siempre mira hacia delante, y aprovecha la sabiduría del maestro indudable, creador a contracorriente.
Rinconete y Cortadillo parte de un elaboradísimo texto en el que la palabra del coloso buscador de perlas en el mundo marginal de los chavales de la calle, pícaros, peligrosos y encantadores, se mezcla, agita, repta y vuela con la energía sempiterna de los cómicos de la legua. De allí que esta versión se aferra a sus dos actores hasta lograr una unidad inquebrantable.
Santiago Molero y Rulo Pardo, actorazos por todo lo alto se pongan donde se pongan, lo mismo en papeles secundarios que en protagonistas, tienen ya una trayectoria de veinte años en su propia compañía SeXpeare —compañía-de-dos-son-multitud—, dos décadas creando comedia insólita.
Saltimbanquis asombrosos de una Comedia del Arte de nuestro tiempo entre fogonazos delirantes, su humor absurdo lanza destellos de inteligencia teatral en cualquiera de sus funciones, cuentan aquí con extras que dan a su aventura permanente valores añadidos: trabajan por primera vez con un texto ajeno, incorporando la alta calidad literaria de Alberto Conejero, en principio muy lejos del humor seXpeariano (La piedra oscura, Todas las noches de un día), y con el aporte en la dirección de Salva Bolta, con demostrada capacidad creativa (Münchhausen, Oficio de tinieblas).
Cervantes de ayer y de ahora
Una vez reunidos estos talentos, los 4 ases se entregan con una vitalidad contagiosa: llenan cada función de un público anhelante, traspasando a menudo la cuarta pared de su juego teatral, siempre oscilando entre el clásico y la ruptura contemporánea, bailando danzas verbales, componiendo personajes, expresándose corporalmente en un sinfín de tonalidades que avanzan aceleradas hasta encontrar su justa melancolía, el misterioso lugar donde los grandes clowns descienden para expresar un último suspiro, la paradoja genial de una feliz tragedia que llega cuando debe hacerlo, aportando sabiduría y abrazo fraternal.
Son canallas célebres estos Rinconete y Cortadillo, metidos a saco en una de las Novelas Ejemplares publicadas en 1612: aventuras bruscas, a ratos tiernas, de dos chavales en tiempos correosos, de hambrunas y violencia callejera. Hartos de su mala fama vienen a la Villa de Madrid a hacerse oír, a defenderse, a contar verdades que el ilustre escritor hurtó, y en esas que traspasan los límites del tiempo y entran en acontecimientos populares del siglo XX, fenómenos televisivos y otros anacronismos se hacen presentes en un juego de comedia que en otras manos sería de una vulgaridad insoportable, pero que aquí da en el clavo en todo momento, en una consagrada espiral de aciertos, de humoradas de actualidad, de enfrentamientos entre dos que bien se quieren odiándose a menudo, molesto cada uno con su propio humano traje.
En la espaciosa Sala Negra de los Teatros del Canal, Santiago Molero y Rulo Pardo trasuntan gran cantidad de situaciones y emociones en un ámbito reducido en el que todo es posible. Cómicos que se desdoblan con pasmosa facilidad, llegan al doloroso final con el ímpetu del amor reconfortado, de la alianza singular con el dios que les dio gloria eterna, y con un último homenaje, profundo y hermoso, al propio ejercicio teatral, siempre afrontando nuevos peligros de difícil supervivencia.
Cervantes, 400 años después, Rinconete y Cortadillo por la SeXpeare de Santiago Molero y Rulo Pardo: por favor, intenten conseguir entradas para las funciones que quedan.
Una delirante historia de caballeros errantes en una epopeya del hambre y la miseria, de amigos inseparables perdidos en su propia existencia, que se proyecta hasta nuestra España contemporánea. (Salva Bolta)
Vestuario: Tatiana de Sarabia
Iluminación: Marino Zabaleta
Música original: Mariano Marín
Fotografía: César Urrutia
Ayudante de dirección: José Carrillo
Producción ejecutiva: Jorge Palomar