“Cervantina” + Ron Lalá = cocktail de sabia diversión
Por Horacio Otheguy Riveira
La Compañía Nacional de Teatro Clásico cumple 30 años. Bajo la dirección de Helena Pimenta está logrando un despliegue de vitalidad extraordinario, con giras de La vida es sueño y El alcalde de Zalamea, además de otras alternativas en recitales.
Aquí y allá, en breves o más largas temporadas, la variedad y calidad de sus espectáculos atrae a nuevos espectadores que se suman a los felices incondicionales. Ya la pasada temporada se invitó a esta compañía que brindó con gran éxito una visión formidable del clásico: En un lugar del Quijote (con gira nacional e internacional Estados Unidos, Alemania, Serbia, Bulgaria; Premio del Público Festival Olmedo Clásico y Premio del Público Festival de Cartaya, Huelva).
Esta vez el humor de Ron Lalá se sirve de muchas obras de Cervantes en un show musical donde 5 actores-músicos componen un ambiente de festividad con lugar estelar para la crítica ácida, el sarcasmo y la ironía, además del humor popular propio del entremés cervantino (antecedente ilustre del sainete), y su severa apuesta por una justicia humana que en su época lucía poco y nada, en muchos aspectos de manera similar a este tiempo de retrocesos y criminales atentados a la solidaridad.
Pero todo funciona con el brillo y la alegría de esta compañía nacida en 1996, y en progresivo aumento de ingenios y talentos.
Cervantina arranca como algarabía y pronto se transforma en un jolgorio sabio en el que la diversión no oculta la conmoción ideológica de cantar mensajes que atraviesan el tiempo para instalarse en la necesidad actual de ser nosotros mismos, aunque vengan degollando para que formemos parte de una masa ciega y obediente.
De una gran selección de textos bajo el asesoramiento de uno de los divertidos componentes de esta compañía, Álvaro Tato (responsable de la prodigiosa adaptación de El alcalde de Zalamea) surge un feliz encadenado de situaciones que respetan letra y espíritu de los textos originales, y en algunos casos alteran la forma trasladándose a la actualidad en técnicas y contenido, y así, hilvanando, con la música como esencial coprotagonista, logran que Cervantes nos alcance de muchas maneras en hora y media de gozosa intensidad, en las que prevalece la farsa sobre los prejuicios, y la búsqueda incesante de la justicia y la libertad.
Tal vez sea con su versión divertidísima de La gitanilla, donde se logre el punto máximo de excelencia, y es que entre el vendaval de risa, llega repentinamente la calma que sobrecoge en la profunda y bellísima defensa de los gitanos: emblema con que se rechaza toda marginación por etnia, raza o religión.
Y el gran final llega con eufórico ritmo a través de un himno ronlalero que nos invita a regresar a nuestra vida cotidiana con una fantástica sensación de complicidad. Con un deseo grande de que todo sea diferente, a tal punto que podamos encontrarnos en un país que cambia radicalmente, en el que la tele nadie enciende y los móviles se van al garete porque…
… No hay vacuna ni aspirina
que cure la Cervantina
España está agonizante
España se va al abismo
Todo el mundo lee a Cervantes
para pensar por sí mismo.
Cervantina
Versiones y diversiones sobre textos de Cervantes: El celoso extremeño, El coloquio de los perros, El hospital de los podridos, Don Quijote de la Mancha, El licenciado Vidriera, El retablo de las maravillas, El viejo celoso, La Galatea, La gitanilla, Prólogo de Novelas ejemplares, Persiles y Segismunda, Rinconete y Cortadillo y Viaje del Parnaso.
Versión, composición musical y arreglos: Ron Lalá
Dirección literaria: Álvaro Tato
Dirección musical: Miguel Magdalena
Intérpretes: Ron Lalá: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Álvaro Tato, Daniel Rovalher, Íñigo Echevarría
Vestuario: Tatiana de Sarabia
Escenografía y atrezzo: Carolina González
Dirección: Yayo Cáceres
Teatro de la Comedia. Hasta el 6 de febrero de 2016.
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