Alberto Jiménez: “… los que hicieron la Revolución se han convertido en unos nuevos dioses”
Por Yolanda Moreno
Alberto Jiménez protagoniza junto a Mona Martínez Dios K, una dramaturgia basada en la novela Karnaval de Juan Francisco Ferré, que estará en el plató de Cineteca -Matadero Madrid hasta el próximo 20 de marzo. La obra se centra en el exdirector del FMI, Dominique Strauss-Kahn, tras ser acusado de abusar de una camarera en un hotel de Nueva York, y se convierte en un viaje alucinatorio a través de los excesos y males de la sociedad contemporánea. Alberto Jiménez sustituye a Alfonso Torregrosa en esta obra que se presentó en el Festival Frinje 2015 y que ahora produce el Teatro Español.
El veterano actor (conocido por sus papeles en cine y televisión como El Bola, Mar adentro, Amar es para siempre, entre una larga lista, además de haber trabajado con reconocidos directores teatrales españoles e internacionales) hace hincapié en que todo lo conceptual y teórico del espectáculo es mejor que lo expliquen su dramaturgo, Antonio Rojano, y su director, Víctor Velasco. “Es un proyecto que nace de ellos, es un espectáculo muy particular”, asegura.
Hablamos con él sobre su personaje, Strauss-Kahn, y sobre su trayectoria profesional.
¿Resulta más complejo o diferente el hecho de interpretar a un personaje real, cuyo caso además apareció no hace mucho tiempo en todos los medios de comunicación?
Cuando me ofrecieron este personaje se lo comenté a algún amigo y me decían: “¡Pero si no te pareces a Dominique Strauss-Kahn!”. Pero el director no quiere que el actor haga un estudio de recreación de tal personaje. Cuando leí la obra sí que había cosas del viaje que se pega este tipo que tienen que ver con una vivencia equivocada desde mi punto de vista acerca de la masculinidad, que a mí por supuesto claro que me toca. Esta obsesión que tenemos los hombres en general, como género, con el sexo. Da igual que tengas 20, 30, 50 o 60 años… Por lo menos esa vibración a mí me llega y me suena a conocida. Ya se lo comenté al director, que por ahí yo me engancho con la historia, con la vivencia del personaje. No queremos hacer un juicio testigo documentalista sobre él. Digamos que estamos jugando más en el terreno de lo poético, de ver qué es lo que hay detrás del personaje real, cuál es la energía que le lleva a hacer ese tipo de cosas y creer que son absolutamente impunes, viviendo en una especie de realidad que no sé cuál es más real si la suya o la nuestra. Pero el caso es que viven en un universo donde de repente se creen que pueden violar a una camarera de un hotel de Nueva York y después tranquilamente irse a desayunar, que es lo que el tipo parece ser que hizo. Y luego se fue de compras por Nueva York hasta que se dirigió al aeropuerto donde ya le detuvieron. Más que centrarnos en reproducir los hechos tal como fueron, que sí que de alguna manera está presente o se utiliza como camino dramatúrgico, lo que hacemos es indagar en lo que hay detrás de este tipo de seres humanos. Además se hace un juicio de valor, porque estoy convencido de que seguro que cualquiera que estuviera en su lugar, no sé cómo podría evitar que esa energía oscura no le contamine. Inevitablemente el poder tiene esa magia extraña y oscura.
¿Crees que en la sociedad de hoy en día hay demasiados dioses que no tienen nada que ver con la religión?
Claro, por ahí va también una parte del planteamiento del dramaturgo y del director. De hecho, hay una parte en la que yo hablo de la Revolución francesa. El tipo es francés y, claro, la Revolución francesa se supone que iba a acabar con ese mito de que los Reyes eran personajes caídos del cielo o dioses que habitaban la tierra con un poder absoluto. Con la Revolución francesa se supone que se pretende restaurar el poder de los seres humanos pisando la tierra. Sin embargo, de una manera aparentemente inevitable, aquellos que hicieron la revolución se han convertido en unos nuevos dioses con el devenir de los siglos. Y hoy en día lo podemos ver. Da igual a quién votes porque realmente el poder está ejercido por unas personas que además ni siquiera las podemos llegar a ver, están detrás moviendo los hilos financieros, económicos, políticos, sociales… del mundo. Yo creo que esos son los nuevos dioses. Y en el momento en el que un tipo como este llega hasta allí, se codea en este círculo de poder y pretende hacer cosas diferentes a lo que se supone que tiene que hacer para seguir conservando su dominio absoluto sobre el planeta Tierra, pues casualmente cae en desgracia, se le pilla haciendo algo terrible, y a partir de ahí deja de ser un dios y se convierte otra vez en un ser humano vulgar y corriente.
¿Qué supone para ti este papel dentro de tu trayectoria?
La verdad es que tengo mucha suerte y suelo trabajar en proyectos que se salen un poco de lo convencional. Aunque, vamos, ya me gustaría también de vez en cuando hacer cosas convencionales, que está muy bien hacerlas y disfrutarlas y jugarlas para que el público las ría. Sobre todo estoy llevando la dificultad primero de que hemos tenido poco tiempo de ensayo. Es verdad que ellos llevan un mes de ensayo que hicieron en verano, que yo no hice porque mi personaje lo hacía antes Alfonso Torregrosa, y sobre todo intentando que todo lo que suceda, tenga un cartel más performático, que parezca que de repente no se sabe si en un momento dado nos vamos a ir del escenario o vamos a continuar con el juego. Que el espectador diga esto qué es, esto es una improvisación, van a terminar la obra o no, van a continuar o no… Eso sí que es verdad que tiene una dificultad, porque estoy muy acostumbrado a tener una estructura más o menos definida, que la tenemos, pero claro aquí hay que jugarla desde un lugar que parezca que no.
Mona Martínez interpreta a siete personajes.
Sí, ella ya lo hizo en verano e interpreta a siete personajes muy distintos. Todo lo teórico que lo expliquen el director y el autor. Ella no es un personaje, ella es una especie de voz que crea el propio personaje como para confrontarse con sus propios fantasmas e intentar hacer su propio viaje iniciático y vivir una especie de vía crucis para limpiarse y pasar a otro estadio. Pero eso son cosas que he podido escuchar hablar a ellos.
A lo largo de tu trayectoria la mayoría de tus personajes han sido dramáticos, ¿es por algo en especial? ¿Qué te gusta interpretar más?
Este oficio es así. Con El Bola mi vida profesional cambió para muy bien, por supuesto. Pero yo antes de El Bola hacía teatro, mucho teatro, y no voy a decir que hacía comedias, pero bueno trabajaba con personajes que facilitaban y permitían la comedia. Desde El Bola es verdad que me han llegado personajes que tienen mucho que ver con una cosa más seria, de hecho la gente cuando me conoce o algunos directores con los que ha trabajado me dicen: “Pero si tienes mucho humor”. Y yo les digo: “Sí, claro. Hago lo que me toca hacer e intento hacerlo lo mejor posible”. Por ejemplo ahora hemos realizado una obra de teatro pequeña con Víctor García León que se llama Dentro y fuera, con la que ya hemos hecho una pequeña gira por diferentes salas alternativas de Andalucía, de Extremadura, Gijón… y es una comedia. Es un juguetito cómico maravilloso y me lo he pasado pipa haciéndolo y la gente también se lo ha pasado muy bien con el espectáculo.
Supongo que gusta variar.
Sinceramente tengo que reconocer que hacer llorar está muy bien, pero hacer reír yo creo que es más gozoso. Sobre todo en esta época en la que vivimos, entiendo que la gente tenga ganas de ir al teatro y pasar un rato entretenido, no viendo cualquier cosa, sino algo que tenga suficiente calidad. Pero por supuesto que tampoco reniego de los trabajos que he hecho, y que espero seguir haciendo. Yo quiero más que el público disfrute, me da igual si es riendo o llorando. Que disfrute durante el tiempo que sucede el acto teatral, y que luego se vaya a su casa y al cabo de un día, dos o tres, que pueda decir: “ Ah, y esto?”. Son dos capacidades del teatro, la capacidad de la comunicación directa e inmediata y que ahí sepan utilizar una serie de instrumentos que tienen que ver más con el disfrute. Lo que es el aquí y ahora, que los actores trabajen desde ese lugar en el que parece que todo está sucediendo en el momento, porque eso crea una energía en el espectador que hace que se vuelque en el espectáculo. Pero creo que el leitmotiv, lo que pulula por debajo, tenga la suficiente entidad como para que se quede ahí enganchado a la mente o al corazón del espectador, y al cabo de unos días se haga como una especie de bomba de relojería con temporizador y explote, y diga: ¡Anda!
¿Para ti qué cualidades tiene que tener un actor?
Sobre todo que no se crea el centro del universo. Yo ya tengo 52 años, he tenido mucha suerte en muchos aspectos en la vida, en lo laboral por supuesto. Un actor tiene que tener muchas cosas: sensibilidad, capacidad de trabajo, capacidad de entrega… y sabiduría en saber que no tiene mucho sentido que si las cosas no salen seguir golpeándose contra la pared. Al principio sí me pegué mucho, porque no me salía trabajo, hasta que empecé a trabajar más regularmente a partir de los años 90. Pero tengo muchos compañeros que han dicho: “este camino está claro que no es el que me corresponde y no soy feliz, y tengo que girar e ir hacia otras tierras más hospitalarias”. Estoy muy desconectado de los actores jóvenes, de ellos me gusta que lo tienen muy claro, y van como muy a saco. Me imagino que yo antes era así cuando empecé. Pero bueno, yo creo que hay que ser muy artista y por otro lado tener también sabiduría para eso, para no creer que todo gira en torno a si trabajas como actor o no.
En cuanto a la situación del teatro hoy en día, ¿cómo la ves?
Yo soy padre de dos niños relativamente pequeños y estoy un poco desconectado de esa realidad, pero te puedo comentar lo poquito que puedo entrever. Creo que ahora por la crisis no se hace tanto cine ni tanta televisión, y casi todos los actores y actrices hemos mirado un poco hacia el teatro. El teatro es un arte más inmediato en el sentido de que con que tengas un espacio y cinco o diez espectadores, ya tienes sensación de estar viviendo una experiencia teatral. Y eso relativamente es más accesible que producir una película o una serie de televisión. Entonces ahora yo veo que hay mucho más interés por parte de toda la profesión hacia lo teatral. Alguna vez cuando iba a una escuela me sorprendía que la mayoría de los actores lo que querían sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, es hacer cine o televisión y lo del teatro les sonaba a chino. Eso lo contrario de que lo me pasaba a mí cuando empecé a estudiar allá por los años 80, pues lo que queríamos era sobre todo hacer teatro y el cine o la televisión nos quedaba como lejísimos, y ahora de repente han girado las tornas. A José Luis García Barrientos, el único teórico investigador de teatro en el CSIC, le pregunté sobre el futuro del teatro hace ya un tiempo y me dijo: “Desde mi humilde punto de vista lo que le pasará al teatro es que llegará a ser como una especie de ópera. Habrá espectáculos muy grandes, y luego habrá un teatro muy pequeño que se hará en una casa o un salón, llamarás a unos amigos y harás allí una función de teatro”. Y creo que es lo que está pasando más o menos. Que por desgracia esa clase media teatral, no solo en el país sino también en el teatro, parece que de repente ha desaparecido.
Como actor has hecho mucho cine, televisión y teatro, ¿qué prefieres?
Hasta no hace mucho trabajaba con una compañía para cenas medievales en Covarrubias, y entre plato y plato, hacíamos un romance. Yo me lo pasaba bien también haciendo eso. A mí me gusta mucho actuar, tengo que reconocerlo, me da igual si es una cena medieval o rodando una película con Amenábar, que eso he tenido la suerte de vivirlo. Hace un tiempo hice tres proyectos de teatro un poco más experimentales, dicho con toda humildad, y eso sí que es algo que quiero continuar haciendo. Ahora he tenido que parar un poco porque con los niños y el trabajo por suerte no me da la vida para tanta cosa, pero sí que es algo que dentro de un tiempo, cuando sean un poco más mayores, quiero retomar. Sí me siento más capaz de poder contar cosas que tengan que ver con mi inquietud humana, artístico existencial, a través del teatro, que no a través del cine o la televisión… Algo que quiero hacer es hablar sobre la paternidad en el siglo XXI desde un lugar más diferente y experimental, y eso por supuesto que me sale mejor hacerlo a través del teatro.
Además de Dios K, ¿en qué otros proyectos te podremos ver?
Voy a estar en dos capítulos de El Ministerio del Tiempo. La verdad es que es un pedazo de serie alucinante con unos medios increíbles, y creo que el trabajo que se está haciendo en la serie es espectacular. Y luego voy a estar en Numancia, que lo va a dirigir Juan Carlos Pérez de la Fuente en el Teatro Español.
Y ahora que te podemos ver en la Cineteca, ¿por qué hay que ir a ver Dios K?
Porque es una propuesta diferente. Tanto los lugares por los que transitamos y que queremos que el espectador transite, como la manera de presentarlos, creo que es algo distinto a lo que normalmente un espectador puede encontrarse en un teatro. Ya el espacio de por sí es diferente, porque es un plató enorme que hay al lado de la Cineteca del Matadero, y yo creo que a partir de ahí va a vivir una experiencia diferente, no me atrevo a decir si buena o mala, porque eso ya es cuestión de cada uno. Pero sí que es una propuesta que se sale un poco de lo que el espectador de teatro habitual está acostumbrado a ver.